SEMANA: ¿Qué significado tiene el proceso de paz colombiano para el mundo?CLAUS KRESS: ¡Uno enorme! Aquí se urde un intento significativo de ponerle fin a una de las guerras civiles más largas del planeta. En un mundo que arde en todos los rincones esto enciende una luz de esperanza. Una solución al conflicto tendría repercusiones para el derecho penal más allá de las fronteras colombianas.SEMANA: ¿Por qué?C. K.: Porque el caso colombiano es una base para procesos en otras partes. Ustedes viven una situación típica: unos negociadores quieren terminar la guerra y deben hacer compromisos difíciles para la gente. En otras palabras, ustedes buscan un equilibrio que otras naciones en guerra no han logrado hallar. Y ahí está lo fascinante. Si encuentran ese balance, el mundo estará interesado en saber cómo lo hicieron.SEMANA: ¿Qué ve una autoridad europea en temas de justicia de especial en el proceso de paz colombiano?C. K.: Tres cosas. Lo primero es que hoy tiene una dinámica que podría llevarlo a un final feliz. Lo segundo es que tiene un vínculo con el crimen organizado, y así la esperanza de acabar la guerra no solo encierra el fin de mucho sufrimiento, sino también la posibilidad de que el tema de las drogas dé un giro. El tercer aspecto es que el proceso se lleva a cabo en el marco del derecho. Ustedes desde muy temprano han involucrado a la Corte Constitucional y a la Corte Penal Internacional.SEMANA: ¿De dónde sale su impresión de que las cosas van bien en La Habana?C. K.: De algo muy concreto: la seriedad de las negociaciones a pesar de los problemas. No estamos viendo un espectáculo político, sino la voluntad de llegar a la meta. Esa seriedad ha forjado un proceso estructurado, que ya superó tres puntos de la agenda, así solo sea de forma preliminar. Esto es hecho notable en el mundo. Han llegado más lejos de lo que esperábamos muchos por fuera de Colombia.SEMANA: ¿No es mejor ser más escéptico al saber que muchos colombianos ven en la paz más bien una puerta hacia la impunidad?C. K.: Me parece importante que la opinión haya hecho ese hallazgo, pues es absolutamente normal en situaciones cercanas al posconflicto. Las víctimas, directas o indirectas, siempre van a tener el deseo de que se castigue a los victimarios. Les causa temor imaginar que la paz implique que todo será olvidado. Colombia hace parte de una tendencia general. Lo importante es atender esa necesidad.SEMANA: ¿Cómo le explica eso a una víctima?C. K.: Mediante la justicia transicional, que surge cuando una sociedad necesita acabar una guerra y sabe que para ello debe llegar a ciertos compromisos. En Colombia se han cometido crímenes graves de forma tan masiva que la Justicia es incapaz de investigar, procesar y juzgar cada uno de ellos. Este es un hecho irrebatible. Y así, el ideal de justicia que maneja la gente termina por desbordar las capacidades de la Justicia. En el otro extremo, sabemos que las amnistías generales no sirven. Por eso hay que buscar alternativas. Hoy la justicia internacional maneja un punto medio: se concentra solamente en los máximos responsables.SEMANA: El problema en Colombia es que esos responsables lideran las negociaciones. ¿Qué hacer?C. K.: Ese dilema es práctico y trágico. Y debo decir la verdad: el derecho penal internacional no ofrece una salida clara. Yo pienso que esa es una razón más por la que Colombia es tan importante. De como ustedes solucionen ese dilema surgirá un precedente, y tengan por seguro que la comunidad internacional estará mirando atentamente. Mi consejo es que usen sus facultades de juicio, pero que a la vez usen la razón. Es decir, tengan en cuenta el ideal de justicia de la gente, pero sepan reconocer que la prioridad es el fin de un conflicto sangriento.SEMANA: ¿Qué pasaría si la Corte Penal Internacional no acepta lo que pacten el gobierno y las Farc?C. K.: La corte lo tendrá difícil. Insisto en la particularidad del caso colombiano. La corte arrancó en 2002, es joven y dispone de pocas resoluciones que le permitan juzgar a Colombia. Aquí hay un vacío en el derecho. Pero dada la dimensión del conflicto, la corte tendrá la mirada fija en el proceso y exigirá que se cumplan los requisitos. Es más, ya existe un diálogo entre el país y la corte, y esta sabe que para llegar a un resultado no solo hay que responder a la constitución y a las exigencias del tratado de Roma, sino que también hay que ser realista. Allá saben que la paz es imposible sin hacer concesiones.SEMANA: Mucha gente cree que las Farc saldrán muy bien libradas. ¿Se necesita siempre un vencedor y un perdedor?C. K.: Ustedes tienen la posibilidad de entregarse a la guerra y buscar el triunfo militar total, que es muy difícil. Pero también la de encontrar una fórmula que no les ofrezca ni la victoria total, ni la derrota final, sino otra cosa: la posibilidad de ahorrarse más dolor y muerte. Y ahora tienen el chance. Si lo sacan adelante, el esfuerzo habrá sido algo inteligente de parte del gobierno y tremendamente sabio de parte de la sociedad.