El presidente electo, Gustavo Petro, sin haberse posesionado y en apenas dos semanas, consiguió algo sorprendente: después de estar durante décadas en la oposición, tiene en sus manos al establecimiento político.
Mientras que muchos esperaban multitudes de colombianos en las fronteras buscando salir del país y una oposición feroz de los partidos tradicionales, Petro no solo se quedó con el control del Congreso, sino que consiguió sentarse con sus mayores contradictores, como Germán Vargas Lleras y Rodolfo Hernández.
Pero su encuentro con el expresidente Álvaro Uribe, definitivamente, es histórico, dada la fuerte tensión entre ambos durante años. Eso sí, Uribe fue claro: él y su partido, el Centro Democrático, estarán en la oposición. Un canal directo entre los dos a partir de ahora fue el mayor logro de una conversación franca y civilizada, entre acuerdos, desacuerdos y líneas rojas.
Hoy todos los vientos soplan a favor de Petro tras ganar el primer pulso que planteó con su convocatoria a un acuerdo nacional. El petrismo llega al poder con una bancada propia, la más grande del Congreso y la de mayor tamaño en la historia de la izquierda en Colombia.
Aparte del Pacto Histórico, Petro contará con la Centro Esperanza, el partido Comunes, las curules indígenas y se espera el aterrizaje definitivo del Partido Liberal, cuyo director, el expresidente César Gaviria, señaló la intención de la colectividad de sumarse a la coalición de gobierno. No obstante, este apoyo depende de la representación que puedan obtener en el gabinete.
Por ahora, según le confirmó a SEMANA el representante Julián Peinado, uno de los compromisarios nombrados por Gaviria para negociar las mesas directivas del Congreso, el Pacto Histórico y las fuerzas de gobierno accedieron a que el Partido Liberal tenga la presidencia de la Cámara. En ese caso, se truncarían las aspiraciones de Katherine Miranda, de la Alianza Verde, y de David Racero, del Pacto Histórico.
Además, de acuerdo con Peinado, se espera que los liberales obtengan “algún tipo de representación que pertenezca a la línea oficial del partido, pues la idea es llegar a ser de gobierno y acompañar al presidente”.
Paralelamente a los acuerdos con la línea oficial de la colectividad, el nuevo Gobierno ha sostenido conversaciones con los llamados disidentes liberales, liderados por Julián Bedoya, Juan Diego Echavarría y Andrés Calle, quienes acompañaron a Petro en campaña, pero fueron marginados por Gaviria de ser compromisarios y voceros del partido. En otro lugar se encuentra Luis Fernando Velasco, quien no se reeligió como congresista, y suena para el gabinete, pues fue de los primeros liberales en unirse a Petro.
Esta semana, Alfonso Prada, alfil del presidente electo, conversó con el ala rebelde del liberalismo y le garantizó que tendrá vía de comunicación, aunque le dejó claro que el jefe de Estado quiere mantener abiertos los canales oficiales. De esta manera, Petro se aseguró el apoyo de las dos corrientes: los oficialistas y los disidentes.
A esta coalición, muy seguramente, también se sumará en los próximos días el Partido Conservador, con el que Petro hizo moñona: obtuvo el apoyo de 39 de los 40 congresistas de la colectividad, quienes anunciaron que no le harán oposición, y consiguió que el nuevo presidente de ese movimiento sea alguien cercano a él, el senador Carlos Andrés Trujillo.
Trujillo fue el primero de los azules en reunirse con Petro y demostrarle su respaldo luego de ganar las elecciones el 19 de junio. El senador conservador llamó a cada uno de sus compañeros y logró que firmaran la carta en la que declararon su apoyo al proyecto de “acuerdo nacional” que impulsa el nuevo Gobierno.
Petro respondió a este respaldo nombrando en su equipo de empalme al exviceministro y abogado Guillermo Reyes, quien fue asesor jurídico del senador Trujillo.
De esta manera, el nuevo presidente jugó a tres bandas: obtuvo el apoyo de la mayoría de congresistas conservadores, lo que produjo la molestia y posterior renuncia de Ómar Yepes como presidente del partido y la llegada de Trujillo a ese cargo, el pasado jueves.
