Minutos antes de ser asesinado, el líder indígena Jesús Antonio Montano se comunicó con su hermana Orfelina Montano vía WhatsApp. Le dijo que, luego de una reunión política en Popayán, iba caminando hacia la vereda Rejoya, en zona rural. Ya caía la noche del 5 de junio y desde ese momento no se supo nada más de él, hasta que fue encontrado el día 14 del mismo mes tirado en una zanja y con su cuerpo en alto grado de descomposición.

El líder de la comunidad misak caminaba a pesar de las amenazas y de tener esquema de seguridad, porque había días –como aquel– que se acababa la gasolina de las camionetas de la UNP y los viáticos se demoraban en llegar, denuncia su familia.

“Él tenía seguridad, pero a veces no sé qué pasaba y se acababa la gasolina y le tocaba irse a pie o en bicicleta”, dice Orfelina. Jesús Antonio, de 53 años, era uno de esos casos especiales en medio de territorios hostiles. Desde hace varios años decidió separarse del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), pues en el seno de esa organización se le impedía expresar su postura política a favor del uribismo y de la derecha colombiana.

Fue amigo personal del expresidente Álvaro Uribe y en la reciente campaña política apostó fuertemente por Federico Gutiérrez. Incluso, en la última manifestación pública del entonces candidato en Popayán, Jesús llegó con un chaleco antibalas. Las amenazas de los grupos armados por su proselitismo político aumentaron por aquellos días.

“Lo tenían amenazado por pensar diferente. Este país está tan corrupto y él venía denunciando anomalías que venían pasando y por eso le callaron la voz. No sé qué pasa en el Cauca, pero, cuando una persona piensa diferente, aseguran que están en contra de ellos. Este país no es democrático porque a mi hermano lo mataron por pensar diferente”, levanta su voz Orfelina.

Las organizaciones indígenas en el Cauca se han caracterizado en los últimos años por su apoyo en masa a candidaturas alternativas. A eso se suma la proliferación de estructuras armadas disidentes de las Farc, que aún conservan una ideología de izquierda radical. En medio de ese coctel social, político y armado, un indígena misak buscó otro camino y eso abrió paso para que los violentos callaran su voz.

A Jesús un puñado de hombres armados lo esperaron en la carretera. Lo llevaron a un paraje oscuro y le dispararon en tres ocasiones en el rostro, luego lo dejaron tirado en una zanja. Nadie vio ni escuchó nada. La familia lo buscó por siete días hasta que animales carroñeros mostraron dónde estaba el cadáver.

“No era un líder”

No es la primera vez que los Montano deben afrontar una tragedia de este tipo. En 2011 el hijo mayor de Jesús Antonio también fue asesinado por la postura política de esa familia. La persecución desde ese momento fue agresiva, tanto de los grupos armados como de las organizaciones indígenas que siempre negaron el liderazgo de Jesús, pues no estaba alineado con sus pensamientos de base.

En un penoso comunicado, las autoridades indígenas del movimiento Aiso declararon tras el asesinato de Jesús: “El señor Montano dio inicio a una vida individual fuera del cabildo, principalmente junto al partido político denominado Cambio Radical, luego en el Centro Democrático, y a título individual hablaba a nombre del pueblo misak, autoproclamándose como líder”.

Frente a esto, Orfelina responde: “Mi hermano era un líder social. Me consta que trabajó por ayudar a la comunidad. Por ejemplo, en la vereda Rejoya, donde venía, toda esa gente que vive en la parcelación Los Naranjos fue por esfuerzo de mi hermano. Hay mucha gente criticando y diciendo que él no era un líder, pero ¿si eso no es ser líder, entonces qué es?”.

Montano había denunciado que disidencias de las Farc estaban presionando para votar por Petro. El expresidente Álvaro Uribe fue el único que acompañó personalmente a la familia de este líder indígena, en medio de la tragedia.