El subintendente Mauricio Andrés Arce, un experimentado hombre de la Dirección de Inteligencia de la Policía (Dipol), llevaba más de 16 años en la institución, gozaba de varios reconocimientos por sus trabajos como especialista en la recolección de información en terreno.
Antes de su asesinato el pasado mes de septiembre, estaba asignado a una importante misión: recaudar información de objetivos criminales del Clan del Golfo en Caucasia, Antioquia.
El suboficial había cumplido con su trabajo y desde la Policía le autorizaron unos días de descanso, los cuales aprovechó para ir a visitar a su mamá y a su hija de siete años de edad en el Espinal.
Para esa época, en el Tolima habían ocurrido varios homicidios bajo la modalidad de sicariato, también había alerta entre los integrantes de la Policía por el plan pistola que había activado el Clan del Golfo y el pago que estaban haciendo las disidencias de las Farc por policías asesinados.
Los superiores le dijeron a Arce que tuviera cuidado en sus desplazamientos, pues era un hombre de inteligencia y eso lo convertía en blanco de los enemigos. Pese a la tensión que existía, el subintendente llegó al Tolima para descansar y, de paso, saber cómo iba un negocio que tenía con su mamá.
El primero de septiembre, el uniformado estaba en la oficina de su mamá con una sobrina menor de edad, cuando al sitió llegó un hombre robusto, alto y con un arma de fuego en la mano derecha, la cual accionó en repetidas ocasiones contra la humanidad del policía; fueron tres disparos, dos en la cabeza y uno en el pecho, dejándolo sin posibilidades de sobrevivir.
Como es normal en estos casos de sicariato, el asesino, luego de ejecutar el crimen, abandonó rápidamente la zona en una motocicleta que lo estaba esperando afuera del sitio del escabroso homicidio.
Al conocer el caso, la Fiscalía y la Policía apuntaron a que la hipótesis principal era una retaliación del Clan del Golfo por los trabajos de inteligencia que venía haciendo Arce en el departamento de Antioquia y lo habían seguido hasta el Tolima.
Pero en el crimen del uniformado había algo que no encajaba y que -por el contrario- llamaba la atención de las autoridades y era la precisión que había tenido el gatillero que lo asesinó, dos disparos en la cabeza y uno en el pecho. Para ese tiempo habían ocurrido otros dos crímenes de importantes empresarios en el Tolima con las mismas características.
En abril de este año, la pareja de la personera del municipio de Saldaña, Tolima, Luisa Fernanda Yate, el empresario de eventos José Vicente Arciniegas, había sido asesinado mientras tanqueaba gasolina en una estación de servicio. En video quedó grabado el impactante momento en el que llegó el sicario en moto, le disparó en la cabeza y lo remató en el piso atacando su pecho. A los pocos días del crimen de Arce, se presentó el homicidio de otro comerciante en el Tolima.
La víctima en esta ocasión fue Duván Mauricio Ramírez, asesinado mientras montaba bicicleta. La modalidad fue la misma que en los dos casos anteriores, dos sujetos en una moto, disparos en la cabeza y en el pecho.
Tras hacer los análisis y recopilar información de cámaras de seguridad, las autoridades judiciales tenían claro que el modus operandi unía los tres crímenes, el sicario que había asesinado a Arce era el mismo que les segó la vida a los empresarios Arciniegas y Ramírez.
Pero ahora el paso era saber cuál era la relación que podían tener las tres víctimas, si en los trabajos de recolección de información nadie había mencionado que se conocieran o tuvieran algún vínculo comercial o de negocios.
Con estos hechos, la hipótesis que había sido el Clan del Golfo el responsable del crimen de Arce comenzó a desvanecerse. Con la precaria información que tenían, la Policía judicial empezó a revisar cuáles eran las bandas criminales que delinquían en el Tolima, dejando en la lista a cinco de alto impacto que cometían crímenes por encargo, que cobraban entre cinco y siete millones de pesos por muerto.
Para ello fue necesario analizar 9.000 datos y 4.800 minutos de video de cámaras de seguridad, que les permitieron a los investigadores develar el modus operandi de la red de sicariato.
Antes de cometer los homicidios, se observó en los videos que el sicario era transportado en una camioneta a determinado punto, en el que era recogido por una motocicleta que lo llevaba hasta el lugar del crimen, lo sacaba de la zona y lo llevaba de nuevo a la camioneta.
Los investigadores lograron obtener la descripción física y, con información en terreno, los informantes dieron luces sobre quién podía ser. Alguien les dijo a los sabuesos de la Policía que el sujeto que buscaban era posiblemente Albeiro Mejía Triana, alias Cofla, presunto cabecilla de la estructura de crimen urbano Los Tachuelos.
Al revisar su círculo cercano, los investigadores se llevaron una sorpresa monumental que le dio un giro de 180 grados al caso de Arce. La pareja sentimental de Cofla era Paula Andrea Villalba, expareja del policía asesinado, con quien había tenido una hija hacía siete años.
Ahora, la nueva hipótesis del homicidio del uniformado era un posible crimen pasional. Al indagar sobre la vida personal de Arce, la investigación arrojó que el policía venía teniendo fuertes problemas con la mamá de su hija (Paula Villalba), quien no le dejaba ver a la menor y, por esta situación, al parecer, el uniformado retrasaba los pagos de manutención.
Además, Arce le había contado a su mamá que había conocido a una mujer en Caucasia, Antioquia, con quien tenía planeado organizarse, situación que habría llegado a los oídos de Paula y que posiblemente habría sido el detonante para el homicidio del policía.
Según fuentes de la institución, con Arce muerto, la pensión la recibía en un 100 % su hija de siete años, pero si el uniformado se casaba, el 50 % era para la menor y el otro 50 % para la nueva pareja, hecho que, al parecer, habría llevado a que Paula le ordenara a su pareja Cofla que atentara contra el policía.
Tras 29 días de intensa investigación encabezada por la Fiscalía y apoyada por la Policía, un juez ordenó las capturas de Albeiro Mejía Triana, alias Cofla, Paula Andrea Villalba y Fredy Lozano Idrobo (conductor de la moto), quienes tendrán que responder por los delitos de homicidio agravado, porte ilegal de armas y concierto para delinquir, según la Policía.
Fuentes de la institución indicaron que el crimen de Arce puso al descubierto la red de sicariato más peligrosa del Tolima, que estaría implicada en al menos diez homicidios recientes, entre los que están los de los empresarios Arciniegas y Ramírez.
El reto siguiente para las autoridades es saber quiénes están detrás de los crímenes de los empresarios Arciniegas y Ramírez, autores intelectuales que habrían contratado los servicios del temido Cofla y su red, que por situaciones del destino lo terminaron conectando con el homicidio del subintendente Arce.
Hay que mencionar que bajo estos métodos, este año se han logrado resolver varios crímenes en contra de policías como el del mayor Edison González, asesinado por un francotirador del ELN en Norte de Santander, logrando la captura de alias Zarco, presunto responsable; la captura también del presunto homicida del patrullero Édgar Cardona, asesinado en Cali en un caso de hurto, y la captura de los responsables del crimen de la patrullera Paula Ortega, en Neiva, en un plan pistola de las disidencias de las Farc de Iván Mordisco.