Luciano Marín, conocido en el mundo de la delincuencia como Iván Márquez, terminó su vida como se lo advirtieron varios excomandantes de las Farc, que se acogieron al proceso de paz y siguen en el tránsito a la legalidad. “Si sigues con esa actitud terminarás en un cementerio o quienes dicen ser tus amigos te van a traicionar”, le dijeron días antes de que Márquez decidiera volver a la delincuencia.
Y al parecer eso fue exactamente lo que ocurrió en territorio venezolano. Un atentado puso fin a cuarenta años de historia en la desmovilizada guerrilla de las Farc y a un gran prontuario criminal que incluía un pedido de extradición.
Los integrantes del Partido Comunes, firmantes del Acuerdo de Paz, han preferido ser prudentes ante la muerte de Márquez, aunque reconocen que por las decisiones que él tomó, era lógico este desenlace. No se alegran por su muerte, a fin de cuentas por muchos años fueron “camaradas”, pero tienen la certeza de que el rumbo que tomó fue el encargado de labrar su muerte.
La historia ‘revolucionaria’ de Márquez inició en 1977 cuando se vinculó a la Juventud Comunista Colombiana (Juco) y, desde allí, formó parte de las redes de apoyo a las Farc-EP. En 1985 decidió meterse de lleno en la guerrilla e ingresó al frente 14 del Bloque Sur, donde adelantó funciones financieras e inició labores ideológicas por su formación como abogado.
Las bases políticas que tenía por haber estado en la Juco lo llevaron a un paso fugaz en la Cámara de Representantes, en la que ocupó una curul representando a la Unión Patriótica. Sin embargo, no terminó su periodo porque Jacobo Arenas, comandante de las Farc en aquella época, lo llamó para que regresara a la clandestinidad.
Poco a poco fue escalando en la guerrilla y, por esa razón, fue enviado al Bloque Caribe para asumir tareas de coordinación y como delegado del secretariado. Quienes lo conocieron, dicen que nunca empuñó un fusil, que tampoco participó directamente de un combate, pero era el “cerebro” de las acciones delictivas de la guerrilla.
Cuando César Gaviria llegó a la Presidencia de Colombia en 1990, tras el asesinato de Luis Carlos Galán, Márquez fue designado como uno de los negociadores de los diálogos de paz de Caracas y Tlaxcala, que se rompieron en 1992 por el secuestro que cometió el EPL del exministro Argelino Durán Quintero, quien murió en cautiverio por un paro cardíaco.
Desde esa época, Márquez se identificó en la guerrilla como ideólogo y, por eso, fue nombrado como el segundo al mando del Bloque Caribe. En el gobierno de Andrés Pastrana, fue nombrado nuevamente como negociador en el proceso de paz que también fracasó y en donde las Farc aprovecharon para fortalecerse militarmente.
En 2003 el secretariado lo nombró jefe del Bloque Noroccidental donde se consolidó como vocero de esa guerrilla. Cinco años después, asumió la vocería internacional de las Farc tras la muerte de Raúl Reyes en una operación de las Fuerzas Militares colombianas. Cumplió su sueño e ingresó al secretariado de las Farc-EP por lo que su siguiente ilusión fue la de convertirse en el máximo comandante de la guerrilla.
A finales de 2010 iniciaron los diálogos exploratorios entre el gobierno de Juan Manuel Santos y delegados de las Farc, fue una fase secreta que se confirmó al país en octubre de 2012 después definir varios temas clave.
Sin embargo, el 4 de noviembre de 2011 ocurrió algo que casi daña los acercamientos y resultó ser una fecha clave para que Márquez terminara como jefe de la delegación en La Habana, Cuba. En esa fecha las Fuerzas Militares dieron de baja a Alfonso Cano, por lo que Márquez pensó que asumiría la comandancia de las Farc, tal y como lo soñaba.
No obstante, la ilusión le duró poco. A los cinco días salió un comunicado en el que se informó que “el camarada Timoleón Jiménez (Timochenko), con el voto unánime de sus compañeros del Secretariado, fue designado el 5 de noviembre, nuevo comandante de las FARC-EP”, decía un comunicado de la guerrilla para anunciar el reemplazo de Alfonso Cano.
Márquez votó por Timochenko, pero dejó ver su malestar y nunca estuvo de acuerdo con sus “camaradas”. Por esa razón, cuando el entonces presidente Juan Manuel Santos anunció la apertura de los diálogos con las Farc, la guerrilla lo designó como jefe de la delegación de paz para enviarlo a La Habana, Cuba, y calmar los ánimos. Desde esa época existían las diferencias con Timochenko, Márquez se sentía el comandante.
El 18 de octubre de 2012 se instaló la mesa de diálogo en Oslo, Noruega. Allí Márquez reapareció públicamente y su discurso demostró el camino espinoso que tendría la negociación. “Una paz que implique una profunda desmilitarización del Estado y reformas socioeconómicas radicales”, dijo Márquez. Su discurso fue retador, criticó al Estado, lanzó críticas contra Álvaro Uribe Vélez y justificó las acciones de Farc. Se sentía el comandante de la guerrilla y, tiempo después, se supo que les dijo a “sus camaradas” que ese era el tono que debía tener Timochenko. Las tensiones seguían.
Para rematar ese día, Márquez estuvo todo el tiempo acompañado de Jesús Santrich a quien la prensa internacional le preguntó si la guerrilla respondería a las víctimas y respondió cantando: “Quizás, quizás, quizás”. Su comentario generó reacciones, las víctimas se ofendieron, mientras la derecha atacó el inició del proceso de negociación.
