“Si Santos quiere, seré candidato a vicepresidente”, dijo el general Óscar Naranjo en una entrevista al diario español El País. Estas declaraciones se sumaron al debate ya encendido en Colombia sobre la fórmula vicepresidencial de Juan Manuel Santos en su aspiración reeleccionista. Ante el fin de la Fundación Buen Gobierno, donde se encuentra el exministro Germán Vargas Lleras, las especulaciones sobre el número 2 en un eventual segundo mandato santista están disparadas. Y en la lista corta se asuman dos nombres: el del experimentado líder de Cambio Radical y del reconocido exdirector de la Policía Nacional.   De ser escogido Naranjo, ¿moverá la balanza a favor del actual mandatario? En los 22 años que lleva la vicepresidencia, desde cuando fue revivida en la Constitución de 1991, su impacto en las elecciones presidenciales ha sido menor. A diferencia de otros países como Estados Unidos donde el segundo de la fórmula ayuda al balance ideológico, regional o hasta de género y edad, entre los candidatos, los vicepresidentes elegidos poco contribuyeron a la victoria del número 1. En 1994 la selección de Humberto de la Calle unió las dos ramas del Partido Liberal bajo la candidatura de Ernesto Samper. El presidente Pastrana le apostó al balance regional al optar por Gustavo Bell de Barranquilla. El antioqueño Álvaro Uribe escogió al bogotano Francisco Santos en dos ocasiones y Santos justificó la llegada de Angelino Garzón como un balance ideológico y también para minimizar su extracción capitalina. Pero en el fondo ninguno de ellos tuvo un papel protagónico en sus respectivas campañas presidenciales. A pesar de lo anterior cabría pensar que el general Naranjo sería un nominado diferente. Su trayectoria como policía le ha granjeado altos niveles de favorabilidad dentro de los colombianos y sus logros contra el narcotráfico son una fuerte carta tanto de anticorrupción como de lucha contra la criminalidad. Cuando las encuestas de percepción en las distintas capitales del país, como los informes Cómo Vamos, señalan a la inseguridad como una de las prioridades urbanas más sentidas, la llegada de Naranjo fortalecería la aspiración de Santos. Dado que el exdirector de la Policía es miembro de la delegación del gobierno en La Habana, su presencia en la fórmula reforzaría la apuesta electoral de Santos por la paz. En un eventual escenario de posconflicto, la experiencia de Naranjo en cimentar la seguridad constituiría un aporte valioso. Contar con un oficial de tan alto reconocimiento en la vicepresidencia le serviría al actual jefe del Estado para enviar un mensaje de confianza ante un electorado con incertidumbre frente a la paz y el conflicto armado. Por último, al no estar tan relacionado con la política, el general no tiene con el “rabo de paja” de muchos políticos de carrera. Por más que todos estos puntos favorezcan la selección de Óscar Naranjo, el presidente Santos puede contar con él sin necesidad de incluirlo en el tiquete. De hecho, el año pasado, el primer mandatario habló de la creación de un Ministerio de Seguridad en un segundo mandato con nombre propio: el general Naranjo. La selección del vicepresidente es una poderosa arma política para Santos que puede usar para ir cultivando un sucesor o fortaleciendo una tendencia política. También podría emplear ese espacio en su fórmula, como lo han intentado sus antecesores, atraer a una región descontenta o premiar a una corriente fiel. Lo que queda claro al analizar campañas previas es que los votantes colombianos no eligen sus apoyos por la identidad del vicepresidente. Es un factor casi inexistente en las razones por las que deciden su opción presidencial. Y si ayuda, por ejemplo en la fórmula verde Mockus-Fajardo, tampoco inclina la balanza de una manera contundente. Hasta ahora la idea no ha sido que estos compañeros de fórmula sumen mucho sino que no resten.