A Edwin Guerrero la tristeza lo tomó por asalto la última vez que vio con vida a su hijo Samuel, de apenas 18 meses. Fue en la última semana de febrero en la localidad de Kennedy, Bogotá. Los minutos, recuerda, fueron pocos, tienen la sensación de que el bebé en sus brazos duró menos de 300 segundos, luego la mamá del menor, Yenny Alexandra Higuera, tocó la ventana del vehículo con cierta prisa para informar que el tiempo había terminado. “Se acabó”, le dijo. El niño se aferró a su pecho y rompió en llanto. Edwin también dejó salir un par de lágrimas. Le prometió que lo volvería a ver. Pero nada de eso ocurrió, aquella despedida fue la última.

Un mes después, y luego de varias evasivas de la mamá del niño, Edwin acudió a la cita para verlo de nuevo. Era la noche del viernes primero de abril. Al encuentro salió la abuela del menor y le dijo que no sabía nada de Yenny Alexandra, que simplemente desapareció con el niño. Dos días después, se enteraron, por la prensa local, del hallazgo de un bebé muerto en la playa Buritaca, Santa Marta. Y luego todo fue cascada de dolor: las pruebas determinaron que sí se trataba de Samuel Edwin Guerrero, que murió ahogado, que apareció solo, desprotegido, y que su cadáver pasó al menos 12 horas en el vaivén de las olas.

De Yenny no se sabe nada. O al menos eso dicen las autoridades locales. SEMANA se comunicó con el coronel Jesús Manuel de los Reyes, comandante de la Policía Metropolitana de Santa Marta, quien confirmó que podría estar viva. “Hay un dictamen que confirma que el niño se ahogó y estamos todavía en la búsqueda de la madre, por algunos cotejos que se han hecho a través de videos, vamos a seguir buscándola con el propósito de hallar dónde se encuentra y, así, tener un cuadro más amplio de esta situación”.

Edwin, por su parte, ha hecho algunas labores de investigación mientras espera la entrega del cuerpo de su hijo, a quien vio por única vez en la morgue de Santa Marta. Supo, por ejemplo, que Yenny llegó a la capital de Magdalena y se alojó en el sector de El Rodadero, al día siguiente tomó un taxi hasta Buritaca, la carrera costó 141.000 pesos, porque ese lugar se encuentra a una hora y media del casco urbano.

“Le pido a Dios que hubiera sido un accidente, aún creo que ella era una buena mamá”, dice Edwin. Se niega a pensar de otra manera: cierra de tajo la posibilidad de un homicidio, no quiere, siquiera, traer a su mente las imágenes de su hijo siendo atacado por otras manos. Las autoridades no se aventuran a dar una hipótesis, porque faltan piezas para armar el rompecabezas. Sin embargo, hay varias situaciones puestas sobre la mesa: que Samuel y su mamá hayan sido atacados y drogados por terceros, que haya ocurrido un accidente u otras más lamentables que no merecen ni un párrafo de este escrito.

Del cielo al infierno

Yenny y Edwin se conocieron hace cuatro años en la localidad de Kennedy. Ella, una jovencita de 21 años, y él, de 25 años en ese momento, decidieron formalizar su relación meses después. El 17 de septiembre de 2020 nació Samuel. El hogar Guerrero-Higuera funcionó hasta noviembre de 2021, cuando decidieron separarse. Algo no andaba bien.

“Tuvimos un conflicto porque ella intentó separarme de mi hijo, me denunció por violencia intrafamiliar. Nunca la agredí, solo tuvimos una discusión porque ella me pedía que volviéramos y yo le decía que no”, cuenta Edwin. Según su testimonio, Yenny lo buscó en diciembre y enero. Habló con familiares y trató de persuadirlo para arreglar lo que alguna vez funcionó. Y ante la negativa, decidió que Samuel no debería ver más a su padre.

Edwin buscó ayuda profesional e instauró una querella para que se le permitiera pasar tiempo con su hijo. Esa disputa no incluía la custodia, únicamente visitas y algunas noches con el bebé. “Yo tenía que ir el viernes, primero de abril, por mi hijo para pasar el fin de semana con él, pero cuando fui, salió la abuela del niño y me dice que su hija no está, que se había ido. Ellos lo que hacen es culparme diciendo que yo le había puesto una presión psicológica a ella y por eso se había llevado al niño”.

Los últimos días, antes del viaje a Santa Marta, Yenny había mostrado comportamientos que llevaban a pensar que padecía una profunda depresión. Convivía con el miedo de también perder a su hijo, así que antes de la primera visita programada por un inspector de familia, se fue. Se marchó con Samuel sin revelar a nadie su destino.

“Ella no tenía familiares acá (Santa Marta) y la verdad, cuando me dijeron que no estaba en Bogotá, pensé que estaba cerca a un pueblo que hay en Facatativá, pero nunca pensé en Santa Marta, era el último lugar de Colombia que tenía en mente (...) Yo no conocía problemas de estrés en ella, pero la familia de ella ha dicho que en los últimos días había estado con un problema de depresión”, sostiene Edwin.

La comunicación entre él y Yenny estaba completamente rota desde hace más de un mes, todo se manejaba por vías legales. En medio de ese tire y afloje estaba Samuel, aún sin conciencia plena de lo que ocurría, pero sí sintiendo los vacíos que dejaban las ausencias. Sin tener voz ni voto se convirtió en el caballito de batalla que, a la larga, terminó pagando las consecuencias más severas.

Videos, pieza clave

A Samuel lo encontraron pobladores del sector de Buritaca. El cadáver ya había pasado un tiempo largo a la merced del clima y del mar, el coche en el que su mamá lo transportada estaba unos dos kilómetros más abajo. El niño estaba tirado sobre la orilla, sin nada más que un conjunto de ropa con dibujos animados y arena. Cuando Edwin llegó a Santa Marta lo reconoció inmediatamente. Aún el cadáver conservaba ese gesto simpático de nobleza, físicamente no estaba muy alterado.

“Sí, es mi hijo”, les dijo a los investigadores, luego cayó derrumbado por el peso de la tristeza. Los exámenes de ADN aún no han sido revelados, por lo que el cuerpo todavía reposa en Medicina Legal. Ahora, los esfuerzos se concentran por encontrar a Yenny, de quien se presume aparece en unos videos de cámara de seguridad cercanos a la playa, caminando descalza y sola, ya sin Samuel.

Las autoridades creen que, si es ella la que aparece en esos videos, se dirigió hacia La Guajira, incluso, algunos de sus familiares viajaron hasta ese departamento para buscarla. Con su hallazgo se determinarán muchas cosas. “No quiero pensar que a mi hijo lo asesinaron, le pido a Dios que no me dé esa noticia, que por favor no me la dé, no quiero pensar en que eso fue así”, dice Edwin entre lágrimas.

Ahora solamente clama porque el proceso de entrega del cuerpo no se diluya más, porque los recursos económicos para permanecer en Santa Marta se agotan. La muerte de Samuel en extrañas circunstancias ha generado una ola de especulaciones. Edwin quiere mantenerse alejado de eso, solo desea enterrar a su hijo y luego hacerle frente a esa tristeza infinita de las despedidas con promesas incumplidas.