Tan pronto se desató la pandemia de la gripe, con inusual diligencia la comisión segunda del Senado citó al gobierno para saber si estaba haciendo lo necesario para enfrentar la crisis. En este debate de control político, convocado de un día para otro, el Ministerio de Salud salió bien librado. Por la premura del asunto, los congresistas no alcanzaron a prepararse y apenas hubo un jalón de orejas por el progresivo marchitamiento del Instituto Nacional de Salud (INS), la entidad llamada a liderar el manejo de la crisis, y que brillaba por su ausencia, incluso en el debate. Lo paradójico es que el principal citante fue el senador Manuel Enríquez Rosero, el político al que le atribuyen cuestionables manejos del INS. "Los nombramientos por politiquería y clientelismo desde los últimos dos años y medio no tienen precedente en la historia del instituto", dijo el doctor Santiago Nicholls, investigador de gran prestigio del INS, quien cuestiona la falta de formación científica de muchos de los nuevos funcionarios. Como él, varios expertos coinciden en que la entidad ha perdido su brillo y parte del prestigio técnico e investigativo que la ha caracterizado en sus 97 años de existencia. Enríquez es un político nariñense que ha construido su vida profesional en los salones del Capitolio. Comenzó hace más de 20 años como asistente de un congresista, luego fue secretario de una comisión y secretario general del Senado. Electo representante, luego dio el salto a su actual investidura, que ejerce con discreción. Sus compañeros coinciden en que su carrera ha estado marcada por la estrecha amistad que desde muy temprano estableció con Álvaro Uribe, tanto, que hoy se le ve como uno de los alfiles a los que el Presidente les tiene más aprecio. El senador dijo a SEMANA que el Presidente no le entregó la cuota del INS a él, sino a su departamento "como participación regional en el gobierno".La llamada "era pastusa" comenzó en 2006, cuando nombraron director de la entidad a su coterráneo el médico Luis Eduardo Mejía. Enríquez dice que entonces no lo conocía, que pertenecía a otro grupo y que no tiene nada que ver con ese ni con ningún otro nombramiento y ni con los contratos que se hacen en el INS. Sostiene que si alguno de sus paisanos lo busca para pedirle puesto, él los remite al INS a ver si allá hay alguna oportunidad para ellos. Pero que es todo lo que ha hecho al respecto. Otra cosa, sin embargo, dice Mejía, quien asegura que llegó al cargo por recomendación del senador y que él fue quien decidió prácticamente todos los cargos directivos de la entidad. Tanto es así, que allá terminaron personas que habían hecho parte de la Unidad de Trabajo Legislativo del congresista. De hecho, un ajuste en el manual de funciones de la entidad permitió que Hugo Efraín Enríquez, hermano del senador, llegara al cargo de secretario general, y a uno de sus mejores amigos a la dirección jurídica. "Me retiré porque no iba a hacerme responsable de lo que estaba pasando allá", dijo. A Mejía lo sucedió, pero como director encargado, Álvaro Ernesto Calvache, quien salió de la entidad la semana pasada ante las dudas que dejaba su capacidad técnica para sortear la pandemia. O sea que la situación más difícil de la salud mundial encontró acéfalo al INS. Las largas filas al frente del despacho del hermano del senador, y los cientos de contratistas que éste ha vinculado, han preocupado a los funcionarios de la entidad, que sienten que el INS se convirtió en la bolsa de empleo de los nariñenses. De hecho, mientras en 2007 hubo 132 contratos, y en 2008 fueron 265, en apenas cuatro meses de este año el INS ha vinculado a 249 contratistas nuevos. El secretario general explica que la buena gestión se nota en que se han creado nuevos proyectos dotados con importantes presupuestos para la entidad. Según el Ministerio de Hacienda, los recursos de la Nación para el INS fueron de 15.000 millones de pesos en 2006, mientras para 2009 están previstos 36.000 millones. Un incremento que no se compadece con el rezago que dicen los científicos se ha vivido en este mismo tiempo.Entre los recientes episodios que despiertan dudas está la compra de cuatro lujosas camionetas, por 72 millones de pesos cada una, en los últimos días de diciembre pasado. Una de ellas se destinó para el secretario Enríquez, y según los registros de ingreso y salida de la entidad, el hermano del senador salió en ella durante las festividades de fin de año, y la devolvió a mediados de enero. Dijo a esta revista que lo hizo porque en su casa tiene parqueadero cubierto y así protegía el vehículo, y que si lo vieron en fiestas en una camioneta, es porque tiene una del mismo color, pero de otro modelo y otro año."Si hay alguna irregularidad, tendrán que decirlo los organismos de control", dijo el congresista al preguntarle por su injerencia en la entidad, y esto es lo que esperan los funcionarios que han sido testigos del marchitamiento de su instituto. Una situación que quedó en evidencia al arribar la pandemia a Colombia, pues la Secretaría de Salud de Bogotá tuvo mayor capacidad de reacción que el Instituto, que es de nivel nacional. Apenas ahora el gobierno acaba de nombrar en propiedad a un nuevo director, el médico Juan Gonzalo López. La expectativa está en saber si este funcionario responde a los requisitos científicos y de prestigio inobjetable, que era el criterio que primó durante 97 años en el manejo de esta entidad. Aunque de poca figuración, el INS es de vital importancia para la salud de los colombianos. Pero las cosas parecen haber cambiado.