Pareciera que Colombia es un país sin memoria. En 2022 se habló de una renovación política por cuenta de un desgaste natural de los políticos tradicionales y los escándalos de corrupción. Pero, al parecer, las denuncias públicas sirvieron para catapultar a los candidatos cuestionados.
Aunque es cierto que todo ser humano se presume inocente hasta que se demuestre lo contrario, esa ha sido la excusa para que los políticos aspiren al Congreso así sea en cuerpo ajeno. Escándalos como el de Odebrecht, el 8.000, la parapolítica, el cartel de la toga y la presunta compra de votos no han bastado para frenar la llegada de numerosos cuestionados al Capitolio. De la extensa lista de enredados, muchos se quemaron, unos pusieron a sus herederos, y otros más, en la puja para ver si en la repesca de votos logran una curul.
Piedad Córdoba fue elegida senadora del Pacto Histórico, a pesar de las denuncias por el presunto uso de sus gestiones en la liberación de secuestrados a fin de buscar beneficios políticos para ella, las Farc, Hugo Chávez, y por los negocios que habría tenido con Álex Saab. El proceso que afronta en la Corte Suprema se encuentra en etapa de práctica de pruebas. Posteriormente, sería llamada a indagatoria y, en caso de ser detenida, después del 20 de julio podría aplicarse la silla vacía y el progresismo perdería la curul.
Otro caso es el de Mario Castaño, del Partido Liberal, a quien no le hizo mella el complot que originó una investigación luego de que SEMANA revelara una red que comprometía a más de 70 personas, en varios departamentos, dedicadas a saquear el erario. Pese a las evidencias, recibió 68.315 votos para mantenerse en el Congreso. Las pruebas son contundentes, y, aunque el proceso pueda tardar, el liberalismo también perdería esta curul.
La fórmula a la Cámara de Castaño, el exalcalde de Popayán César Cristian Gómez, fue elegido con 19.686 sufragios. Para nada importaron los audios de corrupción y se consolida como el líder del liberalismo en el Cauca. Si el proceso en su contra avanza, se sancionaría con la figura de la silla vacía, que se aplica cuando el congresista resulta implicado en delitos de lesa humanidad, conformación de grupos irregulares y delitos de corrupción.
Arturo Char fue otro al que el escándalo denunciado por Aída Merlano tampoco le hizo mella y fue reelegido con 102.121 votos. Merlano dijo que él pagó para su fuga desde un centro odontológico al norte de Bogotá. Las investigaciones dirán quién tiene la razón.
Modesto Aguilera, de Cambio Radical, fue reelegido con 70.596 votos, pese a tener una denuncia por abuso sexual en hechos que ocurrieron, supuestamente, en 2020. Jhon Moisés Besaile se consolidó con 132.798 votos como el segundo elector de La U y reemplazó a su hermano Musa Besaile, salpicado en los casos de Odebrecht y el cartel de la toga. Ahora los hilos del poder que dirigió la supuesta compra de votos para la reelección de Juan Manuel Santos sigue en las mismas manos. Astrid Sánchez Montes de Oca continuará en la Cámara no obstante las polémicas que han generado sus hermanos Odín y Patrocinio, condenados por peculado y apoyo al proyecto de las autodefensas.
El exsenador Eduardo Pulgar, condenado por tratar de sobornar a un juez del municipio de Usiacurí, puso a Claudia María Pérez, esposa de su hermano Fredy Pulgar, quien con más de 110.318 votos fue elegida por el Partido Liberal.Milene Jaraba, esposa de Yahir Acuña, será la encargada de mantener los postulados de su esposo y para ello la reeligieron con 68.384 votos. Laura Fortich, del liberalismo, también repetirá curul con 67.915 sufragios, pero muchos cuestionan su familiaridad con Álvaro Ashton, exsenador condenado por el cartel de la toga.
Óscar Barreto, del Partido Conservador, llegará a su curul con una imputación por peculado por apropiación e interés indebido en la celebración de contratos cuando fue gobernador del Tolima. La lista podría ser extensa, pues más del 50 por ciento del Congreso tiene procesos al aplicarse aquella frase de los pasillos del Legislativo: “Una investigación no se le niega a nadie”.
Lo cierto es que esta historia no cambia, cada cuatro años se repiten los cuestionamientos y aparecen votos sin importar los escándalos de corrupción. Difícil será, entonces, que el Congreso mejore su imagen desfavorable del 87 por ciento, arrojada por la última encuesta de Invamer Gallup.