El Partido Social de Unidad, o Partido de La U, como lo conocen la mayoría de los colombianos, está hoy sumido en una profunda división interna a la que aún no se le ve una solución. Aunque la coyuntura que llevó a esta situación fue el nombramiento de Ángel Custodio Cabrera como nuevo ministro del Trabajo, lo que hay detrás de las fisuras de La U va mucho más allá de la designación de uno de sus miembros en un alto cargo de un gobierno que, hasta ahora, la colectividad no ha logrado definir si ve con buenos ojos. Durante los cinco largos meses que se tomó el presidente Duque para reorganizar su gabinete, en medio de las especulaciones y la incertidumbre, había una sola premisa que estaba clara: el gobierno estaba dando un giro en su estrategia para lograr acercar a los partidos y obtener mayorías en el Parlamento. Sin embargo, cuando por fin hubo humo blanco, luego de los anuncios de los tres nuevos ministros, quedó la sensación de que con el reajuste, el gobierno de Duque no logró su cometido. Si bien las personas que fueron nombradas en Agricultura, Trabajo y Salud, cumplen a cabalidad con los perfiles y la solvencia técnica para dirigir las carteras en las que fueron designados, en términos de gobernabilidad la cosa quedó igual o peor que antes. Por los lados de Cambio Radical la división se vio clara pues, para los cargos que se sabía estaban en juego, cada una de las tres corrientes dentro de esa colectividad mandó su propia hoja de vida. Así las cosas, el sector liderado por el senador Rodrigo Lara tenía sus candidatos a ministro, como también los tenían el ala de los Char y las tropas de Vargas Lleras. Al final, fue Germán Vargas quien se impuso y se quedó con el ministerio de Salud en cabeza de Fernando Ruiz Gómez. Distinto a lo que pasó en Cambio Radical, en el Partido de La U la división no se evidenció antes sino después de la designación de los nuevos ministros. Curiosamente, en las toldas de La U se había logrado un consenso en torno a un solo nombre: Dilian Francisca Toro.
Era bien sabido que, para que esa colectividad entrara en forma a hacer parte del gobierno, el común denominador que aglutinaba a la bancada era la llegada de Dilian Francisca a la cartera de Salud. No obstante, cuando se hizo evidente que ese nombramiento no se daría, el castillo de naipes de la aparente unidad se fue viniendo abajo. En la repartición de la torta burocrática, Duque le dio el Ministerio del Trabajo a Ángel Custodio Cabrera pensando que, al haber sido éste parlamentario y miembro activo de La U, su designación acercaría a esa colectividad a la Casa de Nariño. No obstante, no habían pasado ni diez minutos desde que se hizo el anuncio y ya varios de los parlamentarios habían manifestado que no se sentían representados con la llegada de Cabrera. Paradójicamente, con la entrada del nuevo ministro al gobierno, la bancada de este partido quedó más dividida que nunca. ¿Pero cómo, con el nombramiento de un ministro amigo, se llegó a está situación? Las razones son varias y van desde el momento de coyuntura política hasta la concepción misma del partido. En primera medida, es cierto que la no llegada de Dilian Francisca al gobierno dejó heridas abiertas, pues era el único nombre que esa colectividad había sugerido al presidente. Pero eso no fue lo único. Quienes dentro de La U ya están pensando en los cálculos políticos de cara al 2022, tienen serias reservas con la posición de entrar a hacer parte del ejecutivo en un ministerio que, con una reforma laboral en el horizonte, seguramente será profundamente impopular. No es un secreto que en Colombia, cuando se trata de tocar el esquema de contratación o el régimen de pensiones, como en efecto pasará este año, es muy poca la gente que queda contenta. La reforma laboral que tendrá que liderar en el Congreso el nuevo ministro, puede terminar por revivir el descontento de los ciudadanos en las calles que a final del 2019 salieron a marchar masivamente para rechazar, en buena medida, las dos grandes reformas que están por venir. Precisamente por eso, algunos parlamentarios de La U no ven políticamente rentable que el partido se compre esa pelea.
Tampoco puede decirse que en esa colectividad exista un malestar por la llegada de Ángel Custodio Cabrera a la cartera de Salud pues, en últimas, se trata de un hombre que ha representado al partido en distintas oportunidades. Sin embargo, la división que explotó con el anuncio de su nombramiento empezó a hacerse tan clara en los micrófonos de los medios que Aurelio Iragorri, presidente del partido, decidió citar a una reunión de bancada el lunes en la tarde. El objetivo de la jornada era claro: definir si La U seguía siendo partido de gobierno o si se iba a declarar en independencia frente a la administración de Duque. Luego de varias horas de deliberación fue claro que, por lo pronto, no iba a ser posible tomar una decisión sobre el particular. En primera medida, de los 41 parlamentarios de la bancada solo 15 llegaron a la reunión, lo cual hacía imposible definir un asunto de ese calibre. Y los pocos que si estaban presentes estaban profundamente divididos. Aunque desde el anuncio de los nuevos ministros mucho se ha especulado sobre la inminencia del paso de La U a la independencia, fuentes del partido le han confirmado a SEMANA que la tendencia que quiere seguir siendo parte del gobierno parece ahora tener más fuerza. “¿Si llevamos dos años acompañando al gobierno sin tener ministro, por qué ahora que sí tenemos nos vamos a salir?” Comentó uno de los parlamentarios en la reunión de bancada.
