SEMANA: Cuando llegó a la Presidencia hace ocho años, ¿se imaginó que sería tan difícil?JUAN MANUEL SANTOS: Fue mucho más difícil. Yo sabía que gobernar a Colombia iba a ser duro, no me imaginé que lo era tanto. Venía de experiencias como ministro en dos gobiernos muy difíciles, pero ser presidente es otra cosa. Ser ministro es muy fácil porque uno toma las decisiones, pero cuando la cosa se complica, llama al presidente. En cambio, el presidente no puede llamar a nadie.SEMANA: O sea, ¿esa famosa imagen de la soledad del poder es real?J.M.S.: Sí, esa sensación de estar uno solo. Muchas veces me sentí muy solo y hacía lo que mi conciencia me decía, y yo creo que eso es un buen consejo para cualquier gobernante. Dormir bien es muy importante para ser efectivo en el día a día, y uno para poder dormir tranquilo tiene que hacer lo que la conciencia le dice.
SEMANA: ¿Qué fue lo más duro? ¿La traición de algunas personas cercanas?J.M.S.: La definición de la presidencia que hizo Jefferson al final de su vida, diciendo que la presidencia le significó perder amigos todos los días. Los intereses políticos muchas veces superan las relaciones personales y la lucha por el poder saca lo peor de la condición humana. La traición siempre duele, y a mí hubo muchas que me dolieron, por supuesto.SEMANA: Pero muchos dicen que usted traicionó a Uribe…J.M.S.: Yo nunca traicioné a Uribe. Sus tres huevitos están hechos unos gallos de pelea. Lo que ha sucedido en seguridad, en confianza inversionista o en cohesión social, yo lo continué.SEMANA: ¿Es cierto que la noche del triunfo del No en el plebiscito contempló renunciar?J.M.S.: Sí, efectivamente, yo mencioné que había muchas opciones, hasta renunciar, pero nunca fue una decisión.SEMANA: Usted enfrentó una oposición muy dura del uribismo, y en los últimos días de su mandato el expresidente fue llamado a indagatoria. ¿Qué sentimiento le genera esa noticia?J.M.S.: No, a mí me parece triste que un país tenga un expresidente llamado a indagatoria, sobre todo por lo que dicen que hizo. A mí afortunadamente Dios me dio la gran capacidad de no sentir odios o rencor. Puede leer: El salto del deporte en ColombiaSEMANA: ¿Algún día se va a volver a reconciliar con él?J.M.S.: Lo he querido muchas veces porque sé lo mala que es esta pelea para el país. En mi último discurso, en la instalación del Congreso, me metió 71 trinos. Ojalá yo tuviera esa capacidad de trinar tan rápido, pero eso lo que demuestra es un odio visceral. Yo afortunadamente no siento ese odio. Si el día de mañana el presidente Uribe, como le he mandado a decir muchas veces, quiere tomarse un café conmigo y reconciliarse, yo sería el más contento.SEMANA: Usted ha dicho que va a ser un expresidente discreto, que seguirá el modelo de Belisario Betancur. ¿Sí será capaz?J.M.S.: Me siento muy capaz, siempre y cuando no se metan con mi honra. Quiero, realmente, ejercer esa profesión que se llama el uso del buen retiro, dedicarme a escribir, a aceptar una cantidad de invitaciones que tengo por el Nobel.“Seré un expresidente reservado, siempre y cuando no se metan con mi honra”SEMANA: ¿Asistirá a las reuniones de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, en la que tienen asiento los expresidentes?J.M.S.: No lo creo.SEMANA: Si el presidente Duque le pide un consejo, ¿se lo daría?J.M.S.: Siempre estaré listo a ayudar con algún consejo, pero no me voy a poner furioso si no me llama a pedírmelo. Los otros expresidentes sí se molestan. A mí me dijeron que la rabia de Pastrana conmigo era porque no lo llamaba a pedirle consejo. Yo le agradecería al presidente Duque que no me llame, pero si hay una necesidad imperiosa, siempre estaré listo.SEMANA: Si se lo pidiera hoy, ¿cuál le daría?J.M.S.: Que mantenga la posición que me sostuvo en nuestra reunión de empalme, de no gobernar con espejo retrovisor, seguir lo que está funcionando bien, construir sobre lo construido, corregir por supuesto lo malo, tener sus iniciativas propias y unir el país.SEMANA: En el Centro Democrático se perciben dos tonos: el del empalme que fue