En sus últimos meses en la presidencia, Juan Manuel Santos reiteró que no ejercería un papel activo en la política después de terminar su periodo. Siempre dijo que su modelo de expresidente era el de Belisario Betancur, fallecido en diciembre pasado, quien después de su cuatrienio en el poder prefirió la cultura y la poesía sobre el proselitismo partidista o sobre la defensa de su legado. Santos reiteró su propósito en su alocución televisada de despedida, el 6 de agosto: “No voy a molestar, no voy a intervenir y no voy a ser un aguijón en la nuca de mi sucesor”, dijo. La coincidencia entre esa intención y la muerte de Belisario lo convirtió en una especie de relevo lógico de una expresidencia discreta. Por tradición, los expresidentes colombianos mantienen un alto protagonismo. Son jefes naturales de sus partidos. Turbay, López, Gaviria, Samper y Pastrana cumplieron un papel semejante al de los “ancianos de la tribu”: figuras simbólicas siempre consultadas y recursos de última instancia para resolver problemas internos. Sobre todo en épocas de elecciones. Puede leer: Vaticano desmiente “millonaria cuenta secreta” de Santos Solo Álvaro Uribe ha sido distinto. No había terminado su segundo periodo presidencial cuando ya había vuelto al centro de la escena política. Y con todo: se ha sometido dos veces al voto popular y ha ganado en dos ocasiones su curul de senador con votaciones que superan, con creces, a las demás cabezas de lista. Durante los ocho años de Santos consolidó al Centro Democrático como partido: fue la primera fuerza en las últimas elecciones para el Senado y ocupa el primer lugar de preferencias en las encuestas. Su férrea oposición le dio frutos, pues lo convirtió en el gran elector de Iván Duque, un joven sin experiencia ni trayectoria que derrotó a pesos pesados de la política gracias a su asociación con Uribe. Santos tiene hoy mejor imagen que la que tuvo durante la mayor parte de sus ocho años en el poder Pero Santos tenía varias razones para plantear un perfil discreto. El principal era, precisamente, que no quería repetir el camino de Uribe, cuya oposición llegó a convertirse en su principal dolor de cabeza durante ocho años. Después de haber sido aliados –Santos sirvió como ministro de Defensa de Uribe– las relaciones gobierno-oposición en los últimos ocho años fueron las más difíciles que se recuerden, tal vez desde la República Liberal de los años treinta con el conservador Laureano Gómez en el Senado. El ahora expresidente Santos consideraba que un pronto retiro contribuiría al regreso de la paz política. También lo motivaba la posibilidad de dedicarle la mayor parte de su tiempo al tema que más le gusta: las relaciones internacionales. Ya lo había mostrado desde sus ocho años en la casa de Nariño –ha sido el mandatario más activo en la diplomacia presidencial– y con el premio Nobel de paz en la mano tiene invitaciones permanentes para participar en foros y debates con los grandes personajes del mundo. Su experiencia como arquitecto del proceso de paz con las Farc lo ha convertido en una figura que suscita gran interés en el mundo. Eso le ha permitido vivir en Colombia y viajar con frecuencia a dictar conferencias y participar en eventos académicos. Tiene contratos con la Universidad de Harvard en Boston y con la Universidad de Oxford en Londres, en las que dicta conferencias sobre medio ambiente, educación, pobreza multidimensional y, por supuesto, el proceso de paz. “Santos añoraba ser profesor”, le confesó uno de sus allegados a SEMANA.
Pero hay una diferencia enorme entre la expresidencia de Juan Manuel Santos y la de Belisario Betancur: el protagonismo de las redes sociales. Ellas le han permitido difundir imágenes que fortalecen la percepción de que es un estadista retirado de la política. En su cuenta de Instagram publicó, a un mes de su salida de la presidencia, una foto con la sabana de Bogotá de fondo en un día soleado de septiembre, dedicado a descansar con un café colombiano y un nuevo libro. Después han venido otras: en los campus de las grandes universidades, en bicicleta y en diversas circunstancias familiares, en especial con su nueva nieta, Celeste. Santos cuenta con 227.000 seguidores en Instagram. Además de la docencia universitaria, el expresidente adelanta proyectos educativos que le dan continuidad al proceso de paz que puso en marcha desde la Casa de Nariño. Con el pretexto de “construir paz, proteger el medio ambiente y luchar contra la pobreza” creó la Fundación Compaz. Bajo la dirección del cartagenero Sergio Londoño Zurek, Compaz empezará labores este año. Sin embargo, ya adelanta una iniciativa de conciliación y resolución de conflictos en redes sociales con el hashtag #ElRelatoDeLaPaz, en el que invita a los ciudadanos a compartir sus historias para escribir una nueva página de la historia colombiana. Adicionalmente, Juan Manuel Santos trabaja en su tercer libro, que según sus amigos podría tratar sobre los acuerdos de paz con las Farc o sobre su gestión de gobierno. Le recomendamos: "Esa narrativa del Gobierno Santos para acallar un gremio está demolida": Lafaurie responde a críticos El expresidente Santos, en fin, ha mantenido su promesa –y su propósito– de estar al margen de la política. Ha preferido reencontrarse con actores internacionales que fueron sus interlocutores durante la presidencia, como Joe Biden, exvicepresidente de Estados Unidos; John Kerry, exsecretario de Estado; Amartya Sen, Nobel de economía, y Sebastián Piñera, presidente de Chile. Su propósito, además de un sentimiento real, también surgió de un consejo que le dio el diplomático surcoreano y exsecretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon: “No comprometerse con nada formal por mínimo dos años”. Hasta ahora lo ha seguido.
¿Lo mantendrá hacia el futuro? Hasta el momento, el retiro de la política le ha sido fructífero. En la última encuesta de Invamer su imagen obtuvo el registro más alto en varios años: 45 por ciento, incluso por encima, por primera vez, de Álvaro Uribe. Santos está convencido de que su actual posición política es la que más le conviene, y a sus excolaboradores en el gobierno les ha enfatizado que no hará declaraciones que contribuyan a la polarización. Entre otras cosas porque está convencido de que “la verdad, como la justicia, algún día saldrá”, según les ha dicho. Se ha abstenido de compartir opiniones, entrar en debates o responder acusaciones. No se defendió, por ejemplo, cuando el actual gobierno lo acusó de haber dejado al país con un déficit de 15 billones de pesos. Confidencial: La lechona de los Santos Pero no faltarán cantos de sirena. Este año habrá elecciones regionales en el mes de octubre y su partido, La U, se juega gran parte de su futuro. Después de los escándalos que afectaron a los ñoños, la caída en la votación en las campañas para el Congreso y las divisiones entre un sector que apoya al gobierno de Duque y otro que prefiere la oposición, muchos buscarán en el expresidente una voz aglutinadora. Será la prueba de fuego que definirá hasta dónde va su anuncio de seguir el modelo de Belisario Betancur y mantenerse alejado de la actividad partidista.