A ocho meses de las elecciones presidenciales, algunos líderes del Centro Democrático empezaron a desmarcarse del gobierno del presidente Iván Duque. En algunos casos parece una estrategia política porque no pretenden heredar su desgastada popularidad, propia de un gobierno en su último año, y en otros, porque nunca estuvieron conformes con su elección como candidato del uribismo.
Duque no se ha quedado callado. Mientras algunos de los precandidatos de la colectividad de derecha toman distancia del partido de gobierno, él anunció este fin de semana, en entrevista con el diario El Tiempo, que el candidato del Centro Democrático no será de los extremos, sí del centro. “El futuro sigue estando en el centro y no en la extrema izquierda o en la extrema derecha”, aseguró.
Esa declaración levantó polvareda en la colectividad porque, aunque el mandatario se ha mostrado prudente frente a su sucesor, en esta oportunidad indirectamente marcó sus preferencias.
¿A qué precandidato se refería Iván Duque? El presidente no dio nombres, pero en su partido creen que se estaría refiriendo al exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez, un hombre cercano a la derecha, pero no a la extrema, y totalmente alejado de la izquierda radical.
No es secreto la cercanía de Gutierrez con el palacio presidencial, aunque él es prudente y no se ha referido al tema porque promete avanzar su precandidatura como un hombre independiente, alejado de los extremos.
Lo cierto es que el comentario del presidente deja casi que automáticamente por fuera de sus preferencias a algunas de las figuras del Centro Democrático que aspiran a convertirse en candidatos únicos de su partido y que se medirán en una coalición de la centroderecha en marzo de 2022, entre ellas, la senadora María Fernanda Cabal.
La precandidata, cercana hoy al expresidente Álvaro Uribe, no es de las congresistas más allegadas a la Casa de Nariño. Incluso ha desenfundado varias críticas contra Iván Duque. Recientemente le confesó a SEMANA que tomó distancia del gobierno de Iván Duque. “He tenido inconformidad por temas obvios. Uno sale elegido con unas banderas, no puede esconderlas porque la base se la come. Y ese costo lo ha tenido que asumir el partido y la marca del partido”. Cabal expresó que no ha tenido una mala relación con el gobierno. “Pero sentí que hubo demasiada inexperiencia y demasiada improvisación en un gobierno que no fue malintencionado…”, dijo.
Con su confesión, Duque también dejó por fuera al exministro de Hacienda Óscar Iván Zuluaga, una figura que entró al partidor desde hace pocas semanas y quien ha tratado de acercarse diplomáticamente al Gobierno Nacional. Ha sido prudente, respetuoso y discreto como lo afirmó en una carta que le envío al mandatario cuando cumplió sus tres años de gobierno. Sin embargo, a raíz de la afirmación del presidente durante el fin de semana, Zuluaga también endureció su discurso contra la Casa de Nariño.
Ante el recrudecimiento de la delincuencia en las grandes ciudades y el ataque del ELN a una patrulla militar que dejó como saldo cinco soldados asesinados y seis más heridos, el exministro de Hacienda utilizó sus redes sociales para pedirle al presidente Iván Duque que recupere los principios de la seguridad democrática del expresidente Álvaro Uribe porque es el camino para quitarle el país de las garras del terrorismo para devolvérselo a los colombianos. “Podemos tener diferencias, pero debemos unirnos contra los criminales” añadió.
El exprecandidato presidencial Rafael Nieto tampoco tiene buenas relaciones con la Casa de Nariño, e incluso algunas de sus criticas contra el gobierno de Duque han generado molestia en el expresidente Uribe. Mientras Paloma Valencia ha respaldado a Duque en algunas de sus acciones, pero ha sido crítica en otras.
El único precandidato cercano al Gobierno es el representante a la Cámara Edward Rodríguez, quien insiste en continuar su precampaña presidencial, pese a que no registra, al menos de momento, en la intención de voto de los colombianos.
El distanciamiento de algunos de los precandidatos con Duque no es un tema nuevo. Al contrario, era una estrategia que se veía venir desde hace varios meses y que dependía de cómo el presidente lograra subir su nivel de popularidad, un tema complejo por la pospandemia, la crisis económica y la delincuencia en las ciudades.