Como el tema no pudo resolverse este lunes, la dirección del partido citó a una nueva reunión de bancada para la próxima semana en la que esperan pueda quedar claro si La U es o no partido de gobierno. Lo que sí quedó claro es que si la intención de ejecutivo era alinear los votos de toda la bancada con un nombramiento, ese objetivo no se cumplió. Al término del encuentro, Aurelio Iragorri dio unas declaraciones que dejaron claro que la labor de “conquistar” al partido aun no ha quedado resulta. "Esa designación no es mermelada, es una designación hecha directamente por el Presidente de la República. Se respeta la designación pero por ningún motivo este partido por cuenta de esa designación votará en favor o en contra algún proyecto político que se presente en Colombia, menos cuando sea en contra de los trabajadores o en contra de los pensionados de este país” afirmó Iragorri. Así mismo, dejó saber que cuando los partidos son serios no basta con un nombramiento para alinear a toda una bancada. Según dijo, se requiere la elaboración de acuerdos programáticos de fondo que le permitan a la colectividad defender y comulgar con los postulados del gobierno. En fin, se trata de una historia de división de la que todavía no se conoce el desenlace. En realidad, más allá del momento de coyuntura, vale la pena recordar cuál fue el origen de este partido para entender la crisis de identidad que hoy atraviesa. El Partido de La U fue creado por Juan Manuel Santos, J.J Rendón, Jose Obdulio Gaviria, Óscar Iván Zuluaga, y otros, en la época en que se dio vía libre para la reelección de Álvaro Uribe. En ese entonces, se necesitaba una plataforma política para impulsar la aspiración del candidato-presidente y este partido se convirtió en el vehículo para alcanzar ese propósito. Aunque en teoría el nombre de La U se da por la palabra “Unidad”, lo cierto es que se trataba de un juego de doble sentido pues todo el mundo entendía que esa letra hacía alusión, más que a la unidad, a “La U de Uribe”.
Una vez Uribe estaba de salida de presidencia, y el ungido para sucederlo fue Juan Manuel Santos, el partido volvió a servir de plataforma para la defensa de los ideales uribistas y para garantizar la continuación de la política de Seguridad Democrática. No obstante, en el momento en que fue claro que Uribe, más que un coequipero, se convertiría en el mayor opositor del gobierno Santos, el Partido de La U quedó en un limbo ideológico del que todavía no ha podido salir. Durante los ocho años del gobierno anterior, este partido se convirtió en el mayor escudero en el Congreso del entonces presidente Santos y votó con disciplina cada una de la iniciativas que venían de Palacio, sobretodo aquellas que tenía algo que ver con el proceso de paz. Así, al igual que Santos, La U pasó de ser de la entraña del uribismo a convertirse en el gran contradictor del mismo. Terminado entonces el gobierno de Santos, y sin un candidato propio en el partidor presidencial, esta colectividad se enfrentaba a una disyuntiva que no era de poca monta. Tenía que definir, en adelante, cuál sería el eje de su línea política. En un salto ideológico que todavía le cobran, La U, que había sido el partido de Uribe y luego el partido de Santos, optó por declarase partido de gobierno una vez Iván Duque consiguió el triunfo en las elecciones. Sin embargo, en términos prácticos esa declaratoria se quedó en el papel. Aunque se habían matriculado como parte del gobierno, la bancada de La U decidió que seguiría firme en la defensa de los acuerdos de paz. Esa no fue una situación fácil pues buena parte del esfuerzo parlamentario del primer tiempo de Duque estuvo enfocado en cambiar la estructura de lo pactado en La Habana. Así las cosas, siendo partido de gobierno, La U terminó más alineado con la oposición que con la Casa de Nariño. Con el liderazgo del senador Roy Barreras este partido le propinó varios golpes legislativos a la administración de Duque. No solo logró edificar el bloque de congresistas que hundió las objeciones presidenciales a la Ley Estatutaria de la JEP, sino que, en un debate de moción de censura, sacó de su cargo a Guillermo Botero, entonces ministro de Defensa. Ahora, a la luz de la nueva realidad política, La U vuelve a enfrentarse a la decisión de definir su papel en los años por venir. Tendrán entonces el camino de aceptar la designación de Cabrera como un gesto de buena voluntad del presidente que los mantenga en el gobierno, o el de declararse finalmente en independencia para montar una plataforma de cara al 2022 alejado del uribismo. En la cumbre de bancada de la próxima semana, se tomará esa decisión y La U, una vez más, tendrá que sentar una posición clara.