El inocente comentario de Sergio*, un niño de solo 3 años, quien le dijo a su abuela que “un amigo grande, como el papá, le había tocado sus partes íntimas”, se convirtió en un escándalo que puso al descubierto el abuso sexual del que era víctima en el Centro Infantil Pequeños Exploradores, en el barrio Santa Cruz, de la Comuna 2 de Medellín. Esto ocurrió el 19 de junio.

El lamentable hecho disparó las alarmas y se pudo confirmar el caso de otro menor que no había podido contar lo que le ocurría. La situación lo había silenciado; el niño no había vuelto a hablar. Tenía pesadillas, era conflictivo y se orinaba en la cama. Ese fue el campanazo que hizo que sus padres le practicaran el examen con el que se comprobó que también fue abusado. Lo más grave es que ante el ocultamiento del hecho por parte del operador Coomulsap, el centro educativo continuaba funcionando.

SEMANA tuvo acceso a la investigación que ha estremecido a Medellín y al país. Nadie se explica cómo un lugar donde los padres dejaban a sus niños para su cuidado se convirtió en el sitio donde sufrían abusos, cometidos presuntamente por el encargado del manejo de alimentos, un hombre mayor, con quinto grado de escolaridad, que obedece al apodo de Manolo. Su nombre está bajo reserva para no afectar la indagación. Las autoridades hallaron que Coomulsap le permitía recibir a los menores, hacer el protocolo de bioseguridad, comer y hasta jugar con ellos.

El caso empezó con el testimonio de dos pequeños abusados y, tras activarse la ruta de protección, las denuncias aumentaron a 14. Y, según pudo establecer SEMANA, ya son 21. Un encuentro entre los padres de familia que llevaban a sus hijos al jardín reveló los desgarradores relatos. Hubo momentos de tanta tensión que la policía tuvo que intervenir. La reunión se dio en la sede del Centro Infantil Pequeños Exploradores.

En ese momento, el lugar parecía más una funeraria, y no era para menos, se juntaron las tragedias. Los acudientes comenzaron a atar cabos, y, entre lágrimas y desespero, narraban hechos tan delicados como: “Con razón mi hijo se orinaba en los pantalones cuando lo iba a llevar”; “Mi hija llegó sin sus calzones”; “Mi hija me dice que tenía un amigo secreto que le daba confites si le permitía tocarla”.

Estos son solo algunos de los sucesos denunciados, y SEMANA reserva su publicación debido a la gravedad de los mismos. Son los pequeños quienes han venido contando lo que les pasó y sufrieron a manos de su agresor. Por ejemplo, varios dibujos de los menores fueron analizados por psicólogos. Uno de ellos tenía rayones fuertes, agresivos, de color rojo. Se prendió otra alerta, y al preguntarle a la menor, ella contó que cuando se portaban mal los encerraban en el cuarto oscuro.

Sobre Manolo, le dieron funciones que solo podía ejercer un profesional. Este monstruo tenía llaves del jardín, era quien en ocasiones lo cerraba en la noche y abría a las cuatro de la mañana para recibir la comida. Los padres aseguran que dormía ahí, que en las noches lo veían fumando desde el balcón. Todo esto forma parte de la investigación.

En esta historia de horror, las autoridades descubrieron las posibles irregularidades del operador Coomulsap, que presta el servicio desde 2012 y que habría callado de manera cómplice al conocer la denuncia que hizo Luisa*, madre del primer menor abusado. La principal responsable, de acuerdo con la investigación, sería una profesora a quien contactaron inicialmente y que, al parecer, no hizo nada. Se negó a dar la identidad del manipulador de alimentos y no prendió ninguna alarma, como obliga la ley.

Por el contrario, trataron de transar de manera directa con Luisa, quien reprochó el intento de encubrir al depravado y no se quedó quieta. Hizo la denuncia en un chat que comparten los padres de familia. Ahí se destapó el escándalo que hoy conmueve al país.

El mensaje señalaba: “Buenas noches, mamás. Soy la mamá de Sergio, quiero contarles que en este momento mi hijo se encuentra hospitalizado por abuso sexual y esto ocurrió en el Centro Infantil Pequeños Exploradores en el grupo de la profesora (...). La razón por la que les hago saber esto es para que indaguen si a alguno de sus hijos le sucedió algo similar. Por mi parte, estoy haciendo toda la gestión necesaria para que el caso de mi hijo no quede en la impunidad. Si desean corroborar que lo que les digo es cierto, escríbanme y le tomaré una foto de la historia clínica de mi hijo”. (Ver imagen).