cordial, amable; y el del Congreso, bastante más beligerante. ¿Cuál es su percepción sobre eso?J.M.S.: Eso mismo. El presidente Duque tiene una actitud muy conciliadora que es la correcta. Me dijo: yo voy a continuar todo lo que esté funcionando y voy a corregir lo que no está funcionando, tengo unas iniciativas propias y no voy a gobernar con espejo retrovisor. Pero cuando uno escucha a los voceros del Centro Democrático, hay dos actitudes diametralmente opuestas. SEMANA: ¿Por qué la Unidad Nacional no fue sostenible y no se comprometió en el largo plazo con la paz?J.M.S.: La Unidad Nacional se creó para gobernar durante mi gobierno. Yo la hice para tener gobernabilidad en el Congreso y pasar las leyes y las reformas. Pasamos prácticamente todo lo que quisimos. Pero no era una unidad para perpetuarse porque cada partido tenía que volver otra vez a sus orígenes.SEMANA: Hablando de la Unidad Nacional, este gobierno fue muy criticado por la repartición de “mermelada” y por la politiquería...J.M.S.: La representación partidista en el gobierno es de la esencia de la democracia, aquí y en Cafarnaúm. En cuanto a la mermelada, fue una satanización muy efectiva de la oposición a las inversiones regionales y las relaciones con el Congreso que existen en cualquier democracia. Los parlamentarios tienen todo el derecho de sugerir inversiones para sus regiones, para eso los eligen. Lo que sí es condenable es lo que el fiscal llama la mermelada tóxica, es decir, cuando esas inversiones son mal hechas o se roban la plata. Eso debe tener cárcel y en su combate y erradicación estamos empeñados todos. SEMANA: ¿No es paradójico que partidos que estuvieron tan comprometidos con la paz hoy estén con un gobierno que plantea posiciones abiertamente contrarias?J.M.S.: Es muy paradójico y muy triste porque eso me recuerda la famosa frase de Churchill: hay personas que cambian de partido por cuestiones de principios y otros que cambian de principios por cuestiones de partido.Le recomendamos: Santos pasa al tablero: lo bueno, lo regular y lo malo de su mandatoSEMANA: Pero eso es una especie de traición política…J.M.S.: En mi propio partido, a mí me da mucha tristeza ver, por ejemplo, a un personaje vicepresidente del Senado que deja mucho que desear. Desafortunadamente la política, como algunos dicen, es demasiado dinámica.SEMANA: Usted hace un balance positivo de su gestión, pero ¿cómo explica que a la segunda vuelta llegaron dos candidatos de las dos oposiciones, la de la derecha y la de la izquierda? J.M.S.: Yo fui elegido por la derecha en mi primer mandato y por la izquierda en el segundo, eso es algo que no es muy usual. Las circunstancias nos llevaron a eso. Yo soy de centro, de la tercera vía, pero la paz me asoció más a la izquierda que a la derecha. Yo soy conservador en lo económico y liberal y progresista en lo social.SEMANA: ¿Pero esa posición no le generó la incomprensión tanto de la izquierda como de la derecha?J.M.S.: Sin duda, cuando uno está en el centro se expone a que de la izquierda y la derecha lo critiquen. Lo mismo pasa con la paz: hay que trazar una línea entre justicia y paz, y siempre habrá críticos que quieren más justicia y críticos que quieren más paz. Si solamente criticaran de un lado, querría decir que la paz no fue equilibrada…SEMANA: ¿Cómo interpreta los 8 millones de votos de Gustavo Petro?J.M.S.: Primero, porque que ya no existe el fantasma de las Farc. A la izquierda siempre le sacaban su cercanía con la guerrilla, y ese fantasma desapareció. Segundo, fue un muy buen candidato: las candidaturas hoy no se desarrollan con argumentos, sino en emociones y eso es una realidad que no es buena para la democracia, ni para la gobernabilidad, pero que da en muchas partes. En Estados Unidos pasó algo parecido: puras emociones y muy pocos argumentos. Tercero, encarnó el voto protesta, el de la inconformidad. Cuarto, los otros cometieron el error de irse demasiado a la derecha. Buenos candidatos como Germán Vargas se alejaron del centro, que entonces se dividió y se fueron muchos para donde Petro.
