Por fin el presidente Iván Duque movió las fichas del tablero. Nadie recuerda en la historia reciente que un mandatario haya tardado cinco meses en hacer un relevo ministerial, algo habitual para salir de las crisis y que, en muchas ocasiones, realizan de un día para otro. Con Duque los tiempos son a otro ritmo y, al final, el revolcón en la Casa de Nariño no resultó tan fuerte como muchos esperaban, al menos hasta ahora. El mandatario apostó por cambiar tres ministerios y dio un primer paso para abrir su Gobierno a los partidos, puerta que no había querido usar desde que se posesionó hace 18 meses. Muchos se preguntan si este primer viraje le funcionará para ganar el oxígeno que necesita en su segundo tiempo y si logrará manejar a su favor el Congreso.
El nuevo ajedrez de Duque deja ganadores, perdedores y a una mayoría a la expectativa. Uno de los grandes triunfadores es el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien logró que una persona de su entera confianza, como lo es el médico Fernando Ruiz Gómez, asuma el Ministerio de Salud. Las reuniones periódicas de Vargas Lleras con Duque empezaron a finales del año pasado, y dieron resultado. Con Ruiz Gómez, Vargas Lleras le ganó la partida a la exgobernadora del Valle Dilian Francisca Toro, quien sonaba para esa cartera en nombre del Partido de la U, y a la casa Char, que había postulado a Alexánder Moscoso, actual secretario de Salud de Barranquilla.
Fernando Ruiz Gómez, ministro de salud y Ángel Custodio Cabrera, ministro del trabajo.
En todo caso, la entrada de un alfil del exvicepresidente al Gobierno Duque no garantiza automáticamente que la bancada de Cambio Radical quede alineada en las plenarias de Senado y Cámara. Ruiz Gómez, exviceministro de Salud de Alejandro Gaviria en el Gobierno Santos y con un máster en Salud Pública de Harvard School of Public Health, representa más a Vargas Lleras como persona que a una colectividad con muchos matices e intereses. “Lo de siempre: cuando el ministro viene de Vargas Lleras y no de la bancada, los congresistas se quedan con el pecado y sin el género”, aseguró un representante.
En realidad, 10 de los 16 congresistas de Cambio Radical, con Rodrigo Lara a la cabeza, querían el Ministerio de Agricultura, y en ese sentido le presentaron a Duque la hoja de vida de Germán Bahamón, un hombre del Huila con una larga experiencia en el agro por las actividades empresariales de su familia. Sin embargo, Vargas Lleras propuso otro perfil para ese cargo, el del excongresista Juan Carlos Restrepo. Por eso, Duque se enfrentó a un dilema: darle gusto a Vargas Lleras o a la mayoría de la bancada de Cambio Radical, cuyos votos siempre son necesarios en el Congreso. En un momento de ese tire y afloje, el presidente les pidió a las partes ponerse de acuerdo. Semanas intensas de lobby a favor de uno y otro terminaron en nada. Al final, en el caso del Ministerio de Agricultura, Duque no le dio la razón a ninguno y premió la lealtad que el Partido Conservador ha tenido con su Gobierno desde el primer día. Por eso nombró allí al economista Rodolfo Enrique Zea, quien viene de ocupar la presidencia de Fiduagraria y es cercano a esa colectividad, principalmente a la senadora cordobesa Nora García Burgos y al senador David Barguil. Formalmente no tenían una representación directa en el gabinete, pero los azules, gracias a la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, han participado en ministerios como el de Transporte o el de Hacienda, lo cual convierte a esa colectividad en una de las grandes ganadoras de la movida ministerial.
En el caso del Ministerio del Trabajo, el presidente decidió en los últimos días que dicha cartera quedara en manos del Partido de la U, un movimiento que venía apoyando al Gobierno. Pero dado el seguro desgaste político que sufrirá quien ocupe dicha cartera, por la impopularidad que trae consigo cualquier reforma laboral o pensional, nadie quería medírsele a ocupar ese cargo.
Rodolfo Enrique Zea, ministro de agricultura. Descartado el nombre de Dilian Francisca Toro para Salud, Duque pensó en ella para el Ministerio del Trabajo, pero rápidamente declinó la oferta. Ella tiene aspiraciones presidenciales y veía esa misión como un “quemadero”. Por los mismos motivos, los conservadores tampoco quisieron aceptar. Por eso, Duque tardó en buscar un nombre con experiencia en lo público, pero que a su vez actuara en representación de un partido político en particular. El presidente terminó por decantarse a favor del exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara y exsenador Ángel Custodio Cabrera, con la idea de que enarbole las banderas de La U. Pero no había transcurrido ni un minuto desde que oficializó su nombre el viernes cuando quedó en evidencia que Cabrera no logra aglutinar por completo a ese partido, y el senador Roy Barreras podría promover un veto a su nombre. Este contador público de profesión es un buen candidato para ese difícil cargo. Se dio a conocer en la política por su trabajo de formalizar el rol de las madres comunitarias al afiliarlas a salud y pensión. En el Senado se destacó en las comisiones económicas por su dominio de los temas tributarios y presupuestales. En estas materias adquirió un liderazgo que en el pasado tuvieron senadores como Víctor Renán Barco, Luis Guillermo Vélez y actualmente Óscar Darío Pérez. Para tramitar una reforma pensional y una laboral, esa experiencia le será muy útil.
