Sobre las ocho de la noche del pasado martes, un pelotón de soldados fue emboscado por el ELN, minaron la zona y como resultado murió el soldado profesional Iván Rodrigo Suárez. La onda explosiva fue tan fuerte que su cuerpo se desintegró. Otros tres uniformados resultaron heridos, entre ellos el soldado Jamintón Castillo de 31 años de edad.
Fueron días y noches de angustia. “Él está muy mal, tiene los oídos reventados y dolor de pecho, pero el Ejército aún no lo saca de la zona”, dijo a SEMANA su mamá, el pasado viernes. Mientras su hijo y sus compañeros estaban en peligro en la región del Catatumbo, ella reflejaba su angustia en las complicaciones de salud, la presión arterial se le alteró al saber que su hijo aún no tenía atención médica en un centro de salud y que completaba más de tres días en el mismo terreno dónde vio morir a su compañero, con el riesgo de ser atacado de nuevo por miembros de la guerrilla.
Los superiores les informaban a las familias de los soldados que a pesar de haber sido aturdidos por la fuerte explosión, sus heridas no eran fatales, y que si avanzaban para rescatarlos aceleradamente se ponía en riesgo la vida de todo el pelotón, teniendo en cuenta que los miembros del ELN después del ataque minaron gran parte del terreno con la finalidad de someterlos.
SEMANA conoció que la operación de rescate avanzó muy lento, “Los tienen caminando con esas heridas. Ellos lloran del esfuerzo que están haciendo”, dijo uno de los familiares que pudo comunicarse con algunos de los uniformados afectados en los días de zozobra.
Esa escena que pareciera sacada de una película de acción es la realidad que tienen que vivir los soldados en Colombia. Es el rostro y el dolor de los que ven de cerca la guerra que tiene protagonismo en diferentes zonas del país.
Los seres queridos de los soldados que permanecieron atrapados en zona rural de San Calixto, en Norte de Santander, en la región del Catatumbo, clamaban a los comandantes del Ejército que hicieran todo lo posible por sacar a los militares del terreno y que en un acto humano les brinden cuanto antes la atención médica que requerían. “Es cuestión de que se pongan en sus botas, si fueran ellos los que estuvieran allí atrapados, muy seguramente movilizaría todo para que los sacaran de allá”, dijo una de las esposas de los uniformados heridos que buscó a SEMANA para denunciar la situación y que durante cinco días continuos estuvo, según ella, con el corazón destrozado.
Por su parte, desde el Ejército estaban frente a una de las operaciones más complicadas de rescate, siempre les aclararon a las familias que no era negligencia, sino por la complejidad del terreno donde se encontraban.
Los enfermeros de combate les estaban prestando los primeros auxilios mientras avanzaban de manera lenta y en la noche, pues no podían despertar sospechas, los helicópteros no podían llegar al lugar, francotiradores los amenazaban.
Las tropas estaban haciendo todo el esfuerzo para lograr, pero querían evitar una tragedia peor. Al menos tres soldados en el Catatumbo han sido asesinados en los últimos días por francotiradores.
Durante el fin de semana, después de una travesía de horror el pelotón de alrededor de 30 uniformados llegó a una base segura de San Calixto y en ese momento las familias sintieron tranquilidad. Este lunes, los soldados heridos están recibiendo atención médica.
Mientras, en la casa del soldado profesional Iván Rodrigo Suárez lloran su ausencia. Para los comandantes de la brigada fue triste el no poderles entregar ni siquiera el cuerpo del militar, pues fue muy poco lo que se pudo rescatar de él. Pero en la memoria de sus seres queridos vivirá por siempre como un héroe, el mismo que murió defendiendo a la población del Catatumbo, una de las zonas más azotadas por la violencia en Colombia.