“Estoy dispuesto a tomarme un café con Uribe para reconciliarme”SEMANA: Una tesis académica dice que en Colombia no hay polarización sino radicalización de la derecha, ¿qué opina?J.M.S.: Yo diría que hay de los dos. La extrema derecha aquí sí se ha fortalecido. Veo expresiones que yo no escuchaba o leía desde la época de Laureano Gómez, de posiciones muy de extrema derecha, pero la izquierda también está fortalecida y está ejerciendo su oposición con toda la vehemencia. Si la izquierda quiere tener futuro, debe tener más la inteligencia de no radicalizarse demasiado porque tenemos ejemplos catastróficos como el de Venezuela.SEMANA: Su mandato va a ser recordado por haber hecho un acuerdo con las Farc. ¿Qué lo hizo posible?J.M.S.: Una serie de factores. Le menciono tres: invertir la correlación de las Fuerzas Militares a favor del Estado; convencer a los líderes de la guerrilla que les va mejor negociando la paz que continuar la guerra; y, muy importante, en cualquier guerra asimétrica hay que tener el apoyo regional. Esas tres facilitaron el inicio del proceso y luego requerimos mucha paciencia y tener muy claro a dónde queríamos llegar.SEMANA: ¿Creyó en algún momento que no iba a haber un acuerdo?J.M.S.: Yo llegué con un altísimo grado de escepticismo y por eso nunca acepté lo que las Farc propusieron de un cese al fuego desde el comienzo. Poco a poco me fui convenciendo de que en esta ocasión las Farc sí estaban jugando en serio porque en las veces anteriores se habían aprovechado de las negociaciones para fortalecerse militar y políticamente.SEMANA: ¿Qué lo convenció?J.M.S.: Otra vez, una serie de factores. La primera prueba fue en la parte secreta. Las Farc siempre habían filtrado cualquier intento de negociación confidencial para utilizarla a favor de ellos y en contra de los gobiernos. En esta ocasión, no filtraron una sola palabra y eso fue una prueba muy importante. Luego, lo que sucedió después de dar de baja a Alfonso Cano. Que hubieran continuado me convenció de que realmente estaban en serio buscando un proceso de paz. SEMANA: ¿Y en la fase de negociaciones, hubo algún momento en el que creyó que podía no haber acuerdo?J.M.S.: Pues nos levantamos varias veces de la mesa. Por ejemplo, sobre el tema del narcotráfico. Yo desde el comienzo lo impuse, y las Farc no querían que eso quedara en la agenda. Ahí hubo una crisis porque ellos sostenían que no eran narcotraficantes. Cualquier compromiso con la lucha contra el narcotráfico los pondría a ellos como si fueran narcotraficantes, inclusive los pondría en tela de juicio legalmente; de manera que ese fue un tema muy álgido. Pero hubo muchos momentos en los que las cosas fueron muy tensas.SEMANA: Con la derrota del Sí en el plebiscito, ¿pensó que se podría dañar el proceso?J.M.S.: Sí, yo creí que se podía dañar, pero muy rápidamente le encontré el lado bueno. Dije: como los líderes del No dicen que sí quieren la paz, veamos qué es lo que no les gusta para introducirlo en los acuerdos. Yo vi el nerviosismo de los líderes del No con semejante responsabilidad –haber ganado– porque eso nadie lo esperaba, ni ellos. Aproveché esa oportunidad para invitarlos, para tener un acuerdo mejor y más fortalecido y 58 de las 60 propuestas que hicieron las incorporamos en el acuerdo.SEMANA: Enviar equipos paralelos al grupo de negociadores ¿le generó problemas con Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo?J.M.S.: Siempre hay algún grado de molestia, eso es inexorable, porque sienten que uno los está o desplazando o desautorizando. Pero enviar gente nueva, con un enfoque nuevo y con un aire nuevo, es siempre oportuno y conveniente en momentos también especiales. Fue un consejo de los asesores internacionales, que tenían mucha experiencia en el tema.SEMANA: A diferencia de otras negociaciones, esta vez fue clave la participación de los militares. Tanto en la mesa como en la negociación del cese al fuego, que la hicieron oficiales activos…J.M.S.: Y no solo eso, los primeros en enterarse del inicio de este proceso fueron los comandantes de cada fuerza y el director de la Policía. Los mantuve enterados de cada paso porque yo me había dado cuenta de que haberlos ignorado en los casos anteriores había sido un error craso.SEMANA: La reunión con los militares después del triunfo del No: ¿fue difícil cuando en el acuerdo ya renegociado apareció un punto sobre la famosa responsabilidad de mando?J.M.S.: Sí, pero no fue tan difícil como algunos están diciendo. Hubo opiniones de los militares sobre algunos aspectos de la justicia especial de paz, pero al final salió lo que les convenía a ellos. Lo que pasa es que mucha gente los envenenó, a algunos de ellos, diciéndoles que iban a ser juzgados por un juez de las Farc… pero al final salió todo como debía salir.SEMANA: ¿La calidad del acuerdo final y del proceso mismo se deterioraron con el triunfo del No?J.M.S.: Yo diría que es lo contrario, que tenemos un acuerdo mejor, con una base más amplia, con menos argumentos de los opositores del acuerdo porque incorporamos sus observaciones y sus preocupaciones. Tal vez lo que sí sucedió es que el No dividió al país en dos porque prácticamente la votación fue 50 y 50. Eso se ha prolongado en otras esferas y eso no es bueno ni para la paz, ni para la gobernabilidad en general de un país. Si me preguntan qué me hubiera gustado dejar como gobernante, que no estoy dejando, es un país unido. Infortunadamente este país está muy dividido.
