La cocaína se convirtió en la principal economía de Bahía Solano, uno de los pueblos más turísticos de Colombia que hoy es gobernado por el Clan del Golfo. Algunos pescadores atrapan kilos de estupefacientes en altamar e invierten las ganancias frente a la fuerza pública. Un equipo periodístico de SEMANA recorrió la zona y fue testigo de la crisis que enfrenta este territorio del Pacífico colombiano.
La ubicación geográfica del municipio lo tiene condenado a ser el punto de acopio de alucinógenos más grande de la región: recibe el material ilícito que se produce en el suroccidente del país y lo despacha hacia Centroamérica. “Ni con todos los hombres de la Armada podríamos controlar el narcotráfico en ese sector”, reconoció un alto mando de la institución que pidió omitir su identidad.
El conductor de una lancha, acompañado de tres auxiliares, cobra 150 millones de pesos por mover 600 kilos de cocaína hasta Panamá. En caso de que sea atrapado por las autoridades, él tiene una garantía económica para costear un abogado o sostener a su familia mientras está privado de la libertad. En lo que va corrido del año, solo han capturado a seis personas por tráfico de estupefacientes.
Ellos retan la furia del agua de día y de noche, en invierno y verano, y aprovechan las tormentas para transportarse con menos presión de los uniformados. Son muchos los riesgos. “Las lanchas se pueden hundir o ser interceptadas, y las pacas de coca terminan en el mar”, afirmó Santiago Vidal, cuyo nombre verdadero se modificó por seguridad, quien conoce a la perfección los detalles de este negocio criminal. Estas eventualidades son aprovechadas por la población civil para rescatar la mercancía, ponerla en venta y apoderarse de las ganancias para uso personal. La práctica es denominada popularmente como “pesca blanca” o “coquear”.
Aportando 250.000 pesos de gasolina, hombres y mujeres de todas las edades se embarcan en faenas diarias para rastrear cualquier bulto de droga que esté flotando en el mar.
Un informe de las Fuerzas Militares, contrastado con fuentes humanas en Bahía Solano, reseñó que los narcotraficantes organizan la cocaína en paquetes de 30 kilos para la exportación. Esos son los alijos que persiguen algunos pescadores, pues cada kilo se puede negociar con mafiosos entre 3 y 5 millones de pesos. En una sola expedición, por lo menos, pueden tener ganancias por más de 100 millones de pesos. Este fenómeno ha revolucionado al pueblo. Así lo reconoció un servidor público cercano a las investigaciones que se adelantan para enfrentar este fenómeno delincuencial: “Hay pescadores que nunca en su vida habían podido tener 1 o 2 millones de pesos en sus manos. Encuentran la droga, corren con la suerte de comercializarla y pueden tomar hasta 600 millones de pesos”.
En voz baja y pidiendo no revelar sus identidades, dos ciudadanos describieron que la plata se recibe en efectivo y se gasta en propiedades, vehículos, oro, electrodomésticos, rumbas y mujeres. Cuando las faenas resultan exitosas, difícilmente se puede diferenciar un lunes de un sábado, pues abundan el licor y los excesos. El nivel de gasto es tan sorprendente que en el comercio escasean sus productos.
Uno de los testigos de estos episodios, que nació y se crio en el pueblo, describió cómo es un día después de un triunfo en altamar: “Cuando se encuentra droga, hágase de cuenta un diciembre. Se ven carros que van con neveras, lavadoras y motos. Es una cosa de locos. Gastan por montones, hasta regalan plata. También mandan a traer mujeres de Quibdó, Medellín y Cali, se las llevan para islas a parrandear”.
Así como es visible la riqueza, también se nota la pobreza cuando escasea la cocaína. Por ejemplo, aumentan los préstamos, y las prenderías se llenan de electrodomésticos, lanchas y objetos de valor: “Todo el mundo se malgasta la plata y les toca salir a vender lo que compraron con esa misma bonanza. También hay gente que se ha ido a la quiebra; gastan y gastan gasolina y no encuentran nada”, dijo la misma fuente.
La conquista del Clan del Golfo
La realidad cambió cuando aterrizó el Clan del Golfo en Bahía Solano. Los herederos de alias Otoniel convirtieron al municipio, junto con Nuquí y Juradó, en un peaje para los narcotraficantes. Todo aquel que quiera mover la droga entre Colombia y Panamá debe pagar un impuesto, que se calcula con base en la cantidad del ilícito y se paga en efectivo, ya sea en dólares o pesos.
Es una mina de oro para el grupo armado. Los delincuentes también regularon la “pesca blanca”, según se ha expuesto en los consejos de seguridad que adelantan las autoridades locales: “La orden de las AGC es que toda droga que consigan en el mar tienen que vendérsela a ellos. No es al precio que se debe vender, es al precio que ellos digan. Un kilo está en 5.900.000, ellos dicen que lo van a pagar a 3.500.000. Sí o sí, tienes que vender”.
Estas medidas están acompañadas de un robusto manual de convivencia más efectivo que la ley, de acuerdo con lo documentado por las agencias del Ministerio Público. Por ejemplo, la persona que haga disparos al aire debe pagar 5 millones de pesos, y quien protagonice riñas, escándalos o desmanes tiene la obligación de ceder 500.000 pesos, aunque esto podría aumentar con base en los estragos que cometió. Ahora bien, los testimonios recogidos por SEMANA en Bahía Solano contrastan con los resultados de la fuerza pública. Entre enero y septiembre, la Policía reportó 19 capturas y solo seis por tráfico de estupefacientes. Por su parte, el Ministerio de Defensa, desde enero y hasta octubre, notificó la incautación de 825 kilogramos de cocaína y 2.156 kilogramos de marihuana.
La Fiscalía tiene pruebas de que algunos uniformados han sido incluidos en la nómina del Clan del Golfo para que aporten información confidencial de los operativos en Bahía Solano, Nuquí y Juradó. “La plata que les dan depende del rango, cargo y misión”, dijo un integrante de las Fuerzas Militares.
Un expediente, en el que están salpicados miembros de la Armada, expone que recibieron hasta 10 millones de pesos. Para algunos servidores públicos, el municipio está abandonado por el Estado y solo se aplica la ley de los ilegales. Ese argumento lo sostienen, por ejemplo, con la historia de César Augusto Hernández, alias el Zarco, un temido narcotraficante extraditado a Estados Unidos en 2021 y cuya familia sigue disfrutando de los bienes que, supuestamente, habría adquirido con las ganancias de la cocaína.
“Todo lo que está pasando nos está llevando a una degradación muy grande. Da pena decirlo, porque ustedes tienen una percepción diferente, pero la principal economía es la cocaína y eso se está volviendo cultural”, comentó un empleado de la Alcaldía.
La fuerza pública replicó lo mismo: “La cocaína es la que mueve la plata. ¿Cuándo ha visto usted a un pescador con edificios y motos de 19 millones de pesos?”. Aunque la cocaína es el principal dolor de cabeza, empieza a preocupar el tráfico de migrantes por esa zona del Chocó. Al parecer, el Clan del Golfo está ofreciendo rutas vip para transportar a extranjeros en lanchas rápidas por el Pacífico norte del departamento, quienes están persiguiendo el sueño americano y no desean caminar por la selva del Darién. Son cientos de millones de pesos los que están en juego.
Mientras los grupos armados se fortalecen, sus comandantes le piden al presidente Petro un proceso de paz.