A rey muerto, rey puesto. Asimismo, en las toldas azules ven con buenos ojos los primeros movimientos de Petro. “Ha dado muestras positivas, como la apertura al diálogo con Venezuela y el nombramiento de José Antonio Ocampo en el Ministerio de Hacienda, un defensor de la propiedad privada”, indicó el senador Efraín Cepeda, uno de los congresistas con mayor ascendencia en la colectividad.
Con los conservadores en el Gobierno, la coalición llegaría a 69 de 108 senadores. Con eso el presidente electo tendría mayorías holgadas.
Pero Petro busca el premio mayor e hizo una movida clave: un acuerdo para que el Partido de la U actúe como bancada de gobierno a la hora de negociar las mesas directivas del Congreso, con lo que esa colectividad espera obtener alguna de las presidencias en estos cuatro años y mantener la dirección administrativa de la Cámara.
“Después de que se cumplan esos encuentros (para definir las mesas directivas), se tomará la decisión de nuestra postura frente al Gobierno”, explicó la directora de La U, Dilian Francisca Toro. Ella recordó que, en todo caso, el partido no le hará oposición a Petro y por ahora “va a escuchar sus propuestas de transformación para el país”. Aquí también ganó el presidente electo.
En una posición similar se encuentra Cambio Radical, que tampoco le hará oposición al nuevo Gobierno y está a la espera de la conformación de las mesas directivas del Congreso y los anuncios de Petro frente a la conformación del gabinete.
Según confirmó SEMANA con los compromisarios de los partidos, las reuniones para definir mesas directivas se reanudarán el 12 de julio, fecha en la que se decantarán los apoyos.
Pero, por ahora, tal como pinta el tablero político en este momento, Petro contaría con 69 senadores a favor, 25 senadores en independencia y apenas 14 en oposición. Esta es una verdadera hazaña política del presidente electo.
Petro el conciliador
Esta aplanadora que, hasta el momento, conquista el nuevo Gobierno no solo se debe al pragmatismo con el que ha manejado las relaciones con los partidos, sino a su tono conciliador. Desde su primer discurso como mandatario electo, Petro convocó a un gran acuerdo nacional con todas las fuerzas políticas.
En los últimos días, se ha tomado fotografías verdaderamente impensables. La más potente fue con el expresidente Uribe este miércoles. Los dos líderes políticos más opuestos ideológicamente, que representan visiones de país completamente antagónicas, se sentaron frente a frente por espacio de dos horas. Al final, Uribe habló ante la prensa de manera muy respetuosa sobre la conversación y lo que le expresó al presidente electo. Por su parte, Petro habló en sus redes sociales y resaltó la cita.
Ni siquiera el papa Francisco, en diciembre de 2016, cuando invitó a dialogar a Uribe y al expresidente Juan Manuel Santos en el Vaticano, pudo tender puentes de la manera en la que lo hizo Petro. Pero el secreto es el siguiente: para Uribe, Petro es un “contradictor”, mientras que Santos es un “engaño”.
El tono conciliador del nuevo mandatario también sirvió para que el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, jefe natural de Cambio Radical, aceptara el llamado al gran acuerdo nacional. Ambos líderes, que se lanzaron mutuamente dardos envenenados en la campaña de 2018, depusieron las diferencias y se sentaron a buscar consensos.
Pocas horas antes de este encuentro, Petro se reunió con el excandidato presidencial y próximo senador Rodolfo Hernández, quien en medio de la campaña fue objeto de fuertes ataques del petrismo. El ambiente fue tan cordial que el exalcalde de Bucaramanga reafirmó su decisión de no hacerle oposición al nuevo Gobierno y, para que a todos les quedara claro, publicó una foto en sus redes sociales abrazando a Petro y con el mensaje: “Empezó el cambio”.
Esta decisión de Hernández abre una discusión jurídica y política, pues la curul que él ocupará fue creada por el Estatuto de la Oposición para que el candidato que quede de segundo en las elecciones a la presidencia, gobernaciones y alcaldías le haga contrapeso al Gobierno. Eso no le importó al santandereano.Dicha norma entró en vigencia en julio de 2018. De hecho, fue estrenada, justamente, por Petro, quien hace cuatro años tomó posesión de su curul para hacerle una oposición inclemente a Duque.