“Al próximo gobierno le va a quedar muy difícil bajar impuestos”SEMANA: ¿Por qué da la sensación de que usted no tuvo el mismo impulso en la implementación que en la negociación de la paz? ¿Pensó alguna vez aparecerse en el Congreso para impulsar la aprobación de las curules para las víctimas o evitar el aplazamiento de la discusión de la JEP?J.M.S.: Estamos en una democracia, con independencia y separación de poderes, y al final de ocho años de gobierno no es tan fácil hacer aprobar las leyes. Además, la Corte Constitucional, en una decisión con la que no estuve de acuerdo, permitió que el Congreso modificara proyectos derivados de los acuerdos. Eso le dio pie a muchos parlamentarios para dilatar el trámite de las leyes. Pero yo creo que la implementación va bien. Completamos lo que es la esencia de cualquier acuerdo: la desmovilización, el desarme y la reincorporación; la justicia transicional ya está funcionando. Los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial ya se están terminando de construir, con la participación de las comunidades, y en 2019 entrarán en funcionamiento.SEMANA: El presidente Duque ha hablado de ajustar los acuerdos. ¿Aun así, no cree que está en tela de juicio la implementación de lo que se pactó en La Habana?J.M.S.: Él ha venido recogiendo velas. Si usted ve su posición inicial y la posición final, se ha dado cuenta de que ajustar los acuerdos es fácil decirlo, pero imposible hacerlo. Yo le dije al presidente electo, en el empalme, que posiblemente hay cosas que se pueden mejorar porque ninguna obra humana es perfecta. Pero lo que no es aceptable es la imposición de modificaciones.SEMANA: En el frente económico hubo muchos cambios, sobre todo por la caída del petróleo. ¿Cómo es Colombia hoy a diferencia de la que usted encontró?J.M.S.: Hoy tenemos una economía mucho más sólida y más fuerte de lo que teníamos hace ocho años. Tenemos grado de inversión, la tasa de inversión más alta de nuestra historia y la más alta de América Latina. Tenemos por primera vez una clase media mayor a cualquier otro sector de la población, una economía en franca recuperación después de haber sufrido el choque externo más duro que había sufrido desde la época de la gran depresión de los años treinta. Salimos muy fortalecidos porque salimos con una economía más diversificada, la inflación controlada, empleo generado en 84 de los 92 meses que llevo gobernando, más de 3 millones y medio de empleos, 70 por ciento formales; por primera vez, se genera más empleo formal que informal.
Santos, en su último consejo de ministros, ofreció unas emotivas palabras de agradecimientoSEMANA: ¿Cuál es el mayor problema ahora?J.M.S.: Por supuesto que hay problemas. Al próximo gobierno le va a quedar muy difícil bajar impuestos porque la situación fiscal es buena, pero tenemos un compromiso, una senda que nos autoimpusimos a través de la regla fiscal que nos va a obligar a seguirnos apretando el cinturón. No cuadran las cuentas de bajar impuestos con esa senda de la regla fiscal, que es importante mantener para mantener la confianza de los inversionistas.SEMANA: Uno de los lunares del final de su gestión tiene que ver con el aumento de los cultivos ilícitos después de la firma del acuerdo de paz. ¿Cuál fue el error?J.M.S.: Un error pudo haber sido el anuncio prematuro del programa de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos. Eso pudo generar un incentivo perverso para campesinos que sembraron pensando en los beneficios del programa. Otro aspecto que influyó mucho fue la devaluación que hizo más rentable los cultivos: al fin y al cabo ese es un negocio. Pero por primera vez, gracias a la paz, tenemos una solución estructural en marcha. Estamos llegando con proyectos alternativos para esos campesinos para que abandonen definitivamente los cultivos ilícitos, lo cual va a tener un impacto positivo y permanente. La prueba de esto es que las mafias del narcotráfico están amenazando y asesinando a los líderes de la sustitución voluntaria porque saben que con esta política se van a quedar sin su materia prima.SEMANA: ¿Se relajó con la sustitución forzosa?J.M.S.: No. La fuerza pública sigue avanzando en la erradicación forzosa de cultivos. Entre sustitución y erradicación, al final de este año habremos eliminado más de 110.000 hectáreas de coca, la mitad de las que calcula el gobierno americano existen en el país. En lo que va corrido del año, hemos cumplido la meta.