La casa donde nació la madre Laura Montoya en Jericó, Antioquia, es un espacio de nutrida y permanente peregrinación y muchos la consideran un sitio sagrado. Miles de turistas la visitan, así como al municipio, atraídos por el lugar en donde vivió la primera santa colombiana, canonizada por el papa hace tres años. Sin embargo, a las afueras de la vivienda de la religiosa no solo acuden fieles en busca de milagros, pues se había transformado en uno de los sitios favoritos de una poderosa banda dedicada al microtráfico en ese municipio.Los Zarcos, la mitad de los cuales son familiares entre sí, eran los ‘dueños’ de la distribución de dosis de cocaína, marihuana y otras drogas en ese pueblo. No obstante, hace dos años hombres del Clan del Golfo, la banda que comanda Darío Úsuga, alias Otoniel, llegaron al lugar. Los Zarcos recibieron una oferta sin opciones: o trabajaban para ellos o morían asesinados. La ‘alianza’ quedó sellada y los hombres de Otoniel, antes llamados los Urabeños, inundaron la población de droga para que la banda reclutada la vendiera al menudeo.Durante un año agentes encubiertos de la Policía de Antioquia se dedicaron a seguir y documentar en audio y video los movimientos de la organización. En las grabaciones de las autoridades se escucha la forma abierta en la que los integrantes de la red hablan sobre la compra y venta de la droga (videos y audios en Semana.com). Tras 12 meses de investigación, la semana pasada las autoridades capturaron a 44 personas de la banda. Tan solo en ese municipio, de escasos 13.000 habitantes, los Úsuga obtenían ganancias por 2.900 millones de pesos mensuales producto de la venta de 55.000 dosis de droga.

Esta operación confirma de nuevo la estrategia financiera de Otoniel y su bacrim, consistente en extorsionar y poner a trabajar para el Clan del Golfo a decenas de delincuentes menores en la mayoría de los municipios antioqueños. Las cifras y estadísticas de la lucha contra este fenómeno de microtráfico demuestran su dimensión.

Durante 2016, la Policía de Antioquia desarticuló 47 bandas al servicio del Clan del Golfo en 36 municipios de ese departamento, lo que dejó 1.158 capturados, en operaciones similares. Entre cocaína, bazuco y marihuana, y otras drogas, decomisaron siete toneladas de estupefacientes en dosis. Los ingresos por estas actividades de microtráfico para Otoniel y su banda rondan los 60.000 millones de pesos anuales, solo en territorio antioqueño.“La importancia de atacar las organizaciones que trabajan para el Clan del Golfo no solo se mide por el daño en colegios y en las calles, sino porque muchos de esos grupos también incursionan en otras actividades para esa bacrim, como por ejemplo extorsiones o asesinatos, entre otros delitos”, explicó a SEMANA un oficial de inteligencia.El asunto no es nuevo ni exclusivo de Antioquia. Desde los grandes carteles hasta los paramilitares y las bacrim han acudido a captar, por las buenas o por las malas, a las bandas de crimen local. Si bien el 95 por ciento de los más de 1.000 capturados permanecen tras las rejas, a las autoridades les preocupa que ese modelo criminal de reclutar bandas le permita al Clan del Golfo reemplazar a los arrestados con relativa facilidad y rapidez. Impedir que esto siga ocurriendo en ese departamento y otras regiones del país es uno de los grandes desafíos de las autoridades. Escuche los audios: