Colombia es un país machista con sus mujeres políticas. Así quedó en evidencia tras lo ocurrido con la nueva presidenta de la Cámara de Representantes, Jennifer Arias, quien terminó siendo duramente atacada por su físico y un disfraz que usó hace años en una fiesta de Halloween, con el que estaba vestida con un top y una pistola de juguete. “Esto se ve mucho. Lo que ocurre es que en esta ocasión fue público y puso en evidencia que en Colombia todavía hay cierta cultura de estigmatizar a las mujeres por su apariencia”, aseguró Arias sobre el episodio. Señala que se sintió vulnerada por sus gustos, su trabajo y su personalidad. “Es algo que viven muchísimas mujeres en nuestro país y que no se hace evidente. Es una violencia silenciosa”, dijo.
Como líder política que es, la nueva presidenta de la Cámara, oriunda del Meta, sabe perfectamente que está sometida a la crítica y al escrutinio, y debe dar respuestas a interrogantes sobre su vida pública y el pasado de sus familiares. Pero aquí el asunto no fue ese. Lo que se vio fue una avalancha de comentarios personales que terminaron estigmatizándola. La sociedad colombiana sigue teniendo una deuda muy alta a la hora de garantizar que la política deje ser un terreno machista, supuestamente bajo el dominio exclusivo de los hombres.
El caso de Arias no es el único. Otras congresistas con las que habló SEMANA se pronunciaron sobre este problema de fondo. La representante a la Cámara Katherine Miranda, por ejemplo, cuenta que también ha sufrido ataques, críticas o halagos por su físico, en momentos en los que se ha dejado de lado su desempeño profesional o legislativo. Miranda llegó en 2018 por primera vez al Congreso. Asegura que desde entonces, e incluso desde la campaña, ha tenido que sortear todo tipo de comentarios.
Señala que, gracias a su carácter y a su trabajo, se ha ganado a pulso el respeto de sus colegas. Miranda, de la Alianza Verde, relata que cuando inició su trabajo en el Capitolio varios de sus colegas no veían en ella una voz con autoridad para tomar decisiones en su colectividad y por eso preferían buscar a los hombres. Sobre el episodio sufrido por Jennifer Arias, dice que si bien no está de acuerdo con ella desde el punto de vista político, rechaza los ataques que le hicieron por asuntos personales y físicos.
“Es una violencia normalizada, silenciosa, de la cual somos víctimas muy seguramente todas las mujeres en el Congreso, y en general todas aquellas que estamos en la política”, dice Miranda. Agrega que, en medio de las diferencias, respeta el trabajo de cada una y pide solidaridad ante los ataques machistas.
La senadora Paloma Valencia, del Centro Democrático, también ha sufrido el machismo en carne propia. Sobre lo que sucedió con Jennifer Arias, afirma que cada persona tiene la libertad de tomarse las fotos que considere y a mostrar sus preferencias. “Ella no está cometiendo ningún delito. Es muy grave que se estigmatice a las mujeres por ser bonitas o pretender ser sexis. Uno puede ser bonito e inteligente, y se puede ser sexi y presidenta de la Cámara de Representantes”, sostuvo Valencia.
Ella contó que, por el hecho de ser mujer, ha tenido que recibir un trato distinto y muchas veces incómodo. Por ejemplo, menciona que en ocasiones algunos colegas han intentado torpedearle debates o proyectos coqueteándole o haciendo comentarios sexistas. También cuestiona las caricaturas de Matador porque, a su juicio y en ocasiones, son misóginas y atacan a las mujeres por su aspecto físico u otras características alejadas del trabajo político.
Para Valencia, Colombia sigue siendo un país supremamente machista en lo político y difícil para las mujeres que buscan incursionar en lo público. Dice que todas deben hacer un doble esfuerzo para ganarse el respeto. Por ejemplo, la senadora recuerda las listas paritarias que fueron aprobadas en el nuevo Código Electoral. A pesar de ese avance, advierte que para una verdadera paridad se necesita que las listas sean cerradas con el fin de que la mitad de las mujeres postuladas llegue al Congreso. “Si no logramos que las listas sean cerradas no va a haber un efecto significativo en la elección del número de mujeres. Evidentemente seguimos en un estadio en el que las mujeres aún están muy relegadas en la política”, agregó Valencia.
El voto femenino en Colombia se puso en marcha en 1954 por medio de la Asamblea Nacional Constituyente bajo el Gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla. Desde entonces las mujeres han ido ganando terreno. Sin embargo, el desafío sigue siendo muy grande, pues las mujeres que forman parte del Congreso hoy apenas representan el 19,7 por ciento.
En el caso de Jennifer Arias, se trata de la primera representante del Meta y de toda la Orinoquía en llegar a la presidencia de la Cámara; hace 17 años una mujer no la presidía. La última fue Zulema Jattin, en 2004, y previamente había sido la actual consejera para los Derechos Humanos, Nancy Patricia Gutiérrez, en 1999. Precisamente, Gutiérrez también fue la última presidenta del Senado, en 2007. Dilian Francisca Toro, en 2006, y Claudia Blum, en 2005, también abonaron el terreno en su momento para la incursión de las mujeres en los cargos directivos del Congreso.
Las congresistas coinciden en que el panorama debe cambiar y para ello es necesario trabajar en varios frentes. Lo primero es que se debe votar por más mujeres y por eso se necesitan más aspirantes. Desde ONU Mujeres se han adelantado algunas iniciativas con ese propósito. La Escuela de Mujeres Lideresas es una de ellas. Desde el pasado 26 de julio se dio apertura a la segunda versión de este proceso, que tiene como objetivo fortalecer los liderazgos femeninos en el país.
La iniciativa está liderada por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, mediante la Consejería Presidencial para la Equidad de la Mujer, en alianza con otras instituciones educativas, fundaciones y la Registraduría. La primera fase, en octubre, graduó a 1.107 mujeres como políticas y se espera que en esta edición puedan llegar a ser más de 3.000. El propósito es impulsarlas para que tengan incidencia en la definición de políticas públicas y ocupen cargos de elección popular.
En materia legislativa, también hay proyectos para combatir la violencia contra la mujer. Por ejemplo, en el Congreso será discutida una reforma que busca ampliar en materia penal los delitos contra la mujer por hechos que generalmente están normalizados o aún son comunes en la sociedad, como el acoso callejero o el consenso necesario para tener relaciones sexuales.
La meta de ONU Mujeres es que, en 2030, Colombia sea un país paritario en su participación política. Arias presidirá la Cámara de Representantes en medio de este complejo panorama que marcó su elección. En las últimas semanas muchas personas se han solidarizado con ella.