Barranquilla vive días complicados. Sus habitantes acostumbrados a vivir de puertas abiertas, hoy están encerrados y atemorizados debido a la alta tasa de contagios de coronavirus. Esta semana los casos positivos llegaron a 14.097 y las muertes a 806, cifras negativas solo superadas por Bogotá. En medio del reporte de una fuerte caída de la aprobación de su gestión, según la más reciente encuesta de Invamer, el alcalde Jaime Pumarejo Heins habló con SEMANA, de la forma en que se prepararon para la pandemia, cómo están afrontando la situación y cuál es la proyección que hacen de la crisis. SEMANA: Después de Bogotá, Barranquilla es la ciudad del país más afectada por la pandemia. ¿Cuál es el balance que hace del manejo de la emergencia sanitaria? Jaime Pumarejo: Estamos en el mayor pico epidemiológico, que ha traído consecuencias en hospitalización y uso de unidades de cuidados intensivos, con un número lamentable de fallecimientos concentrados básicamente en poblaciones mayores de 60 años con patologías crónicas. Es un ciclo que esperábamos para esta época cuando hicimos las proyecciones desde marzo, de manera que acertamos en la perspectiva. Por eso tomamos todas las previsiones, para tener los ventiladores que han estado llegando y abrir un hospital de mediana complejidad en el momento en que lo necesitábamos. Pero este no era un manejo solo sanitario, porque paralelamente había que disponer de ayudas sociales y alimentarias para las familias que debían quedarse en casa durante la cuarentena y créditos para pequeñas y medianas empresas que debían cerrar sus puertas. Y en eso seguimos. Cuando miramos el giro que están teniendo hoy los indicadores, nos convencemos de que tomamos con responsabilidad todas las medidas, pero ya habrá tiempo para hacer los balances. SEMANA: Al comienzo de la crisis, Barranquilla parecía ser una de las ciudades mejor preparadas, pero por las cifras parece que el resultado hasta ahora no ha sido el esperado. ¿Qué ocurrió? J.P.: La pandemia nos tomó por sorpresa, pero teníamos por fortuna un sistema de salud sólido con el que pudimos hacerle frente. De haber tenido el pobre, deteriorado y corrupto sistema de salud de hace 12 años, esto habría sido un verdadero desastre. Ciertamente, nos preparamos, y la evidencia de la gestión y los resultados así lo demuestran.

SEMANA: La mayoría de contagios y fallecimientos se han registrado en algunas de las zonas más vulnerables y con más necesidades socioeconómicas. ¿Qué ocurre? J.P.: En las localidades de mayor contagio hay sectores con alta densidad poblacional, con 10 y hasta 15 personas viviendo en una misma casa, y ciudadanos con desconfianza en las instituciones de salud, que se negaban a la asistencia médica. A ello habría que agregar la baja percepción del riesgo de ciudadanos asintomáticos, que sin saberlo pudieron estar llevando el virus a casa, donde generalmente había adultos mayores de 60 años. Hubo mucha angustia por pérdida de ingresos, pues se trata de población con informalidad laboral, y algo de indisciplina social.

SEMANA: ¿Cuál ha sido el impacto de los cercos epidemiológicos en algunos barrios de estos sectores? J.P.: El incremento de los casos a partir del mes de abril nos llevó a realizar una búsqueda activa de ciudadanos afectados por el contagio, determinar medidas de aislamiento social y cierre de actividades económicas. Sin embargo, en el mes de junio, y con el incremento de los casos, debimos afianzar mecanismos de mayor control, como los cercos y bloqueos epidemiológicos barriales para arropar a las comunidades de mayor riesgo a fin de que salgan rápidamente de esta emergencia. En las localidades del suroriente, suroccidente y metropolitana estamos focalizando estrategias puntuales y de control, que ya están generando efectos positivos. SEMANA: ¿Cómo evalúa el desempeño de las EPS frente a la toma efectiva de pruebas y el manejo de los pacientes? J.P.: El principal inconformismo de los barranquilleros en el último mes ha sido la falta de respuesta oportuna de las EPS frente a la necesidad, el manejo y los requerimientos de toma y procesamiento de muestras por covid-19. Barranquilla en marzo tenía un solo operador para diagnósticos, que era el Instituto Nacional de Salud (INS), en un escenario muy complejo para el país. En el mes de abril teníamos dos prestadores para procesamiento de pruebas en un escenario aún difícil. Desde mayo 18, contamos con 11 laboratorios autorizados por el INS, cinco de ellos en Barranquilla, que han llegado a procesar más de 62.000 muestras. Hay promotoras de salud que han sido modelo, pero hay otras que todavía están pendientes de cumplirles a los barranquilleros. Ya abrimos investigación preliminar sobre todas ellas. Con el contagio de los mayores de 60 años, también notamos una falla de las EPS, que entramos a corregir con un envolvente programa de identificación y detección del riesgo, que nos está permitiendo interpelar las cifras de muerte de esta población vulnerable. SEMANA: Hace un par de semanas, usted mismo salió a desmentir cadenas de información falsas sobre el virus y las pruebas de la covid-19, e incluso llamó “charlatanes” a quienes las difundían. ¿Cómo cree que afectaron esos mensajes falsos la percepción del riesgo? J.P.: Nos han hecho mucho daño. Sujetos inescrupulosos se dedicaron a desdeñar el peligro que representaba el virus, a recomendar recetas descabelladas y a generar desconfianza sobre la prueba y el sistema de salud. Lo peor fueron ciertas voces que se dedicaron a mentir y a confundir para sacar provecho político en esa tragedia. Esperamos que los barranquilleros los tengan identificados.

