Luis Alfredo Garavito, mejor conocido como ‘La Bestia’, fue un violador y asesino en serie (de niños) muy conocido y repudiado en Colombia, debido a que violó y mató al menos a 172 niños en la década de los 90.
Su fallecimiento se registró el pasado 12 de octubre en un hospital, al que había sido trasladado por tener problemas de salud debido a que estaba sufriendo un cáncer desde hace algunos años y que finalmente, luego de mucho sufrimiento, cobró su vida.
En la historia, hubo un sujeto con un perfil muy similar al del violador colombiano, que sirvió como referente para poder dar con su paradero y, posterior a ello, con su captura.
Se trata de Andrei Chikatilo, apodado como ‘El carnicero de Rostov’, quien azotó las estaciones ferroviarias de la antigua población de Rostov (en Rusia), en la antigua Unión Soviética, desde 1982 hasta 1990, cuando fue sentenciado a muerte por sus crímenes contras mujeres jóvenes a las que asesinaba con métodos dantescos.
Chikantillo tuvo una infancia difícil, pues en lo que hoy se conoce como Ucrania, se vivía una guerra y por ello se empezó a practicar el canibalismo. Así, él, siendo tan solo un niño, perdió a su hermano. Eso le causó temor, pero luego ese miedo se convirtió en sadismo.
Andrei tenía una característica especial: impotencia sexual. Eso le causó muchos problemas e incluso burlas, no solo en el colegio cuando era estudiante, sino también en el trabajo, más adelante, pues se afirma que su primera erección la tuvo al abrazar a una mujer.
El hombre se casó e incluso concibió un hijo, pero su impotencia sexual le resultaba frustrante. Estudió lenguas y se convirtió en profesor. Allí notó que ver a niñas le resultaba excitante. Sin embargo, se ocultaba bajo una imagen de persona afable, como registró La Vanguardia. Hasta que un día invitó a una niña de 9 años a una cabaña.
Cuando llegaron al lugar, el hombre empezó a desvestirla violentamente, y la niña se cortó el brazo, lo cual le causó una erección, por lo que al ver que eso le generaba placer, decidió matarla y, posterior a ello, le sacó los ojos, lo que se convertiría en su sello personal. Esto ocurrió a finales de 1978.
Luego, dejó su oficio como profesor y se dedicó a trabajar en una fábrica, por lo que debía viajar por todo el país. Su siguiente crimen fue en 1981, con una joven prostituta de 17 años, quien, ante su impotencia sexual, se mostró indiferente, por lo que decidió estrangularla y, tras esto, tuvo una eyaculación sobre el cadáver. El asesino entonces procedió a quitarle los senos y se comió los pezones, al igual que los ojos de la muchacha ya muerta.
Así hizo con otras 50 personas. Incluso a un niño le quitó los testículos. Todas sus víctimas presentaban signos de violencia, cortes, puñaladas y mordiscos con fuerza.
Luego de años de búsqueda, dieron con su paradero y fue judicializado. Su juicio llamó la atención del mundo porque mientras se leían los cargos el hombre se reía. “En los actos sexuales perversos experimentaba siempre una especie de furor, una sensación de no tener freno. [...] Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba paz mental y espiritual durante largos períodos”, afirmó. Incluso hubo un momento en que se bajó los pantalones y les mostró a todos sus genitales.
Dos años duró su juicio, hasta que finalmente el 15 de febrero de 1994 recibió la pena de muerte, con un tiro en la cabeza.
De su caso se hicieron un libro y una película, lo que les permitió a los investigadores colombianos seguir las pistas para poder dar con Luis Alfredo Garavito, quien estaba causando más y más violaciones y muertes en el país.
Hasta que el 22 de abril de 1999 lo detuvieron cuando intentó violar a un niño, pero un joven habitante de calle se dio cuenta. El asesino en serie y violador permaneció en la cárcel por cerca de 24 años