Mientras cubría los actos de inauguración del acueducto en Cabrera Santander, el fotógrafo César Mauricio Olaya Corzo se encontró de pronto a un niño con unos ojos verdes maravillosos y recordó de inmediato una descripción del cronista de indias Fray Domingo de las Casas del momento en que conoció a los indígenas Guane y “le parecía estar viéndose en los ojos de un gato”.Era el mes de marzo de 1992 cuando Olaya recorría las calles de este poblado ubicado a 22 kilómetros de San Gil, en la provincia de Guanentá, rumbo al lugar en el que el gobernador abriría la llave que daba paso al chorro vigoroso en la fuente del parque, como acto simbólico de inauguración del acueducto.Olaya recuerda que el niño campesino estaba sentado en un quiosco ubicado en la esquina del parque y pensó de inmediato que “era  muy interesante y muy bonito por su mirada particular”.Esos ojos profundos llamaron su atención, pero también su rostro adusto, una cicatriz a lado de la boca y otra arriba de la ceja, sus uñas demasiado cortas y llenas de tierra y el cuello sucio de la camisa.“Yo me acerqué con mi cámara análoga de rollo, le tomé tres fotografías, una vertical que es la que más se ha publicado y dos horizontales y luego me alejé para continuar con mis actividades como reportero de la Gobernación de Santander”, recuerda Olaya.No hubo ningún asomo de sonrisa, ni de emoción por parte de niño que guardó silencio en todo momento y el fotógrafo se fue sin preguntar nada sobre el pequeño que para entonces, tenía 12 años.Aunque era un acto oficial, este profesional de la fotografía recuerda que reparó en la presencia del joven, fiel al consejo que le daba su maestro Francisco Carranza en El Espectador, cuando le decía “patojito, no se le olvide, 360 grados”.Ese niño campesino murió a los 37 años de edad en medio de una agobiante situación de pobreza y sus exequias se realizaron el sábado 25 de noviembre en su pueblo natal.Ángulos parecidosPara muchos la imagen de Henry Josué Monsalve, como se llamaba, tiene muchas coincidencias con la tomada por el fotógrafo Steve MacCurry a la niña afgana Sharbat Gula, a quien encontró en junio de 1984 en un campo el campo de refugiados de Nasir Bahg  en Peshawar Pakistán, a dónde había llegado huyendo de la guerra en Afganistán.La portada con la foto de la niña de ojos maravillosos y piel tostada por el sol, se convirtió en una de las más famosas del mundo.En octubre de 1992, la foto del niño santandereano ganó como mejor retrato, un concurso que se organizó para conmemorar los 500 años del descubrimiento de América y que su autor tituló como “el último niño de Guane”.Las fotografías fueron tomadas cuando los niños tenían doce años y la una estaba agobiada por los rigores de la guerra y el otro por la pobreza y la soledad.Una pañoleta roja adornaba la cabeza de la niña, mientras que el joven tenía un sombrero  de alas pequeñas.Gula es de la etnia Pashtun, ubicada en el sur y el este de Afganistán y considerado un pueblo de mujeres hermosas.El origen de Monsalve es del pueblo indígena Guane que habitó en la parte central de Santander y que Fray Domingo de las Casas describe como “personas blancas, relativamente más altas que los otros nativos y especiales porque al verlos la cara pareciera estar viéndose en los ojos de un gato”, según relata el fotógrafo César Mauricio Olaya.Hay quienes señalan que la tipología del joven retratado representa también la presencia alemana en Santander, pero Olaya insiste en que la fisonomía, los atributos, el color de piel y los ojos zarcos tienen un origen mucho más distante.