SEMANA: Usted ha insistido en que uno de los factores determinantes en los contagios ha sido la indisciplina social. ¿En qué datos o cifras se basa? J.P.: Si uno mira la cifra de conducidos a las ucis y las fiestas que hemos tenido que intervenir, concluye que ha habido actos de indisciplina social, que, dicho sea de paso, no son mayores que los que se han registrado en Bogotá, Cali o Medellín. Pero debo advertir que ese no ha sido el comportamiento general de los barranquilleros, sino, por el contrario, el acatamiento y cumplimiento de las normas. Lo que dice la literatura es que hay al menos tres formas de regulación: la legal, la social y la moral. Aquí hemos tenido la normatividad debida, los ciudadanos conscientes han denunciado o llamado al orden a sus pares cuando incumplen, pero en algunos casos –reitero, en algunos casos– ha faltado que regulemos nuestros actos individuales en función de nuestro cuidado y el cuidado del otro. SEMANA: Para algunos sectores académicos, la respuesta errónea de buena parte de la ciudadanía en los barrios más pobres se debe a una deuda social histórica y la falta de educación ciudadana. ¿Qué opinión le merece ese análisis? J.P.: En los últimos 12 años Barranquilla bajó a la mitad los registros de pobreza de sus habitantes, gracias a una política sostenida de intervención en los sectores de menores ingresos, pero nos queda todavía un 20 por ciento de pobreza en nuestros barrios que debemos erradicar antes del año 2030, según la meta global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esa población quedó en condiciones aún más vulnerables cuando la emergencia nos obligó a cerrar actividades económicas. Por eso me niego a aceptar que lo que nos pasa se deba a la falta de cultura ciudadana. Esa no es la generalidad de una ciudad que, en medio de todo, sí ha cumplido y acatado las medidas, y sancionado socialmente a quienes las violan.

SEMANA: ¿Cuál es el número exacto de camas de ucis con las que cuenta la ciudad y su porcentaje de ocupación real? ¿En dónde se puede consultar esta información de manera pública? J.P.: Barranquilla tiene hoy la mayor oferta por habitantes en Colombia de unidades de cuidados intensivos. Esta oferta es regional, y nos permite cubrir al Distrito, los municipios del Atlántico y otros departamentos de la región Caribe. Desde el mes de marzo, diseñamos nuestro plan de expansión para salirle al paso a la emergencia, y pasamos de 411, que entonces teníamos, a casi 600 unidades de cuidados intensivos para adultos, gracias a nuestras compras directas y al apoyo decidido de la empresa privada y el Gobierno nacional. Hemos insistido, sin embargo, que las ucis no son la solución, sino la prevención y el cumplimiento de las medidas sanitarias. Cuando un paciente llega a una uci, es porque tiene comprometida su opción de vida. La ocupación de nuestras ucis se ha mantenido entre un 80 por ciento y 85 por ciento durante el mes de junio, lo que corresponde a un incremento en la demanda del servicio.

SEMANA: La encuesta Invamer evidencia que su favorabilidad ha disminuido a niveles en los que sus antecesores nunca estuvieron. ¿Qué lectura hace de la situación? J.P.: Las cifras indican que Barranquilla sería la primera ciudad en alcanzar el pico epidemiológico. Si los cálculos no fallan, seríamos la primera en salir. Creo que todos los gobernantes hemos estado asumiendo el costo político de esta circunstancia sobreviniente, para la cual tuvimos que prepararnos en la marcha. La imagen política no es importante ahora, al menos no en mi caso, porque, como dije, solo me interesa sacar a la ciudad del contagio, salvar la vida de los barranquilleros y que todos aprendamos las lecciones que nos deja la emergencia, para ser, al final, una mejor sociedad.