Fuera de los históricos encuentros que ha sostenido estas dos semanas, Petro también les envió una carta a los soldados y policías, en la que les manifestó: “Más allá de ideologías y coyunturales debates políticos tengo claro que ustedes, los soldados de tierra, mar y aire y los policías de la patria, son humildes colombianos que, al igual que millones de compatriotas, reclaman un mejor futuro para sí mismos, pero en especial para sus queridas familias”.
El nuevo mandatario es consciente de que en el estamento castrense hay temor por su llegada al Gobierno. Tanto es así que el comandante del Ejército, el general Eduardo Zapateiro, anunció que se va del cargo el 20 de julio.
En materia de relaciones internacionales, en menos de 72 horas de haber sido elegido, Petro se anotó un hit por su conversación telefónica con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. También dialogó con Nicolás Maduro y anunció que desde el 7 de agosto buscará el restablecimiento de relaciones con Venezuela.
Hasta ahora, el económico es el campo en el que ha habido mayor expectativa. El dólar subió a niveles históricos, y Ecopetrol ha perdido valor bursátil ante la incertidumbre. Para contrarrestar esta situación, Petro anunció a José Antonio Ocampo como su ministro de Hacienda. Se trata de un prestigioso economista, ex secretario ejecutivo de la Cepal, excodirector del Banco de la República, cuyo nombre cayó bien en la mayor parte de los sectores. Ocampo fue ministro de Hacienda y director de Planeación del Gobierno de Ernesto Samper, y ministro de Agricultura de César Gaviria.
Malestar
Paradójicamente, los mayores dolores de cabeza para Petro desde su elección se los ha dado el ala radical del petrismo, en la que hay malestar por las fotos con el establecimiento político y las concesiones que ha empezado a hacer, y que tendría que seguir haciéndoles, a los partidos tradicionales.
Las fricciones se hicieron evidentes la semana pasada cuando el nuevo mandatario le dio el guiño a Roy Barreras para que sea el próximo presidente del Senado, quien es visto como alguien que representa la política tradicional.Barreras primero fue uribista, luego santista y ahora petrista. Por eso, algunos de sus copartidarios, como el senador Alexánder López, aseguraron que esta decisión no fue “ni consensuada ni democrática”.
Para otros, el visto bueno a Barreras fue un cabezazo de Petro, pues no hay nadie que conozca mejor al Congreso en ese círculo que el vallecaucano, que, sin duda, sabe cómo pactar los acuerdos que se necesitan para tramitar las reformas del nuevo Gobierno.
El malestar continuó esta semana con la reunión entre Petro y Uribe. “No podemos traicionar a las víctimas”, apuntó el senador petrista Gustavo Bolívar. “Bienvenida la reconciliación, pero a Uribe, solo perdón social. Perdón judicial si va a la JEP. Perdón divino… difícil”, agregó.
En el Pacto Histórico son conscientes de que tendrán que seguirse tragando sapos, pues el ejercicio de sostener una coalición de gobierno sólida implica ceder en materia programática y burocrática.
Por ejemplo, el sector liberal petrista, según conoció esta revista, quiere poner contralor, mientras que La U y el Partido Conservador estarían interesados en una importante representación no solo en el gabinete, sino en la conformación del nuevo Consejo Nacional Electoral, que será elegido este año por el Congreso.
En materia programática, Petro también ha tenido que moderarse. El Partido Liberal ya le hizo saber que se opondrá a cualquier intento de aumentarle los impuestos a la clase media, y el Partido Conservador, como le aseguró el senador Antonio Zabaraín a SEMANA, ha sido claro en que no es conveniente acabar las EPS ni eliminar el Esmad. El exvicepresidente Vargas Lleras, por su parte, fue enfático en que revisará con lupa las propuestas de reforma pensional y laboral.
Petro no solo se convirtió en el primer presidente de izquierda en Colombia, sino que puso al establecimiento político de su lado. El nuevo mandatario tendrá que aprovechar su luna de miel. Las cartas están a su favor, pero el juego apenas comienza. En todo caso, más de 10 millones de colombianos, que votaron en contra de Petro en la segunda vuelta presidencial, tienen la lupa puesta y aún hoy no necesariamente se sienten representados.