En su nueva vida como expresidente, Juan Manuel Santos fue designado miembro de la Comisión Global sobre Políticas de Drogas, una reputada organización conformada por un grupo de personalidades de América y Europa que estudian el fenómeno desde la salud pública y los derechos humanos. Con la entrada de Santos, la comisión cuenta con dos expresidentes colombianos, pues uno de sus comisionados es César Gaviria. Santos, además, se convirtió en el tercer Premio Nobel del organismo. Lo preceden Mario Vargas Llosa, ganador del Premio Nobel de Literatura; así como José Ramos-Horta, ex primer ministro y presidente de Timor-Leste, quien ganó el Nobel de Paz. En la comisión también participaba Kofi Annan, el ex secretario general de las Naciones Unidas y Nobel de la Paz Laureado que falleció en 2018. La comisión tiene 23 miembros, incluidos 12 exjefes de Estado de Brasil, Chile, Colombia, Grecia, México, Nueva Zelanda, Nigeria, Polonia, Portugal, Suiza y Timor-Lenste. La comisión no solo resaltó que Santos recibiera un Nobel de Paz, sino que apoyara "valientes cambios en el sistema internacional de fiscalización de drogas". Esto no es nuevo, de hecho en 2016 Santos se reunió con los miembros de la comisión, quienes lo elogiaron por el proceso de paz con las Farc, y aconsejaron cambiar el enfoque tradicional en la lucha contra las drogas. Y es que la comisión global ha centrado su trabajo en abordar los temas de drogas visto desde la perspectiva de la salud pública, la regulación legal de varias sustancias y el fin de la criminalización de las personas que consumen drogas. Han afirmado que la guerra contra las drogas ha fracasado, y por tanto, han pedido un cambio de paradigma. De hecho Ruth Dreifuss, presidenta de la comisión, es reconocida como la impulsora de la política antidrogas en Suiza. “Colombia figura entre los países que más han sufrido en el fracaso de la guerra contra las drogas. Durante mi gobierno se implementaron reformas graduales, incluida la despenalización del uso y posesión de drogas y el programa de sustitución de cultivos más ambicioso hasta la fecha. Por tanto, me complace especialmente unirme a la Comisión Global, cuyo trabajo en los últimos ocho años ha tenido un gran impacto en las reformas en mi país y en todo el mundo. Espero poder compartir mis experiencias y trabajar para lograr mejores políticas de drogas en todas partes”, aseguró Santos. Ahora, desde la comisión global Santos hablará en pro del cambio de paradigma mientras desde Colombia su sucesor expidió un decreto parar incautar la dosis mínima de droga y contempla volver a la aspersión aérea con glifosato, que frenó la Corte Constitucional. El Gobierno Duque planea atacar todos los eslabones de la cadena bajo una vieja estrategia: combinar las formas de lucha, entre las que se encuentra tanto la sustitución de cultivos como la erradicación. Santos, lejos del mundo político En sus últimos meses en la presidencia, Santos reiteró que no ejercería un papel activo en la política después de terminar su periodo. Siempre dijo que su modelo de expresidente era el de Belisario Betancur, fallecido en diciembre pasado, quien después de su cuatrienio en el poder prefirió la cultura y la poesía sobre el proselitismo partidista o sobre la defensa de su legado. Santos reiteró su propósito en su alocución televisada de despedida, el 6 de agosto: “No voy a molestar, no voy a intervenir y no voy a ser un aguijón en la nuca de mi sucesor”, dijo. La coincidencia entre esa intención y la muerte de Belisario lo convirtió en una especie de relevo lógico de una expresidencia discreta. Por tradición, los expresidentes colombianos mantienen un alto protagonismo. Son jefes naturales de sus partidos. Turbay, López, Gaviria, Samper y Pastrana cumplieron un papel semejante al de los “ancianos de la tribu”: figuras simbólicas siempre consultadas y recursos de última instancia para resolver problemas internos. Sobre todo en épocas de elecciones. Puede leer: Vaticano desmiente “millonaria cuenta secreta” de Santos Solo Álvaro Uribe ha sido distinto. No había terminado su segundo periodo presidencial cuando ya había vuelto al centro de la escena política. Y con todo: se ha sometido dos veces al voto popular y ha ganado en dos ocasiones su curul de senador