La noticia tomó por sorpresa a miles de estudiantes y padres de familia en Colombia el pasado jueves: las 27 instituciones que conforman la Unión de Colegios Internacionales de Bogotá, Uncoli, decidieron que, a partir de agosto de este año, se restringirá en gran parte de la jornada escolar el uso de celulares y relojes inteligentes por parte de sus alumnos. Una medida bautizada ‘Desconectar para conectar’, que también se extendería a las rutas escolares.
“Las investigaciones disponibles son contundentes y muestran que la presencia de estos dispositivos durante la jornada escolar tiene efectos adversos sobre la salud mental, contribuye al desarrollo de comportamientos adictivos, se reduce la calidad de las interacciones sociales, disminuye el interés por la actividad física, se incrementan el bullying y el cyberbullying, además de generar una disminución importante en el rendimiento académico”, expresó Uncoli en un comunicado que fue compartido a las comunidades de estas instituciones.
Para esta asociación, resultaba necesario ofrecer a los estudiantes “un descanso de los dispositivos digitales, proporcionándoles la oportunidad de vivir al menos ocho horas al día libres de las influencias negativas de estos aparatos”.
En diálogo con SEMANA, Camilo Camargo, rector de Los Nogales, uno de los colegios que acogieron la restricción, comparte sus razones: “Desde hace varios meses, los directivos de estas instituciones habíamos mostrado nuestra preocupación porque el uso de celulares estaba afectando los procesos de aprendizaje. Lo notamos, por ejemplo, luego de las pruebas Saber en las que se reveló que esto impactaba áreas como las matemáticas en los alumnos que más tiempo pasan conectados a estos aparatos”, dice.
Agrega que analizaron medidas similares que se han tomado recientemente en otros países, en especial en Europa, donde se comprobó que el uso indiscriminado de estos dispositivos afecta la salud mental de niños y jóvenes, cuyo cerebro aún se encuentra en desarrollo.
Para ello, explica Camargo, se apoyaron en Generación ansiosa, un libro del reconocido psicólogo social Jonathan Haidt, que desvela las causas del colapso psicológico de la llamada generación Z y desnuda una realidad que preocupa a educadores y cuidadores en todo el mundo: desde 2010, se ha observado un inquietante y pronunciado aumento en el número de jóvenes diagnosticados con ansiedad, depresión y otros trastornos psicológicos debido al uso excesivo de los celulares.
Lo confirma Juanita Alarcón, médica y psiquiatra, autora de esta polémica iniciativa, que desde ya ha dividido opiniones: “Los jóvenes que pasan mucho tiempo conectados a estos aparatos tienen hasta 66 por ciento de mayor riesgo de crear adicción a sustancias psicoactivas y 22 por ciento de mayor riesgo de adoptar conductas suicidas”.
Cada colegio de Uncoli aplicará, sin embargo, de manera autónoma la restricción, aunque todos en conjunto esperan que los resultados apunten en el mismo sentido: que regrese la interacción social, pues “resulta sorprendente ver cómo, estando el uno frente al otro, a veces prefieren comunicarse con un mensaje de texto”, como asegura María Mercedes de Brigard, rectora del Gimnasio La Montaña, también de Uncoli.¿Restricción a la libertad?
Para el psiquiatra Diego Vargas, la medida era necesaria. Y cita varios estudios “que nos hablan de cómo el retiro de las pantallas en la primera infancia reduce el 60 por ciento de las consultas por cambios emocionales a niveles de psiquiatría y psicología. También disminuye los casos de matoneo en los colegios, aumenta el rendimiento escolar y favorece una buena continuidad en sus estudios posteriores”.
En el mismo sentido se pronuncia Julián de Zubiría, director del Instituto Alberto Merani. En diálogo con SEMANA, asegura que están muy confundidos los padres que consideran “que sus hijos vienen con un chip incorporado al mundo. El conocimiento tecnológico de las nuevas generaciones es instrumental y rutinario. Y la gran mayoría de jóvenes son manipulados en redes y desconocen los enormes riesgos a los que se exponen al utilizarlas”.
