La trágica historia para Andrés Ballesteros, un caleño que decidió viajar a Tanzania, arrancó el 8 de agosto de 2014. Al llegar a ese país fue detenido, sin explicación, no hubo detalles, simplemente lo privaron de la libertad y así estuvo por ocho años, en una investigación que no concluyó nada, solo que por ser colombiano era un riesgo para la seguridad.
Al aterrizar en ese país revisaron su lugar de procedencia, Colombia, y lo apartaron del resto de pasajeros. No hubo audiencias, juicio o imputación de cargos. Pasó de manera directa al salón de detenidos y en cuestión de días a una cárcel. Ni su familia, amigos o las mismas autoridades diplomáticas colombianas, lograron interceder o mediar por su situación. Era un reo, sin comunicación o debido proceso.
“Cuando vieron que el pasaporte era de Colombia, me llamaron aparte y me metieron a un cuarto y empezaron a hablar en un idioma que yo no conozco. En ese momento me empiezan a hablar, pero no les entiendo, hacen preguntas y señalan con el dedo como amenazando. Uno pide plata, me hace señas de que quiere plata, se sale y llega otro, me dice que no hay problema y que no me preocupe, que es un proceso corto y me voy a ir, es cuando me lleva a una estación de Policía”, contó Andrés a SEMANA.
Mientras estaba detenido en una estación de Policía, los uniformados le insistían Andrés por el dinero que tenía que entregar, como una forma de librarse de esa situación: como él no entregó nada, lo llevaron a la cárcel y allí le advierten que está bajo una investigación, el mismo proceso que lo mantuvo privado de la libertad durante los primeros cinco largos años.
La primera libertad
Un lustro estuvo Andrés Ballesteros privado de la libertad, esperando conocer la razón de esa detención, una investigación que no llevó a ningún lado, más allá de una violación ilegal de sus derechos fundamentales y donde ni siquiera el gobierno de Colombia pudo intervenir. Después de esos cinco años, una noticia le alegró la vida: saldría en libertad y su hermano llegó hasta Tanzania para celebrar. Sin embargo, la alegría no duró mucho, fue recapturado.
“Cuando salimos de la Corte, la Policía estaba esperándome otra vez para arrestarme. Fui llevado a la estación de Policía por tres días, donde esperábamos que todo se terminará, pero a la mañana siguiente me llevaron directo a la cárcel, antes de que mi hermano me viera; la investigación se reactivó por tres años más”, dijo este colombiano que debió pasar nuevamente por la tragedia.
El pasado 20 de octubre volvió a recibir la noticia de que sería liberado, previo a un proceso donde las autoridades de Tanzania le exigieron dinero para concretar ese beneficio. Una especie de fianza ilegal que un fiscal en ese país anticipó bajo la amenaza de resultar condenado de por vida.
Pagando por libertad
La privación de la libertad de Andrés Ballesteros en Tanzania fue aterradora, la comunicación con su familia era casi nula, menos con las autoridades colombianas que trataron de acercarse para adelantar trámites diplomáticos que nunca se realizaron o nunca llegaron a las autoridades que lo exigían. Andrés quedó libre gracias a que un fiscal le exigió dinero a cambio de evitar una cadena perpetua.
“Me dice ‘usted tiene que pagar 120 millones o lo voy a condenar a cadena perpetua, lo toma o lo deja’. Yo le dije ‘no sé si tenga esa plata, tengo que comunicarme con mi familia para saber si se puede’. Me dijo ‘no, lo toma o lo deja’. Inmediatamente, escribí una carta para mi hermano, logré que saliera rápido y es ahí donde comienza el proceso”, dijo Andrés.
Ese proceso a que se refiere Andrés ocurrió justamente en Colombia, donde su familia y con la ayuda del periodista Andrés Felipe Giraldo, a quien Andrés Ballesteros considera como su hermano, logran recoger el dinero con la colaboración de muchos colombianos. Fue así como recaudaron la fianza ilegal que estaba exigiendo el fiscal en Tanzania.
“Exigieron como un rescate, es algo que no está registrado en el lugar. Incluso la nueva presidenta de ese país, tuvo muchas quejas de que había mucha gente privada de la libertad por mucho tiempo y que nunca han sido escuchados en una corte. Mandaron a un funcionario a la cárcel a averiguar si era verdad, el funcionario efectivamente fue, pero fue a decirle a la presidenta que no, que no había gente con más de seis meses en la cárcel”, explicó Andrés.
Los días en Tanzania
Andrés Ballesteros aseguró que los días y las noches en esa cárcel de Tanzania eran un infierno. Las temperaturas superaban los 40 grados centígrados y él debía permanecer en habitaciones pequeñas, con otros detenidos, algunos con heridas abiertas y bajo las peores condiciones de salubridad.
La comida se reducía a platos aguados de arroz y frijoles encharcados que se servían todos los días. En las noches debían apilarse entre los detenidos y era inevitable compartir el sudor con el resto de personas que se encontraban en los pequeños cuartos, con pantalonetas como la única ropa en todo el cuerpo.
“Son celdas adecuadas para 10 personas, pero dormíamos 90, en espumas, en el suelo, pero son más como una carpeta, básicamente en el piso. Todos dormimos juntos, apretados, algunos tienen heridas y el calor hace que las paredes estén hirviendo, es una tortura la noche, es un calor infernal, al cuerpo le sale un sarpullido, la congestión, el sudor de la gente porque mientras dormimos vamos sudando”, dijo Andrés.
El peligro de ser colombiano
Luego de su terrible experiencia, Andrés considera que el motivo de su captura fue su nacionalidad. Aseguró que las autoridades en ese país basan sus investigaciones en las películas a que tienen acceso y donde la figura del colombiano representa una alianza con el narcotráfico o la criminalidad.
Recuerda que muchos momentos ese era el argumento de las autoridades para mantenerlo privado de la libertad, que por ser colombiano representaba un peligro para Tanzania y era suficiente para tenerlo en una cárcel, sin una investigación o un juicio que determine la responsabilidad en una conducta criminal que nunca cometió y que nunca probaron.
“Ser colombiano significa mucho en ese país, ellos allá ven muchas películas y las películas que venden Colombia y Latinoamérica, piensan que es verdad y que cada colombiano que va un país, va con algo raro. Entonces creen que todo el mundo lleva algo y es donde empieza la investigación que puede durar cinco años”, dijo Andrés.
Andrés pudo reencontrarse con su familia luego de ocho años de estar en Tanzania, privado de la libertad injustamente. En Colombia y a través de los micrófonos de SEMANA, Andrés le envió un mensaje a las autoridades de ese país, advirtiendo las irregularidades que se cometen en la justicia.