Los estudiantes de la Institución Educativa Rural La Pérez, ubicada en la vereda Quebrada del Medio, de Ituango, Antioquia, querían participar en un concurso del programa Computadores para Educar. Pero el viernes 23 de julio –por tercera vez este año– tuvieron que salir de sus fincas, pues a ellos y a sus familias los amenazaron de muerte. Llegaron como pudieron a la cabecera municipal: algunos caminaron un trecho hasta que se encontraron con buses, otros viajaron en camiones o chivas. Así, la ilusión se diluyó hasta que el jueves 29, ya durmiendo en albergues, viviendo de la caridad, decidieron participar.

Se inventaron un mapa con ayuda de Google Maps, ubicaron sus centros poblados e imaginaron qué se encontrarían cuando regresaran, qué harían. Algunos idearon árboles caídos sobre las casas; otros, la maleza que entraba por las puertas, la misma que ellos tenían que arrasar. Pero entre todo siempre estuvo la certeza de que, tarde o temprano, tendrían que huir de nuevo por voluntad de los violentos. La de Ituango es una historia repetida. Ya sucedió a finales de los años noventa y principios de este siglo cuando las AUC cometieron masacres y torturas públicas que provocaron, como en el caso de El Aro, el desplazamiento de más de 1.500 personas.

Pero lo que está sucediendo desde hace dos semanas es el mayor desplazamiento masivo de la historia del municipio: más de 4.000 personas y 30 veredas desoladas. Todo pasa cerca de Santa Lucía, donde se encontraba la zona de normalización de las Farc, sitio en el que en dos años fueron asesinados 12 excombatientes. Se trata de la que era una zona colonizada por los frentes 18 y 36 de las Farc. Los campesinos están desesperados; aseguran que, de un momento a otro, los comandantes de las disidencias llaman a los presidentes de las Juntas de Acción Comunal (JAC) y les advierten que tienen que abandonar la tierra.

Dice un campesino: “Yo vivo en el corregimiento La Granja, el mismo que hace 20 años sufrió tanta violencia y masacres. En el momento del desplazamiento, o de que llegó la alerta, yo estaba en mi casa. ¿Cómo sucede eso? Pues llaman a los presidentes de las JAC y les avisan que tenemos que irnos. Dijeron que nos daban hasta el otro día por la mañana para que saliéramos para el pueblo. Todo con esa gente es por medio de contacto telefónico. No hay otra manera. Incluso, cuando alguien extraño va a las veredas, toca advertir, mandar razones”.

Además de la violencia en la zona rural de Ituango, donde se mueven las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo, el municipio ha sido golpeado por la ola invernal. | Foto: AFP or licensors

La imposición de abandonar las casas llegó el jueves 22 de julio. Eran, más o menos, las seis de la tarde, y empezó a caer un aguacero temible. Los líderes salieron para avisar, pero la labor fue difícil, pues se fue la luz. Algunos pudieron llamar a la Alcaldía para gestionar el transporte, y el viernes 23 la mayoría salieron. “Mucha gente no lo podía creer, porque La Granja hace muchos años no era desplazada.

Las vías estaban muy difíciles por el invierno, nos tomó mucho tiempo. Algunos decidieron quedarse, sin embargo, alguien muy importante de la comunidad recibió una llamada al final de la tarde en la que le decían: ‘Cómo así que la gente cree que no se tiene que ir, pues tienen hasta mañana a las seis de la mañana o si no matamos a todo el mundo’. La gente salió el sábado 24 caminando, como pudo, y ahí ya la tierra quedó sola. Allá ahora hay como siete personas, todos viejitos muy enfermos o muy solos, que no iban a dejar a sus marranos, a sus pollos”.

Según el último censo realizado por la Alcaldía de Ituango y la Gobernación de Antioquia, al municipio llegaron 4.099 desplazados, que representan 1.687 familias. Pero el drama es doble, pues el pueblo ha estado incomunicado por cuenta del invierno, y hay 2.600 damnificados, o sea, 710 familias.

Las personas esperan por ayudas en Ituango. | Foto: EPM

El mismo alcalde, Edwin Mauricio Mira, dice de esta crisis: “No tenemos combustible, gas, está escaseando la panela, la papa, el arroz. Productos de básica necesidad están escaseando (por la afectación a las vías que trajo el invierno). Además de eso, súmele que no tenemos la comida para los desplazados. Afortunadamente, ayer lograron traer 3 toneladas en helicópteros, pero ya las cosas se nos están saliendo de las manos”. El panorama ha mejorado un poco gracias a la ayuda de la Gobernación de Antioquia, de la Presidencia, y a la caridad de la sociedad civil. No obstante, los campesinos aseguran que no hay garantías para volver a su territorio, “porque quien dio la orden no ha dicho nada, y porque el ejército vino, pero rapidito se va”.

El gobernador (e) de Antioquia, Luis Fernando Suárez, dijo que le parecía muy extraño un desplazamiento producido por una llamada casi anónima. Aunque para algunos, como el mismo gobernador, son muy raras las condiciones de desplazamiento en Ituango, los habitantes saben que las disidencias de las Farc y el Clan del Golfo no son hermanitas de la caridad, conocen bien su capacidad de matar, y, ante las palabras de los violentos, es mejor no oponerse.

“Nosotros nos acordamos muy bien de las masacres, de las torturas”, le dice una fuente a SEMANA. Asegura que, en medio del camino, unos hombres le dijeron: “No dejen de caminar, se van todos, para que allá vean que aquí aún tenemos poder”.

Los miles de campesinos desplazados llevan más de ocho días en la cabecera municipal, donde se resguardan en colegios, casas y hoteles. | Foto: AFP or licensors

Alba Lucelly Torres, presidenta de la JAC del corregimiento La Granja, y quien recibió una de las llamadas de los hombres no identificados, dice que ella prefiere correr que esperar a ver qué pasa. “A mí me dicen la loca, pero es que, de verdad, me voy a enloquecer. Aquí estamos en las casas, en las calles, en albergues, en hoteles donde nos han prestado ayuda, en los colegios, y, aunque hemos tenido mucha caridad, una visita huele maluco después del segundo día. Estamos desesperados por volver. Nadie se pronuncia sobre el retorno, las autoridades dicen que volvamos, pero no pueden garantizarnos totalmente la seguridad. Y eso que no tenemos queja de ellos”.

Lo que más le preocupa a Alba Lucelly es lo que están perdiendo: los cultivos de fríjol, maracuyá, papaya y café. Lo pueden perder todo y nadie irá a ayudarlos. “Necesitamos que los entes, como Naciones Unidas, dialoguen con esos grupos, que intervengan. Yo estoy que me enloquezco más todavía; sufro de tiroides y creo que he rebajado por ahí 10 kilos. Esto lo descompensa a uno, porque uno todo el tiempo es buscando soluciones y nada”.

Gran parte del territorio de Ituango se ubica en una vertiente del Nudo de Paramillo. Además, es fácil el acceso a la costa pacífica y a la costa atlántica, así mueven cocaína a sus anchas por donde quieren. Esta es una de las razones que señalan algunos para el desplazamiento: tanto las disidencias como el Clan del Golfo quieren hacer sus negocios distrayendo a las autoridades, pero en medio siempre está la gente, el campesino indefenso.