Explica que desde ya había llegado el momento “de prohibir los celulares para los niños de primaria, establecer el control parental para los jóvenes en los primeros años del bachillerato y recomendar la eliminación de las notificaciones para los estudiantes de noveno, décimo y undécimo grado. Por eso, comparto el espíritu de la medida que han tomado 27 colegios. Nosotros tomamos una medida similar desde enero de 2024”, asegura Zubiría. No obstante, señala que discrepa de la eliminación de estos dispositivos “en los primeros años del bachillerato.
Allí es cuando veo mayor necesidad de enseñarles a los jóvenes a detectar noticias falsas y a realizar un uso responsable de los dispositivos electrónicos. La censura y la reglamentación no generarían los efectos positivos si no las acompañamos de múltiples clases en las que los docentes utilicen en el aula las redes para evidenciar sus riesgos éticos y la facilidad con la que promueve la polarización y circulan las noticias falsas en la nube”.
Para este experto en educación, Instagram es la red más peligrosa “y la que en mayor medida deteriora el autoconcepto de las preadolescentes al llevarlas a compararse frecuentemente con niñas de su edad más bellas y esbeltas, gracias al uso de filtros. El segundo efecto perverso es la adicción. No debemos olvidar que, tal como demuestra el documental El dilema de las redes sociales, las redes fueron diseñadas para volvernos adictos. Mucho más los niños y jóvenes en formación”.
Por ello, para psicólogos como Ana María Fonseca es fundamental que los padres “retrasen en la medida de sus posibilidades la entrega de este tipo de dispositivos a sus hijos y regulen el uso que los mismos hacen de las redes sociales”.
Así lo cree también Luz Karime Abadía, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, y cofundadora del LEE de la Universidad Javeriana, un Laboratorio de Economía de la Educación. “La evidencia ha encontrado que cuando los niños, niñas y adolescentes, desde edades tempranas pasan muchas horas en el celular y redes sociales se vuelven más impacientes, y creen todo lo que aparece en redes sociales, como que es fácil convertirse en deportistas famosos, ser felices todo el tiempo o delgados como las estrellas. Los distrae de otras actividades y los vuelve impacientes. Son jóvenes que no saben lo que es aburrirse, y aburrirse es necesario porque dispara la creatividad y los lleva a entender que las cosas requieren esfuerzo”, señala la experta.
En la polémica ya terció el Ministerio de Educación, que sostuvo que, por el momento, no se contempla implementar la medida a nivel nacional. En cambio, será cada institución la que defina cómo integrarla.
“Colombia ha optado desde hace años por que el uso de los celulares, y en general de las pantallas en los colegios y en la sociedad, sea regulado. No prohibir de manera absoluta para todo un país sin consideraciones específicas, sino que cada consejo académico, ojalá además en asocio con las familias, establezca en qué momento se restringe su uso”, aseguró en SEMANA el viceministro de Educación, Óscar Sánchez.
Para el funcionario es importante señalar que muchas instituciones dependen de este tipo de dispositivos para la conectividad. Aunque reconoce los argumentos de la Uncoli, en el sentido de que estos dispositivos tienen efectos adversos sobre la salud mental y contribuyen al aumento del matoneo.
Lejos de considerarlo una prohibición que coarte las libertades individuales, el rector Camargo considera que si bien la tecnología ha sido una gran aliada en materia educativa y potencia el aprendizaje, no es menos cierto que alejar a los jóvenes del celular “les quita la presión de estar conectados”.
Para la decana de la Javeriana, “es importante involucrar la tecnología y que los jóvenes desarrollen habilidades digitales, pero debe ser una tarea guiada. Los padres deben estar atentos de las páginas y redes sociales a las que acceden”, concluye.