Este 4 de abril se conmemora el Día Internacional para la Sensibilización contra las Minas Antipersonal. En lo corrido de 2021, exactamente entre enero y marzo, el Comité Internacional de la Cruz Roja (Cicr) registró 104 víctimas de artefactos explosivos, de las cuales 41 son víctimas de minas antipersonal; 7, víctimas de restos explosivos de guerra; 33, víctimas de artefactos de detonación controlada y 23, víctimas de artefactos explosivos lanzados.
Entretanto, desde el 2002 hasta el 31 de marzo de 2021, 6.502 militares y 4.216 civiles han sido víctimas de minas antipersonal, según informó la Oficina del Alto Comisionado para la Paz. De acuerdo con la información entregada por el Ejército Nacional, “a la fecha el Estado colombiano ha liberado 253 municipios con operaciones de desminado humanitario gracias a sus 7 operadores y los componentes externos de monitoreo. La Brigada de Desminado Humanitario, del Ejército Nacional se ha destacado por liberar 229 de los 253 y trabaja en 25 departamentos del país”.
El 13 de agosto de 2010 el capitán Carlos Andrés Ortiz Rosero fue víctima de una mina antipersonal que había sido instalada por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) en la zona rural de San Vicente del Caguán, Caquetá.
En diálogo con SEMANA Noticias, el uniformado narró su historia. “Yo pisé una mina el 13 de agosto de 2010, pertenecía a la Brigada Móvil 27 del Batallón de Contraguerrillas 1 Los Muiscas. Nos encontrábamos realizando operaciones ofensivas en contra de la columna móvil Teófilo Forero, de las extintas Farc, cuando realizando un movimiento aproximadamente a las 11 u 11:30 de la mañana estábamos haciendo registro para analizar el eje de avance”.
“Teníamos informaciones y este grupo terrorista siempre fue reconocido por ser experto en el manejo de campos minados y cuando empezamos a realizar este registro, fui víctima de una mina antipersonal”, relató el capitán Ortiz.
Al pisar esa mina, el capitán del Ejército Nacional perdió su pie izquierdo. Explicó que ese 13 de agosto, no asimilaba lo que estaba sucediendo. “No asimilaba la realidad. Nuestro entrenamiento en el Ejército es que siempre, a pesar de las adversidades que se nos presenten, uno como comandante tiene que estar pendiente de sus soldados o subalternos. Yo quedé aturdido pero consciente, mi preocupación fue por ellos, que ninguno más fuera a ser víctima de esto”, dijo.
Contó que a pesar de lo ocurrido, de haber pisado esa mina, trató en medio de la dificultad de organizar y hablar con sus compañeros para que coordinaran el punto donde lo tenía que recoger el helicóptero. “A Dios gracias, a la Virgen, tuve el valor yo mismo de tomar el radio, reportarle a mi comandante lo que había sucedido y me evacuaron”.
Pero todo no paró ahí. El capitán señaló que veía algo muy complejo: avisarle a su familia. “Yo siempre he sido muy positivo, siempre he tratado de mirar las cosas buenas y para mí en ese momento lo bueno era que estaba vivo. Siempre he dicho que cuando uno tiene vida, que Dios nos da ese regalo, hay que echar pa’ lante”.
Posteriormente fue trasladado a un centro de salud para ser revisado y la recuperación “fue un poco compleja, el cambio de vida. Ya uno no es el mismo pero siempre con las ganas de salir adelante me dediqué a hacer ejercicio”.
A pesar de este hecho que cambió su vida para siempre, el oficial del Ejército Nacional afirma que su entrega y amor por la institución está intacto y en la actualidad hace parte de la Liga de Deportistas con Discapacidad de las Fuerzas Militares, donde practica la disciplina de levantamiento de pesas.
Además, su hijo está prestando servicio militar en la Escuela de Paracaidismo y está a la espera ingresar a la Escuela de Oficiales para seguir los pasos de su progenitor, sirviéndole al país.