Santrich era la mano derecha de Márquez, ya el país sabe lo que pasó en la mesa de La Habana y la conclusión: la firma del Acuerdo de Paz. Sin embargo, desconocen que Márquez tuvo momentos de tensión con Timochenko por puntos de la negociación, por sus posturas radicales y por las “pataletas” de Santrich quien, por ejemplo, dañaba a última hora algún acuerdo entre las partes y Márquez lo respaldaba.
En muchas ocasiones, aunque respetando la estructura de mando de las Farc, Márquez lanzaba pullas a Timochenko. Siempre acató que él era el jefe máximo pero nunca compartió la decisión. En muchas ocasiones dijo que no tenía que consultar las decisiones porque para eso él había sido designado como jefe de la delegación y le molestaba no tener el protagonismo.
A pesar de todas las diferencias, Márquez jugó un papel fundamental para sacar adelante el Acuerdo de Paz, pero en 2017 todo empezó a cambiar. Después de haber dejado las armas, superar la crisis de la derrota en el plebiscito y volver a Colombia en la legalidad; empezó otra puja en la extinta guerrilla.
El Acuerdo de Paz les abrió un camino político y crearon su propio partido. Esa fue la pelea definitiva entre Márquez y Timochenko. Ya no había estructura de mando, todos eran igual pero Márquez no había olvidado que nunca lo respaldaron para ser el máximo comandante de las Farc. El nombre del partido tuvo una gran discusión, Timochenko quería dejar atrás el nombre de la guerrilla y Márquez se opuso, por lo que finalmente se llamó Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (Farc).
Márquez se impuso y logró el respaldo de 888 delegados en el primer congreso de los exguerrilleros que estaban llegando a la política. Timochenko fue derrotado y nunca compartió el nombre de la colectividad.
Posteriormente, abril de 2018, Márquez participó en las elecciones y fue la cabeza de lista al Senado de Farc, colectividad que tenía garantizadas cinco curules en Cámara y otro número igual en el Senado. En varias declaraciones fue crítico de Timochenko y le reclamó públicamente por “la diplomacia” que tenía ante el Gobierno y los problemas de la implementación del Acuerdo de Paz.
Cinco días después de las elecciones, Jesús Santrich fue capturado. Márquez empezó a labrar su destino para volver a la delincuencia. En un video, acompañado de El Paisa, habló de un montaje jurídico y de una persecución. Los integrantes del partido de los desmovilizados empezaron a presagiar que Márquez se apartaría del proceso de paz.
Aunque tenía derecho a la curul en el Senado, anunció que tomaría posesión hasta que se resolviera la situación de su amigo Santrich. En efecto, nunca se posesionó y se fue para el departamento de Caquetá. La suerte de Santrich, su libertad y fuga, el país la conoce. De Márquez se pensó que reconsideraría su decisión pero también se fugó.
Un año después reapareció en un video con armas y uniformes nuevos para anunciar el surgimiento de la ‘Segunda Marquetalia’, una organización delincuencial integrada por quienes se apartaron del proceso de paz.
Timochenko aprovechó para sacarse el ‘clavo’ y acusó a Márquez de no haber estado a la altura del momento histórico de Colombia. “Iván no percibió la dimensión del puesto que nuestra larga lucha lo llevó a ocupar. Se fue, sin ningún tipo de explicación, y se negó a ocupar su curul en el Senado, dejando acéfala nuestra representación parlamentaria en el momento que más requería su presencia”, dijo Timochenko.
Con el ego que siempre lo caracterizó, según quienes lo conocieron a fondo, Márquez pensó que sería el máximo comandante de las disidencias de Farc pero nuevamente se equivocó. No contó con que Gentil Duarte e Iván Mordisco no lo aceptarían como líder porque siempre lo consideraron un “traidor” al haber sido jefe de la delegación de paz. Cuando Márquez volvió a la clandestinidad, las disidencias ya estaban conformadas por estructuras que nunca participaron de los diálogos de La Habana, sobre todo con hombres del frente 1 de las Farc.
Nuevamente los cálculos de Márquez fallaron y le declararon la guerra a muerte, a tal punto que empezaron a matar a su círculo más cercano. Jesús Santrich, Romaña y El Paisa murieron en su ley. En las disputas por el control del narcotráfico y territorial, fueron asesinados.
Márquez quedó sin hombres de confianza y quienes lo rodeaban sabían que estaban en peligro por él. Desesperado buscó salir a Cuba o Nicaragua pero nuevamente se equivocó y no logró cumplir el objetivo.
Su muerte la causaron sus anteriores “camaradas” a quienes quiso imponer sus reglas en la delincuencia. “Su ego era increíble, era terco y muy fantasioso. Si él hubiera seguido en la legalidad sería senador de la República y desde la legalidad estaría luchando por la implementación del acuerdo”, dijo a SEMANA un integrante del Partido de los Comunes, nombre que adoptó la colectividad al darse cuenta que mantener las siglas de Farc tenía un alto costo político.
En esa colectividad dicen que no se alegran por la muerte de Márquez pero que desde que volvió a las armas sabían que la muerte sería su destino. Por las últimas comunicaciones de la Segunda Marquetalia intuyeron que Márquez buscaba una negociación con el próximo gobierno y, según ellos, entre líneas, mostraba un desespero por reincorporarse al Acuerdo de Paz.