Pero al decidirse por Cabrera, Duque enfrenta el mismo riesgo del caso del Ministerio de Salud, pues nombró allí a alguien que, probablemente, no le garantiza un apoyo de todo el partido en el Congreso. En ese sentido, algunos congresistas de La U estarían moviéndose para buscar que la colectividad se declare en independencia frente al Gobierno, lo cual dejaría al nuevo ministro de Trabajo sin músculo político. Eso es lo que más necesita, ya que tendrá que lidiar con reformas difíciles que necesita el país. Cuando a Cabrera le preguntaron el viernes a cuál partido representaba, manifestó: “Yo llego por el partido que encabeza el doctor Iván Duque”. A la pregunta de la periodista Yolanda Ruiz en RCN Radio si era entonces el Centro Democrático, agregó: “No, no, no. El partido personal del presidente. Yo soy del presidente”. Estas respuestas dicen mucho sobre lo que puede venir, ya que solo Dilian Francisca generaba un consenso pleno en La U. En la movida de fichas de Duque se quedaron con las manos vacías la mayoría de los senadores de Cambio Radical, como Rodrigo Lara, Ana María Castañeda, Fabián Castillo, Didier Lobo, Luis Eduardo Díaz Granados, Antonio Luis Zabaraín, José Luis Pérez, Édgar Jesús Díaz, Claudia Rodríguez de Castellanos y Richard Aguilar. Como dijo uno de ellos, quedaron “desconcertados”. Dicen que Vargas Lleras, desde lo político, le dará más juego en el Ministerio de Salud a los representantes a la Cámara que a los senadores.
Para muchos, Duque el viernes hizo un avance en su propósito de recuperar las mayorías del Congreso. Nadie descarta que, con el paso de las semanas, el presidente piense en otras movidas de ajedrez palaciego para garantizar una paz política. Pero sí es un hecho que al presidente le tomó meses cambiar el chip y entender que una cosa es cambiar puestos por votos, en muchos casos con corrupción de por medio, y otra configurar una coalición con los partidos, previo acuerdo de una agenda legislativa en común, como hacen los presidentes en cualquier democracia. Para algunos, Duque perdió mucho tiempo, sobre todo el primer año, en el que los mandatarios gozan de la consabida luna de miel y arriesgan su capital para sacar adelante las reformas de fondo, por impopulares que sean. Por el contrario, el presidente sufrió varias derrotas legislativas en el Congreso. De hecho, cuando pudo haber generado la primera crisis ministerial a raíz de la salida del ministro de Defensa Guillermo Botero, Duque hizo un enroque con el uribismo. En ese momento movió a Carlos Holmes Trujillo a Defensa, y nombró a Claudia Blum para la Cancillería.
El Congreso retoma labores en marzo. Los nuevos ministros deberán garantizar el apoyo de los partidos a las reformas que presentarán. Los nuevos ministros también tienen la particularidad de que los colombianos los conocen poco, y entrarán a un gabinete que ya tiene figuras posicionadas, como José Manuel Restrepo en Comercio, María Victoria Angulo en Educación, Ángela María Orozco en Transporte y María Fernanda Suárez en Minas. Con ellos, Duque inició su gobierno bajo la premisa de que el equipo debía ser técnico, estable y paritario en cuanto al género. El desgaste natural, la caída en las encuestas, el hundimiento de algunos de sus proyectos en el Congreso y la protesta social lo pusieron en aprietos políticos prematuramente. La nueva ministra del Interior, Alicia Arango, deberá liderar este gabinete y ponerlo a funcionar en el Congreso. Con su llegada, Duque sigue reservando para el uribismo el manejo de la política, solo que ahora con una mejor disposición al diálogo y con nuevos ministros que, en principio, deben sumar con urgencia los votos necesarios en el Legislativo.
Un escenario de congresistas disidentes que se oponen a los nuevos ministros y señalan que realmente no representan los intereses de los partidos podría convertirse en un nuevo escollo para la gobernabilidad que Duque necesita y que no ha conseguido. El presidente ganó con 10 millones de votos, muchos de ellos impulsados por el miedo a Gustavo Petro. Y la oposición, encabezada por el líder de la Colombia Humana, tuvo una votación significativa de 8 millones de votos, muchos de ellos de rechazo a Uribe. En el nuevo ajedrez falta definir el nombre de la Embajada de Estados Unidos, que dejará Francisco Santos en las próximas semanas, y ver cuál papel desempeñará el Partido Liberal. Su líder natural, el expresidente César Gaviria, jugo un papel en la victoria de Duque, pero la colectividad ha quedado marginada de cualquier representación política. Con la movida ministerial del viernes, el segundo tiempo de Duque ya empezó. Al cabo de algunos meses el país sabrá si finalmente esos eran los ministros que el país necesitaba, en medio de una coyuntura tan compleja como la de 2020. Y si lograrán darle algo de gobernabilidad a un presidente que la requiere más que nunca para tramitar las duras reformas que el país demanda.