Lo que está ocurriendo en Cúcuta es terrorífico: asesinatos con armas largas y granadas a las afueras de un colegio, atentados con explosivos, mafias extranjeras que controlan el microtráfico, extorsionan y matan sin pudor. La ciudad está viviendo sus peores días y tiene a cuestas una guerra de criminales sin precedentes.
La punta del iceberg de estas vendettas criminales es el asesinato, el pasado 14 de septiembre, del señalado ganadero venezolano Luis Miguel Osorio Chacin, quien pese a tener un carro blindado tipo 5, fue herido con disparos de fusil cuando recogía a su hijo, Luis Guillermo Osorio, de apenas 14 años, y a otros familiares en el colegio Santo Ángel.
Los sicarios –sin importar la presencia de menores de edad– dispararon 40 veces en un descuido del esquema de seguridad. El hombre y su primogénito murieron, así como el escolta José Gelvez de la Hoz. Frente a esta masacre, SEMANA conoció detalles que desvirtúan la hipótesis de que se trató de simple delincuencia común.
De acuerdo con la información entregada a este medio, Osorio Chacin tenía cuentas pendientes con carteles venezolanos por el decomiso de un cargamento de 700 kilos de cocaína que viajaban camuflados en quesos. Eso, más las amenazas en su contra, motivaron su llegada a Cúcuta y la contratación de un fuerte esquema de seguridad que incluía vehículos con blindaje tipo 5.
Otra de las hipótesis que estudian las autoridades de ambos países es que el hombre tenía nexos con el sanguinario cartel Tren de Aragua, donde se habría presentado un presunto desfalco y el principal señalado fue Osorio Chacin.
Con estas acusaciones encima, el Tren de Aragua contactó a varios grupos criminales colombianos como el ELN, AK-47, disidencias de las Farc y Los J para cometer el crimen. Uno de estos aceptó y, con información precisa de la distribución de los ocupantes del vehículo blindado, esperaron una mínima apertura de las puertas para disparar sin compasión. Dos menores de edad también resultaron heridos y hoy batallan por sus vidas en clínicas de la capital de Norte de Santander. Las autoridades de esa ciudad están seguras de que lo que se vive en las calles no es normal en el comportamiento histórico.
Evidentemente, hay una guerra de carteles colombo-venezolanos que, incluso, ha permeado a algunos uniformados de la Policía. SEMANA conoció que ya hay abiertas varias investigaciones contra uniformados que habrían recibido dinero para permitir el accionar criminal en Cúcuta.
El coronel William Quintero Salazar, comandante de la Policía de Cúcuta, reconoce que hay una guerra de bandas narcotraficantes. “En estos momentos tenemos una confrontación criminal entre el grupo de alias Pepino y el Tren de Aragua por el control territorial de La Parada con el tema de la droga y las extorsiones a comerciantes de la zona, teniendo en cuenta que este sector es el que sale al ingreso de Venezuela con el puente internacional y son 600 metros de sector comercial de Villa del Rosario”.
El alto oficial insiste en que trabajan sin descanso para hacerle frente a este problema, pero los homicidios este año, con corte al primero de septiembre, llegaron a 200, seis casos más que el mismo periodo del año pasado.
Por su parte, el alcalde Jorge Acevedo aseguró que “hay alrededor de 20 bandas criminales, cuatro transnacionales, allá están los AK-47, el Tren de Aragua, el ELN y las Farc”. Sobre la distribución de esas fuerzas criminales en la guerra que se vive en las calles, precisó que “los AK-47, los Porras y el Tren de Aragua están unidos contra el ELN allá en Villa del Rosario. En otro punto, los AK-47 y los Porras luchan contra los Pepinos.
Estas situaciones desbordan la capacidad de una alcaldía”. Cúcuta parece batallar sola contra estas maquinarias del crimen organizado. La administración municipal y la Policía no tienen la capacidad para hacerle frente a esta oleada criminal. Si los ojos del país no se posan sobre esta ciudad, hechos como la reciente masacre serán más frecuentes.