La polItica internacional, el manejo del orden público y la conducción económica, fundamentalmente, fueron en los últimos años temas "de unidad nacional".En los últimos años, y en particular en el último, el manejo económico ha correspondido, cada vez más, a paradigmas universales impuestos desde Washington, que a formulaciones de los expertos colombianos en hacienda pública. Colombia no volvió a tener ni a un Esteban Jaramillo ni a un Carlos Lleras Restrepo para construir libretos propios o cambiarle la partitura al Fondo Monetario Internacional. Y sus zares económicos venían de los principales organismos multilaterales y volvían a ellos sin siquiera sonrojarse y, por supuesto, sin quitarse la camiseta de los primeros. Así, la apertura de Barco, que seguía entusiasmada los conceptos deslumbrantes del consenso de Washington, no fue controvertida en la campaña que eligió presidente a César Gaviria. Ni sus resultados iniciales en 1994 (desempleo del 8 por ciento, crecimiento del 5 por ciento del PIB y superávit fiscal) dieron margen alguno para que se discutiera en la campaña que llevó al poder a Ernesto Samper. Tampoco fue el 'issue' de la campaña de 1998 que enfrentó a Horacio Serpa, con la bandera de la paz, y a Andrés Pastrana con la bandera del 'cambio' ético y el guiño postrero de 'Tirofijo'. Serpa intentó en 2002 convertirla en el eje central de su propuesta centrada en la reactivación económica y en la generación de empleo (el 'estartazo'). Pero el fracaso del candoroso proceso de paz de Pastrana y el cambio de mentalidad frente al terrorismo después del 11 de septiembre, convirtieron la elección presidencial en un plebiscito contra la insurgencia que ganó abrumadoramente Alvaro Uribe. El modelo económico neoliberal, aplicado obedientemente en Colombia durante los últimos años, no ha tenido, por lo tanto, ni buenos resultados ni una oportunidad para que la ciudadanía lo revise, como ocurrió con Tony Blair en Inglaterra o con Ricardo Lagos en Chile o con Gerard Schröeder en Alemania o como acaba de ocurrir con Luiz Inacio 'Lula' da Silva en el Brasil.Luego de abrir la economía, de vender casi todo lo vendible y de concentrar al Banco Emisor en el único propósito de reducir la inflación, el neoliberalismo endiosó el equilibrio fiscal hasta el punto de concentrar todos los esfuerzos públicos en conseguirlo. Una reforma tributaria cada 18 meses y sucesivos recortes del gasto público pretendieron, durante los últimos años, reactivar la economía como consecuencia de la reducción del déficit fiscal. Pero no se consiguió ni lo uno ni lo otro. Por el contrario, reducida aún más la demanda, la economía se precipitó en una recesión crónica, los ingresos fiscales cayeron y se deterioraron todos los indicadores sociales, particularmente el desempleo.Aunque el presidente Uribe dio una señal alentadora el día de su triunfo, al anunciar que revisaría la cartilla del Fondo Monetario y del Banco Emisor, pronto se vio que su margen de maniobra era estrechísimo. El legado de Pastrana, caracterizado, además, por un endeudamiento crítico con vencimientos próximos muy cuantiosos, le impuso al nuevo Presidente un empalme tortuoso en lo económico. Nombró un Ministro de Hacienda consentido en los organismos multilaterales, dejó expresa y cruda constancia de la situación que recibía y cambió las prioridades de su proyecto de referendo. Este, que se anunciaba como un instrumento contra la corrupción y la politiquería, terminó convertido en herramienta para reducir por dos años el gasto público... ¡Ni más ni menos que por orden constitucional!... La receta se completó con el impuesto de patrimonio, adoptado mediante conmoción interior para recaudar dos billones de pesos. Y la presentación de una megarreforma tributaria para procurar 2,4 billones de pesos adicionales. Todas medidas encaminadas a atacar el síntoma (el déficit fiscal) y a ignorar la enfermedad (los tumores del modelo económico reinante). En la receta, como bien lo advirtió el Partido Liberal, brillan por su ausencia instrumentos dirigidos a aliviar la salud de la economía que se encuentra en cuidados intensivos. La Constitución prevé la posibilidad excepcional de que el Banco Emisor financie operaciones del gobierno central, con el voto unánime de sus miembros. Si la actual no es una situación excepcional, resulta difícil pensar en una que lo sea. Habría qué imponer condiciones vinculadas a la generación de empleo para usar esos recursos, por supuesto. No sea que terminen en manos de los especuladores. Pero una economía parada y con alto desempleo no registraría efectos inflacionarios de la utilización excepcional de esta herramienta. Otro tanto podría decirse del prepago de la deuda externa. Nos pagan el 3 por ciento por la colocación de nuestras reservas y debemos sufragar hasta el 17 por ciento por nuevo endeudamiento externo. ¿Cómo no emplear parte de las reservas, dejando a salvo lo necesario para un semestre de importaciones, para prepagar deuda y mejorar el perfil de nuestros compromisos externos?... Y qué decir de la utilización de los instrumentos comerciales. Los propios acuerdos de la OMC prevén excepciones, márgenes y fisuras, en los que podría enmarcarse la situación colombiana, para proteger ciertos sectores de la economía en situaciones especiales como la que atraviesa Colombia. Los han utilizado Estados Unidos para proteger su acero. O sus productos agropecuarios que, además, subsidian con el resto del mundo industrializado en más de 300.000 millones de dólares al año. Pero los primeros intentos del Ministro de Agricultura para construir una posición favorable del Mercado Andino fueron desautorizados en un bochornoso incidente que estuvo a punto de enfrentarnos con Estados Unidos...Y, finalmente, en el tema de la deuda, ¿cómo no poner orden en casa y tomar la decisión política de que el saldo no aumente y de que no nos volvamos exportadores netos de capital?... ¿cómo no exigir un apoyo excepcional de Estados Unidos para con un deudor cumplido y un aliado político valioso como lo ha sido Colombia por muchos años?...En fin. Se trata de reactivar la economía con instrumentos de fuerte intervención estatal y de franca cooperación internacional hacia un programa serio y sostenible socialmente, que hoy no existe. De aplicar aquí recetas que han funcionado en otras partes. De no persistir en el empleo ciego de las mismas fórmulas parciales que ya fracasaron. De aprovechar que al Presidente se le apareció la virgen 'Lula' para ayudarle a cumplir su promesa de cambiar la cartilla. De poner la economía al servicio de la gente... y no más a la gente al servicio de la economía...