El presidente Iván Duque ya está en Nueva York para asistir al rito anual de todos los presidentes desde hace 74 años: la asamblea de las Naciones Unidas. Allí, y en medio de todos los mandatarios del mundo, cada presidente deja claro cuál es su rumbo en materia de gobierno y a qué le apunta en materia relaciones internacionales. En esta ocasión Duque va con un objetivo claro: estrechar sus relaciones con el gobierno de Donald Trump. Y para eso tiene en la agenda varios temas clave como la reducción de cultivos ilícitos, la lucha contra los grupos armados, los avances en el proceso de paz y las denuncias contra la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.
Su primer día en Nueva York fue una muestra clara de eso. Duque llegó el domingo a las 9:30 de la mañana, hora colombiana, y luego de reunirse con Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum, estuvo en Nueva Jersey con la comunidad colombiana. Allá dio varias pistas sobre lo que dirá en la asamblea, ante los mandatarios del mundo. “Para mí, Nicolás Maduro es el Slobodan Miloševic de América Latina. Es un criminal de lesa humanidad por lo que ha hecho con su pueblo", Duque Uno de sus grandes mensajes tuvo que ver con lo que, a su parecer, el país ha avanzado en relación a los cultivos ilícitos, un tema que siempre ha estado en la agenda y en el que Trump mismo ha estado muy involucrado. Según Duque, aunque entre 2015 y 2018 el país vivió un preocupante aumento de los cultivos ilícitos, “por primera vez en siete años logramos parar su crecimiento exponencial e incluso logramos una reducción”. Eso lo encadenó con su mensaje sobre la paz y la legalidad: “Desde luego que a nosotros nos interesa que brille la paz, pero la paz necesita de la legalidad para brillar, necesita de que no haya impunidad”. Por eso dijo que aunque las personas que están comprometidas a dejar las armas y volver a la legalidad van a recibir todo el acompañamiento, las autoridades van a ser implacables con quienes se vayan a la disidencia.
“Varios grupos aprovecharon la paz para volver a sus actividades criminales. Veíamos casos como el de Guacho o como el de las disidencias de Guaviare y Guainía. Pero nosotros cumplimos la palabra: ya no están Guacho, Cadete, David, Alonso ni muchos de esos criminales”, dijo. También aprovechó para hablar sobre el tema al que más énfasis le quiere dar en su visita a Nueva York: las denuncias contra el gobierno de Nicolás Maduro por proteger a los guerrilleros del ELN y a las disidencias de las Farc en su territorio. “Venezuela tiene un cartel de droga” Uno de los objetivos de Duque en Nueva York es que la comunidad internacional condene al régimen de Nicolás Maduro y lo incluya en la lista de gobiernos que apoyan a las organizaciones terroristas. Por eso, el presidente no se ahorró comparativos a la hora de hablar de Maduro: “Para mí, Nicolás Maduro es el Slobodan Miloševic (presidente serbio acusado por crímenes de guerra durante la Guerra de Yugoslavia) de América Latina -explicó frente a la comunidad colombiana en Nueva Jersey-. Es un criminal de lesa humanidad por lo que ha hecho con su pueblo. Pero, también, lo que ha hecho con los grupos terroristas, de protegerlos en su territorio, es solamente comparable con lo que hicieron los talibanes con Al Qaeda, que era darles todo el apoyo, todo el auspicio, todo el patrocinio, para que cometieran este tipo de atropellos”. Hace unos días, el Wall Street Journal, denunció que Hugo Chávez manejó una red de narcotráfico en alianza con los guerrilleros de las Farc, También dijo que además de ser una dictadura que socava las libertades y las instituciones, el régimen venezolano “acoge en sus más altas esferas un ‘cartel de drogas’ cuyos aliados son peligrosos grupos organizados criminales colombianos”.
Sus palabras llegan unos días después de que el Wall Street Journal, denunciara que Hugo Chávez manejó una red de narcotráfico, en alianza con los guerrilleros de las Farc, para perjudicar a Estados Unidos. La idea, según documentos confidenciales de fiscales federales del distrito sur de Nueva York, era inundar a ese país de cocaína como un método para combatir con el gobierno de George Bush. El periódico también dijo que el Cartel de los Soles, conformado por altos mandos del ejército bolivariano, buscaba obtener dinero ilegal para ayudar a sostener a Chávez en el poder, pues a la vista venía una crisis petrolera. Lo peor, según el Wall Street Journal, es que muchos de los encargados de manejar las alianzas con las Farc para el tráfico de drogas, siguen estando en posiciones de poder en el gobierno de Maduro. En Nueva Jersey Duque dijo que desde ese cartel de drogas, que tiene enquistado en el centro del poder, el gobierno venezolano “trabaja en llave con el Clan del Golfo, con el ELN, con los Caparros, con los Pelusos, y también con disidencias, para tratar de generar terror”.