“Todo se lo han atribuido al señor Geo Von Lengerke, pero esas características se presentan desde antes de la presencia alemana en Santander y por eso yo le doy todo el crédito a Fray Domingo de las Casas”, reitera Olaya.Una buena parte de los habitantes de la vereda Butaregua, ubicada en la parte baja de Cabrera, entre las localidades de Villanueva y Barichara, tienen esa característica racial entre indígena y europeo.Para seguir con las coincidencias de estas fotos, los reporteros se encontraron con los protagonistas años después y los dos llevaban a cuestas historias de dolor y desarraigo  causa de la marginalidad y la tragedia de la guerra.Sharbat Gula fue deportada desde Pakistán en noviembre de 2016 y en su aldea de Afganistán fue hallada por los reporteros de National Geographic, su foto  de nuevo fue portada y la revista creo una fundación para ayudar a las mujeres afganas y adelantar acciones para atender las necesidades de sus cuatro hijos.Henry Josué había cumplido 37 años el pasado mes de agosto y nunca salió de Cabrera, dónde se desempeñó como jornalero en los cultivos de fríjol y tabaco hasta sus últimos días.La  mujer afgana fue atendida varias veces de un cuadro de hepatitis c, mientras que “el hombre de los ojos de gato” fue tratado varias veces de un cuadro clínico de tuberculosis y murió finalmente como consecuencia de una cirrosis hepática.Gula enviudó y quedó al cargo de sus cuatro hijos y Monsalve se perdió irremediablemente en el consumo de guarapo, luego de que su mamá muriera hace algunos años.El reencuentroLa periodista de Vanguardia Liberal, Elizabeth Reyes buscó a Henry Josué Monsalve en el año 2012 para contar su historia y para conocer un poco de lo que hacía y pensaba, ya que cuando fue fotografiado en 1992  no cruzó una sola palabra con el funcionario de prensa de la gobernación de Santander que lo abordó.El fotógrafo Cesar Mauricio acompañó a la reportera y recuerda “que fue un encuentro triste, porque los ojos brillantes, profundos, en los que casi uno podía meterse hasta el fondo de su alma, ahora eran vidriosos y totalmente rojos”.El tiempo había pasado y para entonces su forma de actuar era absolutamente nerviosa y sudaba muchísimo.La primera pregunta que le hizo la periodista de Vanguardia fue: ¿Usted tan bonito cuántas novias tiene?-“Pa’ que bonito, si uno es pobre”, fue la respuesta de Henry Josué.Y contó de sus inmensas tristezas, de su situación, de sus sueños, de la cicatriz que tenía cerca de la boca y recordó que se la había causado un perro al que intentó quitarle un hueso mientras jugaba.Y fue complejo hablar con él porque de joven hablaba con los ojos  y ahora había una infinita tristeza en su mirada.La misma tristeza con la que murió aferrado a la adicción por el alcohol mientras vivía en el ancianato local de Cabrera.Sus primas que viven en Bogotá hicieron en su momento el esfuerzo de trasladarlo a Bogotá, pero se aguantó dos semanas y regresó diciendo que la capital definitivamente no era para él.Funcionarios de la Secretaria de Salud local señalaron que a pesar de ser tan joven, “los últimos seis meses de su vida,  Monsalve parecía un anciano viviendo de la caridad”.ConsumidoEl fotógrafo César Mauricio Olaya dice que muchas personas lo han cuestionado sobre por qué no hizo más por ese niño  y él responde diciendo que “su responsabilidad es hacer públicas las historias que pasan por su lente, para que las instituciones encargadas de los temas se conmuevan y actúen”.Y aquí menciona el caso del fotógrafo sudafricano, Kevin Carter, quien ganó en el año de 1994 el Premio Pulitzer con una fotografía en la que se ve a un famélico niño sudanés acechado por un buitre y que producto de diversas situaciones personales y de presiones sobre las circunstancias en que retrató el momento, finalmente terminó por suicidarse en julio de 1994.Olaya dice que siempre tuvo la inquietud de ayudar a Henry Josué y entonces con periodistas de Vanguardia Liberal promovió una colecta y además vendió copias de las fotografías para entregarle el dinero al muchacho.Se lamenta al final, porque dice que ese dinero solo sirvió para que el antiguo niño de Guane incrementara su consumo de licor, pues “si antes tomaba, con ese dinero terminó tomando el doble”, asegura.