Una hora antes de que llegue el mediodía se ven en las empinadas calles del barrio Villa Mercedes, de Soacha, a mujeres que suben casi en hilera, agitadas, llevando a sus hijos de la mano. Les sonríen mientras parecieran estar atentas a la conversación que ellos plantean a media lengua en el recorrido que separa el supermercado de la casa. Yanet reconoce que en realidad va pensando en otra cosa. “Me tocó comprar una barra de salchichón en lugar de carne, huesos de pollo porque no alcanzó para las alas, y la semana pasada comieron menudencias, no pude comprarles fruta ni papa”, dice con preocupación, pues siente que la mano que sostiene está cada vez más delgada.
El dinero no les alcanza para comprar los alimentos de la canasta familiar. A esa problemática se suma que 2022 arrancó con una inflación anual de 6,94 por ciento. La vida se encareció en 1,67 por ciento tan solo durante enero. Lo que más aportó al incremento de la inflación fue el alto costo de las proteínas animales, la leche, las frutas, las legumbres y los carbohidratos, como la papa (la cual aumentó en 140 por ciento en el último año), el plátano y la yuca. Todos necesarios en una alimentación balanceada.
“Para uno de viejo comer proteína, manzanas, espinacas puede ser un lujo, pero para mi niña de 3 años es una necesidad”, analiza Flor, mientras alega al pagar 500 pesos por un huevo cuando antes costaba 350. Esta madre soltera, que llegó de Buenaventura, Valle del Cauca, a Bogotá, cursó hasta octavo, pero la vida le ha enseñado a tener estrategia de administradora y así optimizar recursos. Decidió que los cinco huevos que compró son para la pequeña Salomé. Los distribuirá de lunes a viernes y será la única proteína diaria que le brinde. Como los otros dos niños ya están en clases, solo comerán las onces y el almuerzo que les den en el colegio público.
El Banco de Alimentos de Colombia advierte que la situación del hambre en el país es crítica. Calcula que alimentar una persona cuesta en promedio 423.000 pesos al mes según los lineamientos dados por el ICBF. En el mismo análisis del grupo de investigación de la red de Bancos de Alimentos, se estima que 15,9 millones de colombianos consumen dos o menos comidas. Flor y su familia forman parte de esas estadísticas.
Para un niño en crecimiento, la proteína animal es de vital importancia, ya que dejarla de consumir afecta su desarrollo físico y cognitivo. Además, su sistema inmune se deteriora, según el endocrinólogo pediatra Shokery Awadalla, pero justamente estos son los alimentos que más se encarecieron. En enero, la carne de res aumentó 34,86 por ciento anual; la de cerdo, 21,98 por ciento; la de aves, 26,85 por ciento; y los huevos, 22,48 por ciento. El especialista asegura que ha recibido niños con grandes problemas de salud; en sus casas pensaron que si rendían la leche con agua no pasaría nada, pero el cuerpo es tan sabio que detecta el más mínimo cambio en la alimentación.
No es solo hablar de un pedazo de carne o de queso, es entender que esas porciones de proteína son las que le dan forma a la musculatura permitiendo que el aparato locomotor de ellos funcione. Como la plata no alcanza ni para la papa u otros carbohidratos naturales, como el plátano o la yuca, la energía del pequeño se desvanece. Los niños deberían comer al día entre dos y tres porciones de frutas. Awadalla aclara que los jugos que beben en los hogares promedio de Colombia no cuentan como una ración de fruta.
Comprende el desespero de los padres por hacer rendir la poca fruta que logran comprar, pero explica que al elaborar el jugo termina siendo agua y azúcar. Lo ideal es darles la fruta entera a los niños, pues la fibra es la que brinda mayor aporte al desarrollo. Además, así no se altera la cantidad de vitaminas y minerales que suministran. Estos alimentos son ricos en agua, potasio y otros minerales, los cuales permiten una buena salud intestinal y merman los riesgos de las enfermedades cardiovasculares.