con votaciones que superan, con creces, a las demás cabezas de lista. Durante los ocho años de Santos consolidó al Centro Democrático como partido: fue la primera fuerza en las últimas elecciones para el Senado y ocupa el primer lugar de preferencias en las encuestas. Su férrea oposición le dio frutos, pues lo convirtió en el gran elector de Iván Duque, un joven sin experiencia ni trayectoria que derrotó a pesos pesados de la política gracias a su asociación con Uribe. Pero Santos tenía varias razones para plantear un perfil discreto. El principal era, precisamente, que no quería repetir el camino de Uribe, cuya oposición llegó a convertirse en su principal dolor de cabeza durante ocho años. Después de haber sido aliados –Santos sirvió como ministro de Defensa de Uribe– las relaciones gobierno-oposición en los últimos ocho años fueron las más difíciles que se recuerden, tal vez desde la República Liberal de los años treinta con el conservador Laureano Gómez en el Senado. El ahora expresidente Santos consideraba que un pronto retiro contribuiría al regreso de la paz política. También lo motivaba la posibilidad de dedicarle la mayor parte de su tiempo al tema que más le gusta: las relaciones internacionales. Ya lo había mostrado desde sus ocho años en la casa de Nariño –ha sido el mandatario más activo en la diplomacia presidencial– y con el premio Nobel de paz en la mano tiene invitaciones permanentes para participar en foros y debates con los grandes personajes del mundo. Su experiencia como arquitecto del proceso de paz con las Farc lo ha convertido en una figura que suscita gran interés en el mundo. Eso le ha permitido vivir en Colombia y viajar con frecuencia a dictar conferencias y participar en eventos académicos. Tiene contratos con la Universidad de Harvard en Boston y con la Universidad de Oxford en Londres, en las que dicta conferencias sobre medio ambiente, educación, pobreza multidimensional y, por supuesto, el proceso de paz. “Santos añoraba ser profesor”, le confesó uno de sus allegados a SEMANA.
Pero hay una diferencia enorme entre la expresidencia de Juan Manuel Santos y la de Belisario Betancur: el protagonismo de las redes sociales. Ellas le han permitido difundir imágenes que fortalecen la percepción de que es un estadista retirado de la política. En su cuenta de Instagram publicó, a un mes de su salida de la presidencia, una foto con la sabana de Bogotá de fondo en un día soleado de septiembre, dedicado a descansar con un café colombiano y un nuevo libro. Después han venido otras: en los campus de las grandes universidades, en bicicleta y en diversas circunstancias familiares, en especial con su nueva nieta, Celeste. Santos cuenta con 227.000 seguidores en Instagram. Además de la docencia universitaria, el expresidente adelanta proyectos educativos que le dan continuidad al proceso de paz que puso en marcha desde la Casa de Nariño. Con el pretexto de “construir paz, proteger el medio ambiente y luchar contra la pobreza” creó la Fundación Compaz. Bajo la dirección del cartagenero Sergio Londoño Zurek, Compaz empezará labores este año. Sin embargo, ya adelanta una iniciativa de conciliación y resolución de conflictos en redes sociales con el hashtag #ElRelatoDeLaPaz, en el que invita a los ciudadanos a compartir sus historias para escribir una nueva página de la historia colombiana. Adicionalmente, Juan Manuel Santos trabaja en su tercer libro, que según sus amigos podría tratar sobre los acuerdos de paz con las Farc o sobre su gestión de gobierno. Le recomendamos: "Esa narrativa del Gobierno Santos para acallar un gremio está demolida": Lafaurie responde a críticos El expresidente Santos, ha mantenido su promesa –y su propósito– de estar al margen de la política. Ha preferido reencontrarse con actores internacionales que fueron sus interlocutores durante la presidencia, como Joe Biden, exvicepresidente de Estados Unidos; John Kerry, exsecretario de Estado; Amartya Sen, Nobel de economía, y Sebastián Piñera, presidente de Chile. Su propósito, además de un sentimiento real, también surgió de un consejo que le dio el diplomático surcoreano y exsecretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon: “No comprometerse con nada formal por mínimo dos años”. Hasta ahora lo ha seguido.