Lo último que pensó doña Sonia Zarzur cuando abrió las puertas de su casa y accedió a posar para la prestigiosa revista española Hola fue que se iba a convertir en la comidilla de las redes sociales del país. Tal vez se imaginó que la gente admiraría su gusto impecable, sus cuadros, el paisaje o su bonita familia, que hace más de 50 años vive en Cali y ha hecho grandes proyectos para la ciudad. Sin embargo, pocas horas después de que aparecieron las fotos de "las mujeres más poderosas del Valle del Cauca", le cayó una avalancha de críticas y comentarios. En Facebook consideraron que la foto es una infamia y dijeron que la sociedad caleña es una de las más racistas del país, mientras que en Twitter varios opinaron que era "volver a las épocas de la esclavitud" y que la foto era otra forma de violencia.La controversia fue generada por dos fotos específicas. En la primera aparecen en primer plano cuatro mujeres blancas y adineradas -cuatro generaciones de la familia Zarzur- y más atrás posan dos empleadas afrocolombianas uniformadas y cargando bandejas de plata sin mirar a las cámaras. En otra foto aparecen las empleadas en sus labores domésticas en la cocina de la mansión. Tampoco ayudó la reacción de la madre de Sonia Zarzur y matriarca de la familia, Rosa Jaluf de Castro, quien puso la cara y trató de explicar lo ocurrido en una entrevista en La W. Según ella, la idea de incluir a las empleadas había sido de los periodistas de la revista, pues "les pareció muy bueno que en Cali trabajáramos con personas de color". No entendió la indignación colectiva, resaltó que las empleadas tenían un trabajo digno, dijo que lo volvería a hacer y que "nunca se les pasó por la mente que alguien analizara la foto con otro sentido". La fotógrafa, Andrea Savini, le declaró a El Tiempo que las señoras llegaron con el tinto y que "a alguien de nuestro equipo se le ocurrió que podía ser buena idea retratarlas. Es una foto entre cien. No hay que darle más vueltas". Después de varios días de vivir un infierno y recibir amenazas de muerte, la dueña de la casa, Sonia Zarzur, se disculpó y confesó que había sido un "momento de vanidad" y que se habían dejado deslumbrar sin medir las consecuencias. Pero más allá del desafortunado incidente mediático, lo cierto es que este tipo de sucesos plantean preguntas de alto calado para un país como Colombia, donde más del 10 por ciento de la población es afrodescendiente. Por ejemplo, ¿qué hubiera pasado si las empleadas domésticas no fueran negras? ¿Habría causado la misma indignación? Y más allá del episodio específico, la gran pregunta que quedó sobre el tapete es ¿qué tan racistas son los colombianos? Según César Rodríguez Garavito, coordinador del Observatorio de Dis-criminación Racial, Colombia es racista sin reconocerlo. Para Rodríguez, todavía está vigente el "mito de la igualdad", según el cual en el país no hay racismo porque desde el principio de la historia patria los grupos raciales se mezclaron y así se borraron las diferencias por el color de piel, a diferencia de naciones como Sudáfrica o Estados Unidos.Sin embargo, no hay tal mito. Un rápido vistazo a los hechos, las cifras y los comportamientos diarios de los colombianos demuestran lo contrario. El racismo se da todos los días en el país, desde un episodio en el que se le niega la entrada a una persona de color en una discoteca, hasta la exclusión estructural de los afrocolombianos en la educación, la salud, la vivienda y el mercado laboral. Según informes del Observatorio de Discriminación Racial y de Naciones Unidas, los afrocolombianos sufren exclusión en casi todas las áreas de la vida. Por ejemplo, la mortalidad infantil es casi el doble en niños afrocolombianos que en el resto de la población. Las mujeres afrocolombianas viven, en promedio, 11 años menos que las demás, mientras que la diferencia en los hombres es de cinco años. Por otro lado, la probabilidad de ser desplazado es 84 por ciento más alta para la población afrocolombiana, y 12 por ciento de ellos vive situaciones de desplazamiento. Por otro lado, más del 60 por ciento de esta población vive en la pobreza y una quinta parte, en la miseria, sobre todo en áreas rurales. Y mientras el 65 por ciento de la población mestiza cuenta con servicios de salud, solo el 49 por ciento de los afrocolombianos están afiliados.Además, para Rodríguez, "el racismo opera no solo a través de actos deliberados y conscientes, sino también a través de percepciones y actitudes inconscientes". Por ejemplo, algunos experimentos de psicólogos de la Universidad de Harvard muestran que la gran mayoría de personas tiene una percepción negativa -aunque inconsciente- de los miembros de grupos minoritarios. Una muestra de esto es que consideran que no son tan confiables como las que pertenecen al grupo racial mayoritario. "Estos patrones de percepción, unidos a patrones de desigualdad en los indicadores económicos y demográficos, constituyen el racismo estructural, es decir, la relación profunda entre discriminación, desigualdad y diferencia de poder".¿Por qué existe el racismo en Colombia? Se puede explicar como un legado del pasado colonial. La esclavitud creó relaciones desiguales que se han perpetuado y naturalizado a través de 150 años de historia. La pregunta no es por qué existe una brecha sino por qué no se ha hecho nada para subsanarla. No en vano, a través de esos 150 años no se han logrado mejoras sustanciales en la calidad de vida de esta población. "Lo excepcional no es la realidad que muestra la foto sino el hecho de que haya salido publicada sin que la revista, el fotógrafo o los personajes de la foto hayan reparado en ello", dice Rodríguez, aunque admite que las protestas que surgieron contra la foto muestran un avance en la discusión pública del racismo. En esto coincide con Daniel Mera, directivo de la Fundación Color de Colombia y experto en el tema de racismo y discriminación, quien afirma que "la reacción que provocó la foto de la revista 'Hola' representa más a Colombia que la misma foto. Por un lado, la perplejidad y la indignación en muchos sectores; por el otro, la fotografiada, que no capta las sensibilidades heridas". Otro avance es la recién sancionada ley contra la discriminación. Aunque no es una panacea, sí puede ser útil en casos concretos de discriminación, como los de acceso a las discotecas y al sistema educativo. Sin embargo, para atacar un problema que es histórico, económico, social y cultural, es apenas un comienzo. El país está en mora de crear y ejecutar políticas públicas agresivas, de largo aliento y largo plazo que atiendan las causas estructurales y promuevan la equidad en el empleo, el acceso a la salud y la educación. Y más aún. Es necesario que el gobierno se comprometa y le cumpla a esta población, excluida e ignorada desde tiempos atrás. Todo está por hacer, porque hasta ahora, todos los gobiernos se han comprometido en disminuir la brecha y luchar contra la discriminación, pero ninguno ha cumplido.