En el piso de una habitación, Jhonatan Steven Fuemayor, la víctima, estaba acostado, boca arriba, con las manos amarradas, sometido y en la mitad de sus asesinos. En su cuello se ve una cinta, también un cable que lo envuelve y se extiende en los extremos a las manos de dos hombres que jalan con fuerza. Lo están estrangulando.
La macabra escena quedó en video. Los torturadores son dos integrantes del llamado Tren de Aragua, la banda de criminales que salió de Venezuela y se enquistó en Bogotá. La misma ralea de asesinos que embolsan cuerpos y los abandonan en las calles. El lugar de los hechos es una humilde casa que escondió la brutal tortura, inspeccionada por la Fiscalía y la Policía.
Ubicada en el barrio Bella Vista, de la localidad de Kennedy, la vivienda está al final de una serie de cuadras que los investigadores bautizaron como el “recorrido de la muerte”. Calles largas que incluyen expendios de estupefacientes y criminales que se esconden entre recicladores. “Pasar por esa zona, incluso por error, se convierte en una sentencia de muerte. Nadie llega sin autorización, tienen campaneros”, dijo un testigo.
Se trata de una casa de un piso y con una fachada en remodelación. Tiene una puerta de lata roja, carcomida por el óxido, y una ventana que parece la reja de una cárcel. Desde afuera, ese fue el único detalle que facilitó identificarla como la escena del crimen.
La investigación permitió establecer que a la víctima la secuestraron y la metieron en un bicitaxi, muy común en esta zona de la ciudad. En ese vehículo arrancó la tortura mientras llegaban a la casa, incluso se atrevieron a pasar cerca de un CAI de la Policía. A Jhonatan lo metieron en una habitación, el último espacio en el que estuvo con vida.
Lo que ocurrió después quedó en la evidencia que los mismos asesinos, Rafael Antonio Brito, alias Alfredito, y Víctor Manuel Salazar, alias Capi, de 24 y 28 años, respectivamente, grabaron. Ahora son las pruebas en su contra: videos y selfis. Las torturas, el ruego de Jhonatan por su vida, las amenazas y el paso a paso de cómo lo estrangularon lo exhibieron con su celular y en prostíbulos del sector conocido como La 38, en el barrio Patio Bonito, a un kilómetro de esta casa.
El cuerpo de Jhonatan apareció en la basura, envuelto en una bolsa negra, como otros 23 despojos de víctimas que han encontrado entre escombros y desperdicios en diferentes localidades de Bogotá. Todos, con signos de tortura y algunos desmembrados, a manos del Tren de Aragua, que desde una cárcel en Venezuela recibe órdenes de un hombre conocido como Niño Guerrero, su cabecilla.
De la escena del crimen solo se tenían identificadas las baldosas donde Jhonatan fue estrangulado, además de los videos en los que aparecen los sádicos que lo mataron y que por fortuna fueron capturados. Alias Alfredito y alias Capi negaron los cargos y por obvias razones dijeron no conocer la casa de torturas que usaron para este crimen. La frialdad y experiencia de los asesinos los mantuvo tranquilos, hasta para guardar silencio. Pero los investigadores tenían la información con una descripción clara y llegaron a la vivienda.
El allanamiento
La casa, escena de terror de esta historia, está en la mitad de una cuadra, con vecinos y tiendas de barrio. La Fiscalía llegó y la encontró vacía, pero con las evidencias del crimen. SEMANA conoció un informe de la inspección al lugar: fotos y datos que recrean un macabro asesinato, en el que Jhonatan fue brutalmente estrangulado.
La puerta principal da acceso a un pasillo largo y oscuro. Al final, una escalera que no lleva a ningún lugar, y todo, como la fachada de la casa, en obra gris, en cemento, sin pintura. Junto a las escaleras hay un reducido espacio con dos baños, una cocina y dos habitaciones donde fue torturada la víctima. Era imposible que en el resto de la casa no se escucharan los gritos de desespero.
La información en poder de los investigadores señaló que un grupo de venezolanos, integrantes del Tren de Aragua, arrendó la casa. Las evidencias que dejaron los asesinos con sus videos y fotos se pudieron confirmar con la inspección. Ahí encontraron las pruebas.
El piso donde fue asesinado Jhonatan estaba intacto. Con el reactivo blue star y luces forenses, la sangre de la víctima habló. Fue en una habitación, marcada como la número uno en el informe de inspección, donde Jhonatan fue sometido, torturado y cruelmente asesinado. Como si fuera poco, los investigadores encontraron el cable usado para estrangular a la víctima.
Sí existen
Cuando SEMANA reveló la existencia de las casas de tortura en Bogotá, donde incluso descuartizaron a las víctimas, la Alcaldía de Bogotá, a través del secretario de Seguridad, Aníbal Fernández de Soto, lo negó de manera reiterada. Pero las evidencias hablaron y entonces terminaron reconociendo. La propia alcaldesa Claudia López manifestó la gravedad de lo que está ocurriendo esta semana.
La investigación que adelantó SEMANA reveló cómo en el centro de Bogotá funciona un antro de torturas al que llaman la “casa de los masajes”. Una vivienda de tres pisos funciona de pagadiario, pero en su interior se esconden aterradoras historias de secuestro, tortura y asesinato. Los gritos de las víctimas los escucharon los vecinos y en declaraciones lo contaron a la Fiscalía.
“Yo he estado en mi pieza y he escuchado gritos extraños, como si en algún momento le pegaran a la gente, me tocaba quedarme callado… En esa casa no se puede ni hablar ni preguntar ni chismosear, porque lo van matando”, señaló un testigo a la Fiscalía al describir el horror que se vivió allí.
De esa casa sacaron el cuerpo de un hombre, envuelto en una bolsa y un tapete, con 162 puñaladas repartidas entre la cabeza, el pecho y las piernas. Este inmueble no fue allanado o sellado, continúa prestando servicio aun después de las denuncias de la propia comunidad, de la evidencia macabra que guardan sus paredes.
SEMANA también encontró el llamado Hotel Negro en la localidad de Kennedy, otro pagadiario que, de acuerdo con los testigos, es un espacio dominado por el Tren de Aragua, no solo para alojar a sus criminales, sino como escenario de secuestros, torturas y asesinatos. Un edificio de cuatro pisos, sin nomenclatura, con fachada en cerámica negra y habitaciones sobre dos locales comerciales.
En este ‘hotel’ dormían y asesinaban. Las evidencias revelan que el Tren de Aragua escogió este espacio, ubicado en una concurrida y ruidosa zona, cerca, irónicamente, a la llamada Virgen de Patio Bonito. Las víctimas mutiladas, trituradas, las sacaban en bolsas, luego las montaban en bicitaxis, y de ahí a la basura, en cualquier esquina de Bogotá.
La barbarie que vive la capital se salió de las manos. La Fiscalía avanza con las investigaciones, que, precisamente, permitieron la captura de cuatro personas y el esclarecimiento de cinco casos. Pero la labor de prevención, en cabeza de la Alcaldía, se quedó corta y el Tren de Aragua sacó provecho. Sus tentáculos tienen bajo el miedo a, por lo menos, cuatro localidades en Bogotá.