Karrel Zafiro Bustos tiene 30 años de edad; hace cuatro está detenida en la cárcel para mujeres de El Buen Pastor de Bogotá. Lo que no sabían sus compañeras de celda y quienes la vigilarían en la prisión es que Karrel algún día fue un hombre.

Fue capturada por el delito de hurto y un juez la condenó a 12 años de cárcel. Cuando estaba lista para ser recluida, los guardianes del Inpec le preguntaron el nombre y todo iba bien hasta que escucharon su voz y le hicieron repetir su nombre tres veces.

Los guardianes no sabían qué hacer, hasta que el propio director del Inpec, en su momento, advirtió que debían cumplir la ley, en otras palabras sería tratada como otra interna de El Buen Pastor. “Cuando me iban a reseñar me dicen: cómo es su nombre, le digo karrel, ella me dice cómo y yo le repito, Karrel”.

Después de cuatro años en la cárcel y mientras cuenta su historia, Karrel asegura que su proceso de resocialización fue objeto de curiosidad para todos, incluso para otras internas que la querían conocer y que lograron conocerla de verdad. “Tras cuatro años y 9 meses de estar en el penal ha marcado la diferencia y hoy es reconocida por ser hace dos años monitora de deportes”, dijo el Inpec.

Karrel no solo logró superar las dificultades de la resocialización, sino que se convirtió en un ejemplo para el resto de internas en el Buen Pastor. Es la encargada de dictar clases de zumba y enseñar coreografías a sus compañeras. También organiza los campeonatos de fútbol, baloncesto y voleibol.

“En la actualidad no tiene pareja, pero asegura que se siente realizada como mujer, su estadía en la cárcel representa uno de los tantos casos de inclusión social que el INPEC y la Oficina de Derechos Humanos hace posible”, señala el Inpec al destacar el caso de Karrel como un ejemplo de superación.

En una entrevista, Karrel hace una pequeña crónica de su vida, de cómo fue cambiando en la medida en que avanzaban los años. La forma en que descubrió que le gustaban las personas de su mismo sexo y luego la transformación de su cuerpo hasta convertirse en una mujer, los mismos cambios que garantizaron su permanencia en una cárcel de mujeres.

“Lo oculté, en mi adolescencia siempre lo oculté, tuve una pareja, creía que era bisexual pero después me fui como descubriendo y dije no, a mí me gustan los hombres. Mi familia, pues yo no les decía nada, porque yo me crie con mis abuelos, comencé a conocer la rumba gay y me di cuenta de que me gustaba eran solo los hombres”, dijo Karrel.

Karrel se convirtió entonces en el único y primer hombre transgénero recluido en una cárcel para mujeres, ahora ejemplo no sólo para las otras internas, sino para el mismo Inpec, por la efectividad en los programas de inclusión y resocialización que tiene la entidad.

“Parte de los programas que adelanta el grupo de Derechos Humanos, logrando que esta privada de la libertad sea un ejemplo para sus compañeras, por su compromiso y responsabilidad, hoy es un caso de éxito de resocialización al interior de un centro penitenciario”, señala el Inpec.

Las circunstancias que llevaron a Karrel a una cárcel ahora la convirtieron en una mujer “empoderada” dicen sus propias compañeras, con sueños de cambiar su vida y construir un futuro lejos de los escenarios que la llevaron a prisión.