Tengo 72, soy un viejo cacreco, según las determinaciones de la pandemia. Yo jamás me imaginé lo que está pasando. Cuando pensaba en el futuro, si acaso llegué a imaginarme un mundo dominado por las máquinas y los computadores, pero jamás por los médicos epidemiólogos. En la llamada revolución de las canas yo quiero ser un soldado. Y sí, sumarme a esa rebelión. Se abrió un frente de subversión ideológica.
Yo leo las edades de los muertos todos los días, veo que hay de todas las franjas, entonces siento que salir o no debe ser una decisión personal. Uno sabrá cómo cuidarse. ¡Ni que tuviéramos un impedimento mental! La fecha del 31 de agosto fue un golpe fatal. ¡Tres meses! A los 70 uno no necesita que lo cuiden, es más uno cuida de otros. A los 70 es la edad en que se comienzan a conocer y a entender las reglas del juego.
Jean Claude Bessudo, empresario colombiano. Foto: Andrés Rozo Estos días he pensado que existe un derecho llamado el Habeas Corpus, que existe creo desde la época de Carlomagno. Y que le supriman a uno este derecho, el derecho a no ser retenido, es muy complicado. Le digo a mis amigos que a uno deberían computarle la edad de la cédula, la de la entrepierna y la edad mental. Tengo 12 años de edad mental, entonces haciendo el cálculo, siento que debería poder salir. Vea el video del reportaje de SEMANA rebeldes con canas
Yo tengo una gran ventaja: no tengo problema en estar en mi casa. Adoro estar con mi familia. No tengo derecho de quejarme, pero el solo hecho de saber que no puedo viajar, no puedo moverme, es complejo. Soy consciente de que hay gente con mayores dificultades de estar en casa y que no tengo autoridad para hablar en este frente. Pero hay unos límites. Para mí, el “abuelito”. Yo no soy el abuelito de nadie. Le tengo prohibida esa palabra hasta mis nietos. Les he dicho que pueden llamarme “viejo pendejo” o Jean Claude pero abuelito jamás. No me siento para ancianato geriátrico.