En los dos primeros pantallazos se ve cómo la madre de uno de los menores denuncia el abuso. Una profesora de Pequeños Exploradores solo dice que se desconoce lo ocurrido y que el centro sigue funcionando.

La respuesta de la profesora en ese chat resultó desconcertante. Envió un mensaje diciendo que seguían las investigaciones, que se desconocía lo ocurrido, el lugar y la persona, y agregó: “Se continuará prestando el servicio con el compromiso y garantía de derechos”. Incluso, la maestra envió un audio, en poder de SEMANA, en el que dijo: “Hubieron (sic) unos comentarios de una mamá que compartió una información que desconocemos, ¿por qué lo está haciendo? (...) Están tratando de dañar el buen nombre del centro infantil”.

Este es el audio

Son tan graves estos mensajes que revictimizan a la mamá, ponen en duda la delicada denuncia, ocultan la identidad de Manolo y la acusan de pretender afectar al centro infantil. Lo más preocupante es que el sitio duró diez días más prestando el servicio, escondiendo la tragedia, hasta el 29 de junio que la administración municipal intervino.

Los hechos

Mientras Luisa daba su lucha solitaria para evitar que el silencio dejara impune el abuso de su hijo, su mensaje tocó el alma de Luis*, el papá del otro menor abusado, quien le manifestó su apoyo, aún sin tener idea que los problemas de habla de su hijo eran consecuencia de la misma situación. Entretanto, la directora de educación inicial de Coomulsap, Janeth Hurtado, solo se preocupaba porque la mamá del menor había ventilado el caso por un chat.

La solidaridad hizo posible un encuentro entre los padres de los menores. Luis decidió hacerle una revisión médica a su hijo, ahí llegó la triste noticia. Eran dos los niños violados en el centro infantil. La denuncia que inició en el chat fue asumida por Luis, padre del segundo pequeño, quien, desconfiado por la actitud de las directivas del jardín, buscó al secretario de Gobierno de la Alcaldía de Medellín, Esteban Restrepo, quien tomó cartas en el asunto.

El caso ha provocado repudio. El presidente Iván Duque aseguró que lo hecho por estas “bestias malnacidas no quedará impune”. La Fiscalía tomó medidas inmediatas y ya hay un investigador exclusivo para este caso. La Procuraduría constituyó una agencia especial para hacer seguimiento mediante los procuradores judiciales de familia en Medellín.

El alcalde Daniel Quintero, por su parte, hizo una advertencia que provoca preocupación, pues este operador venía trabajando con la administración desde 2012. Y puso el dedo en la llaga sobre un tema que ha suscitado fuertes choques en Medellín: el programa Buen Comienzo. “Desde el primer día pusimos la lupa a Buen Comienzo, contra la resistencia política incluso de algunos sectores, y hoy, lamentablemente, el tiempo nos da la razón; hay que elevar las exigencias en Buen Comienzo”, aseguró Quintero.

Su identidad y su rostro se protegen por reserva de la investigación. Es Manolo, el presunto abusador.

Ante el escándalo que involucra a Coomulsap, SEMANA se comunicó vía chat con Janeth Hurtado, quien prometió dar explicaciones. Luego no respondió ninguna de las seis llamadas que se le hicieron. En cambio, envió un escueto comunicado, en el que afirmó que llevan ocho años operando este centro infantil. A pesar de las evidencias, agregó que se tomaron medidas desde el 19 de junio, cuando, según su versión, notificaron a las autoridades.

Las dudas sobre la actuación del operador son varias y deberán ser resueltas ante la Fiscalía: ¿por qué no activaron la alerta, como obliga la ley? ¿Si un menor había dejado de hablar, por qué no fue remitido a ayuda psicológica? ¿Por qué un manipulador de alimentos, sin profesión cercana a la pedagogía, tenía acceso directo a los niños? ¿Por qué ocultaron los hechos? ¿Y por qué no creyeron la versión de la madre y, por el contrario, la revictimizaron?

El asunto, que en realidad es una tragedia, está siendo investigado bajo reserva. No se explica cómo un monstruo de la talla de Manolo trabajaba en un lugar donde hay menores, y donde hoy nadie responde. La dolorosa conclusión, de algo que no debería ocurrir, la hace Luis, quien entre sollozos advirtió: “Cada que miro a mi hijo pienso que era yo quien todos los días le entregaba el niño al abusador”.

*Nombres cambiados para proteger a las víctimas