El problema del alza de precios va más allá de la inflación. Está causando efectos en la salud pública y el progreso del país. Un niño mal alimentado en su primera infancia tendrá consecuencias irreversibles. El endocrinólogo pediatra asegura que el retraso en el desarrollo cognitivo pocas veces es recuperable. De hecho, científicos a nivel mundial han dejado claro que los niños con malnutrición llegan a la adultez con un coeficiente intelectual 14 puntos por debajo del de alguien que estuvo bien alimentado durante la infancia.
Miriam salió a mercar a la central de abastos más grande de Colombia, Corabastos, ubicada en el sur de Bogotá. Recorrió varias bodegas y puestos de venta. Los 300.000 pesos que llevó no le alcanzaron, se quedó sin comprar varios alimentos básicos, así que, sonrojada, tomó su carrito de mercado de dos ruedas y empezó a buscar en los contenedores donde botan los alimentos en malas condiciones. Llevar algo para sus hijos puede más que la pena. Después de levantar varias hojas y desperdicios, encontró algún plátano partido, fruta magullada. Comida para su casa.
No le quedó otra opción que buscar soluciones. A la mesa no podía llegar con los argumentos que le daban los comerciantes sobre los costos de los insumos agrarios, que están por las nubes, y elevaron el valor de las hortalizas; el coletazo de la pandemia en el planeta, que aún tiene contenedores de peras, uvas y manzanas varados en Chile y Panamá; las pérdidas de los productores de papa, que en noviembre de 2020 tuvieron que regalar el tubérculo y hasta ahora no han podido recuperarse, a lo que se debe sumar el invierno que afecta las cosechas.
Adam, de 4 años, está jugando en la calle del barrio Villa Mercedes en la capital. Su mamá no forma parte de las mujeres que suben con las compras para el almuerzo. Ella está reciclando para ver si alcanza a reunir dinero. La nevera la tiene desconectada, no hay nada para guardar allí, es más lo que consume en energía eléctrica, así que cualquier peso que ahorre le es útil para darles de comer a sus hijos. El niño sobresale entre sus hermanas porque es el único con cabello dorado en la familia, ha tomado ese color últimamente. No es una cuestión de genética, ese es uno de los síntomas de los menores con malnutrición. “Pero él está gordito”, dice Sofía con su diminuta figura. No parece que tuviera 7 años, es dos tallas menor. Argumentan que no aguantan hambre, pues en la alacena tienen seis libras de harina de trigo, tres para hacer arepas, dos paquetes de pasta, una libra de azúcar, dos libras de arroz, un tomate y una cebolla cabezona. Ese es el mercado para toda la semana.
Awadalla señala que hay menores con sobrepeso y desnutridos, pues el peso no es una señal de estar bien alimentado. Una gran cantidad de harinas son perjudiciales para el cuerpo, generan diabetes e hipertensión, entre otras dolencias que crean un colapso en el sistema de salud, el cual gasta sus recursos para atender enfermedades en lugar de prevenirlas. A diario en su consultorio entrega decenas de suplementos alimenticios que cubren las EPS. Sueña con el día en que las instituciones, en lugar de entregar esos suplementos, puedan darles a los niños alimentos reales.
“Cada dosis vale más o menos 12.000 pesos y cada niño consume tres al día. Con esos 36.000 pesos se podría hacer un mercado diario para todos los miembros de la casa”, dice el especialista. Hace un llamado al Gobierno nacional para que tome medidas y así lograr que los costos de los alimentos bajen. Por ahora recomienda a quienes están pasando por una situación económica difícil no dejar de darles huevos a los niños, es la proteína más completa y económica del mercado, puede comerse todos los días.
Entre tanto, el ministro de Agricultura, Rodolfo Zea, aseguró en SEMANA que está actuando con premura para entregarles a los campesinos subsidios, líneas de créditos, entre otros beneficios que ayuden a bajar los costos de los alimentos. Se estima que para el segundo trimestre del año se estabilice el precio de los productos de la canasta familiar. Parece poco tiempo, pero es mucho para Adam, que pasa minutos parado frente a la nevera vacía.