La incautación en menos de dos meses de más de 300 barras del poderoso explosivo pentolita en carreteras del departamento de Nariño, cuyo destino al parecer era Bogotá, prendió las alarmas en la Policía.

Los casos son de la mayor preocupación, pues este es un elemento que usa el ELN para actos terroristas. Para tener una idea de la amenaza, en el atentado contra la Escuela de Policía General Santander en 2019, en el que murieron 22 cadetes, emplearon solo 80 barras de esta munición. Las 300 unidades fueron encontradas en dos cargamentos.

El hecho más reciente ocurrió el pasado 27 de abril, un día antes de que se conmemorara un año del agitado paro nacional, en el que hubo una docena de muertos, estaciones de policía incendiadas y bloqueos de vías, pero lo más preocupante, una probada infiltración del ELN en las denominadas primeras líneas, que estarían planeando generar pánico.

En el operativo realizado por la Policía de Carreteras en la vía Rumichaca-Pasto, fue detenido un camión que transportaba un cargamento de plátanos con destino a Bogotá, pero se encontraron con cuatro cajas con 153 barras de pentolita, 69 cartuchos calibre 7,62 y un cañón de ametralladora.

El conductor dijo que el camión fue cargado en la plaza de mercado de Ipiales, en Nariño, que tuvo a dos jóvenes ayudándole a subir las cajas y que no sabía de los explosivos. La versión resultó poco creíble y fue enviado a prisión. Vino un segundo campanazo, nuevamente en Nariño, en el tramo que va desde Guachucal hasta Ipiales, en la vereda Ipialpud Alto.

En un carro en el que viajaban tres ecuatorianos encontraron ocultas otras 200 barras del explosivo, en esta ocasión, tenían como destino el municipio de Samaniego, en donde opera la estructura José Luis Cabrera, del ELN.

La hipótesis que manejan las autoridades resulta preocupante y revela planes de desestabilización en Bogotá de generar temor con base en acciones terroristas. Uno de los investigadores del caso que habló con SEMANA contó que el destino, según las pesquisas, eran grupos radicales o el ELN, que tiene en marcha la campaña de ‘despedida’ del presidente Iván Duque, y que busca generar un clima de ingobernabilidad antes de que termine el Gobierno. Las coincidencias no pasaron desapercibidas.

En primer lugar, no se habían presentado decomisos así de grandes del explosivo en este año. Además, el sitio donde fueron cargados los vehículos resultó ser el mismo: la plaza de mercado de Ipiales.

Por último, su origen es Ecuador, donde el ELN tiene socios y aliados. De acuerdo con el informe al que tuvo acceso SEMANA, los traficantes compran el explosivo en el vecino país, donde se adquiere con facilidad, mientras que en Colombia, para acceder a él, debe hacerse por medio de Indumil, entidad del Gobierno que tiene bajo su responsabilidad la comercialización de armas y explosivos.

Con la pentolita en sus manos en Ecuador, los traficantes consiguen la gente para pasarlo por trochas ilegales mediante la modalidad de hormigueo. Las mafias se encargan de hacerla llegar a las disidencias de las Farc, el Clan del Golfo y el ELN.

Organizaciones que las usan en atentados terroristas como en la General Santander, minería ilegal o golpes contra la fuerza pública. Según el informe, la ruta del explosivo es clara y se ha venido construyendo con base en los operativos exitosos para evitar acciones de los ilegales.

Pasa por los departamentos de Antioquia, Cesar, Valle del Cauca, Caldas, Norte de Santander, Santander, Cauca, Cundinamarca, Nariño y Magdalena (ver mapa). La pentolita, a diferencia de otros explosivos, es de fácil transporte, pasa al menudeo por las trochas entre Colombia y Ecuador, y no existe riesgo de accidentes con el material, a diferencia de otros explosivos, no hay peligro de detonación accidental. El temor real es que sea empleado para una acción de bélica en la que estaría Bogotá en la mira.