Al final, enfatizó el que será su mensaje principal en las Naciones Unidas: la esperanza de un futuro mejor en Venezuela pasa por la salida de Maduro del poder. “Trabajaremos de manera decidida, llamando las cosas por su nombre, para que Venezuela recupere esa libertad que se merece”, dijo. Duque regresa a Naciones Unidas Un análisis de Rodrigo Pardo Las visitas de los presidentes colombianos a la Asamblea General de la ONU, en el otoño del hemisferio norte, son un rito trascendental para presentarle a la comunidad internacional las claves de la política exterior. Generalmente, los mandatarios entregan en la sede de Nueva York su visión sobre las relaciones entre el país y la comunidad de naciones. La próxima semana el presidente Iván Duque viajará a esa ciudad y, aunque lo hace con el propósito de atender compromisos multilaterales en la ONU, llevará mensajes claves para la Casa Blanca de Donald Trump. La cita en septiembre es una rutina anual, pero en esta ocasión todo es diferente. Si bien conserva la costumbre de presentar en sociedad la posición diplomática del país, ahora hay elementos políticos que concentran la atención de los medios diplomáticos y periodísticos. A simple vista, la fotografía de Iván Duque y Donald Trump indica un giro frente a lo que significaron los años de Juan Manuel Santos y Barack Obama. En el último año y medio, con la llegada de ambos a la presidencia de sus países, se produjo un cambio ideológico notable. Santos y Obama, los dos premios Nobel de Paz, se jugaron por el proceso de negociación para superar el conflicto interno. Duque y Trump son escépticos y valoran la mano dura frente a la guerrilla. La relación Duque-Trump se facilita por coincidencias políticas e ideológicas. Curiosamente, Santos-Obama y Duque-Trump coincidieron en sus respectivas presidencias con posiciones que convergían con las de su contraparte. La relación Duque-Trump se facilita por coincidencias políticas e ideológicas, de la misma manera que fluyó la de Santos y Obama en el proceso de paz. No importa que haya momentos políticos diferentes en cada país, ni que la negociación entre los Gobiernos colombianos y la guerrilla de las Farc haya tenido rumbos tan diferentes bajo los mandatos de Santos y Duque. La aproximación ideológica de los Gobiernos determina, con otros factores, cómo el conflicto interno puede afectar la relación bilateral.
El otro tema es Venezuela. La triangulación en las relaciones entre Bogotá, Caracas y Washington no es un fenómeno nuevo. Siempre ha habido algún tipo de vaso comunicante. Pero en los últimos tiempos, esa realidad ha asumido nuevas dimensiones. Los Gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro aportaron a los diálogos del Gobierno de Juan Manuel Santos con las Farc. Probablemente, sin la presencia de Chávez, nunca habría sido posible dialogar en La Habana. Al presidente Duque le ha tocado enfrentar un escenario más complejo, en el que es evidente la cercanía entre el Gobierno de Cuba y la disidencia de las Farc. Si en la era de Santos los diálogos con la guerrilla aplacaban las relaciones bilaterales, en la de Duque las dificultades en el proceso de paz –agravadas por la disidencia de Iván Márquez– dificultan una relación diplomática bilateral como la que hubo en los últimos años. Los desafíos no solo surgen de Bogotá y Caracas. La presencia de Donald Trump en la Casa Blanca implica una política exterior de mano dura que retoma elementos de la Guerra Fría y revive el discurso de los años sesenta, y por lo tanto contribuye a complicar las relaciones en la subregión. La semana pasada salió del Gobierno John Bolton, el consejero de Seguridad Nacional, quien dejó su cargo en medio de críticas a la política exterior de su jefe. Se cuidó, eso sí, de respaldar la posición crítica de Trump hacia el Gobierno de Caracas. Sin embargo, desde hace mucho tiempo –¿o acaso por primera vez?– no se veía un panorama de tanta tensión simultánea entre Caracas, Bogotá y La Habana. Ni siquiera en los años de la Guerra Fría, cuando la gran mayoría de los países de la región estaban alineados con Washington en la batalla anticomunista.
El contexto hemisférico tampoco favorece la cooperación. Hay divisiones profundas sobre los temas de mayor importancia y respecto a la manera de construir mecanismos de trabajo conjunto. Ninguna de las instituciones que han ejercido liderazgo en la época de la Guerra Fría tiene un nivel de actividad y credibilidad como en los años sesenta y setenta. Para tratar el tema de Venezuela, el lunes próximo está agendada una reunión del Tiar (Tratado Interamericano de Asistencia Mutua), un órgano asociado a la Guerra Fría y a la competencia contra la expansión comunista, y en desuso desde hace tiempo. Ya se perciben las dificultades para generar consensos y puntos de convergencia. Estados Unidos, Colombia, Canadá y Brasil mantienen su esperanza en ese instrumento, pero otros países –Uruguay, Panamá, Perú, Trinidad y Tobago– tienen posiciones críticas. El consenso pinta esquivo. Y está, nuevamente, el poder destructivo del narcotráfico. Incluso entre Colombia y Estados Unidos –aliados naturales frente al tema– se han presentado rencillas y tensiones por manifestaciones duras del Gobierno Trump sobre la falta de cooperación de su colega Iván Duque en la lucha contra las drogas. Que se debilite el eje Bogotá-Washington en la política contra el narcotráfico pone en tela de juicio la cooperación multilateral en los grandes asuntos de la región.
El momento es complejo. El viernes presentó sus credenciales en Bogotá el nuevo embajador, Philip S. Goldberg, quien tuvo que esperar dos años para lograr que el Senado de su país lo confirmara. No tiene una tarea fácil: debe coordinar posiciones sobre Venezuela, disminuir la exportación de cocaína a Estados Unidos –en un punto récord–, mantener el apoyo de su país al proceso de paz con las Farc a pesar de su desprestigio, y sostener tendencias positivas en el comercio y en la inversión. Demostrar, en una palabra, que a pesar de los problemas que vienen enfrentando, Bogotá y Washington pueden todavía ser grandes aliados en la región.