A pesar de ser un pequeño municipio incrustado en las montañas del norte de Antioquia, Campamento es protagonista de conflictos que de cuando en cuando acaparan la atención. Queda a tres horas de Medellín y poco interés despierta para los citadinos. Desde hace décadas, es escenario del frente 36 de las FARC y por cuenta del grupo armado ha vivido dolorosos episodios de violencia. En las pasadas elecciones fue el pueblo donde las balas más amenazaron la democracia. Esa guerrilla mató a dos de tres candidatos a la alcaldía. Han pasado menos de dos años y Campamento de nuevo da de qué hablar. Esta vez no es por la violencia, sino por la polémica reapertura de la única mina de asbesto que hay en Colombia. El asbesto es una fibra que se encuentra aferrada a ciertas rocas. Fue descubierto desde hace más de 2.000 años y es reconocido por su alta resistencia al fuego. Inicialmente era usado para hacer mechas de lámparas de aceite. Los romanos tejieron mantos con asbesto para envolver cadáveres y cremarlos. Como la tela no se quemaba, las cenizas del cuerpo quedaban recogidas y no se mezclaban con las de la leña. Y cuenta la historia que Carlomagno tenía un mantel de asbesto con el que hacía actos de fuego para sorprender a sus invitados. Industrialmente se le ha dado al asbesto 3.000 usos. Actualmente se utiliza, principalmente, para materiales de construcción y en las pastas de los frenos de los carros. Por eso, hace 30 años empresarios canadienses llegaron a Campamento atraídos por la mina. Hasta ese entonces nadie se había interesado por este pueblo, fuera de los grupos armados. La mina queda a una hora del casco urbano. La carretera es destapada y fue construida por los empresarios. Ese fue el primer asomo de civilización que vieron los habitantes de siete veredas que reciben la influencia de la mina. Campamento se ha destacado por ser uno de los que más producen panela en Antioquia. Con la presencia de la guerrilla, otro renglón de la economía es producir coca para vendérsela. Pero la mina cambió la vida de muchos. Generó empleo directo para 200 personas y familias enteras han vivido en los últimos 30 años de la producción del asbesto. Eso costó inicialmente diferencias con el frente 36. Los guerrilleros les quemaron carros, secuestraron ingenieros, robaron explosivos, destruyeron maquinaria, impidieron la salida de la producción y hasta mataron un directivo de la mina. Para el 2000, la situación se volvió insostenible. Los empresarios se fueron y entregaron la mina a los trabajadores. Diez años después, la empresa se quebró por malos manejos gerenciales. La Superintendencia de Sociedades liquidó la compañía. La gente se quedó sin trabajo. Muchos se fueron del pueblo. Otros vivieron del rebusque o se fueron a sembrar coca. Algunos, desesperados, saquearon las instalaciones de la mina y se robaron hasta los cables de cobre que transmitían la energía para venderlos como chatarra. En 2012 la Superintendencia vendió la empresa. Los compradores son colombianos y crearon una nueva compañía que se llama Bricolsa. Pagaron 4.500 millones de pesos, tienen licencia para explotar 5.500 hectáreas y aspiran producir 1.500 toneladas mensuales de asbesto. Todos los papeles están al día. A la gente del pueblo le gusta la idea. Al que más es al alcalde, Héctor Gómez, que ve un alivio para el desempleo y para las finanzas, porque la mina le ayuda a atender las necesidades de las veredas donde está. “La mina es una maravilla. No solo nos trae empleo, sino comercio y facilidades para vivir”, expresó a Semana.com Tulia Pérez, una mujer de 62 años que lleva la mitad de su vida viviendo al lado de la mina. Ella tiene una tienda en su casa y vive de lo que vende allí. “El tiempo que estuvo cerrada la mina fue muy difícil. A mí me fue muy mal económicamente. Además, como estamos lejos del pueblo, uno no puede ni siquiera enfermarse porque no hay cómo llegar al hospital. En cambio, la mina tiene médicos que nos atienden y nos presta los carros para cuando hay alguna emergencia. Gracias a ellos tenemos carretera y electricidad”, dice. El polémico asbesto Por eso, pocos le prestan atención a las voces de alerta que aparecieron desde cuando se conoció la reapertura de la mina. El uso de asbesto está prohibido en 56 países por ser una sustancia cancerígena. Tiene partículas microscópicas que se aspiran, entran por la nariz y llegan a los pulmones. Se aferran a las membranas y al cabo de veinte años ocasionan cuatro tipo de enfermedades: mesotelioma, cáncer de pulmón, asbestosis o enfermedades pleurales. La consecuencia de todas ellas es que destruyen los pulmones y dificultan la respiración. Informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dicen que al año mueren cerca de 100.000 personas en todo el mundo como consecuencia de estas enfermedades. En el decimoquinto Congreso de Neumología que se hizo el pasado abril en Medellín, el neumólogo Darío Isaza llamó la atención al respecto. “Las alertas médicas del mundo se han disparado por el incremento significativo de las enfermedades relacionadas con el asbesto. Lo más preocupante es que estas enfermedades no son de propagación inmediata, sino que se incuban lentamente en el organismo y van haciendo daños irreparables en los pulmones y el sistema respiratorio”, sostuvo. Diagnosticar esas enfermedades es difícil. Se necesitan exámenes especializados que escasamente se pueden practicar con la tecnología que hay en Colombia, según el médico Isaza. El riesgo aumenta para los fumadores y, por lo general, estas enfermedades se pueden confundir con un cáncer cualquiera con meras consecuencias del tabaco. Según la OMS, en el mundo hay 125 millones de personas expuestas al asbesto en sus lugares de trabajo. Pero ellos no son los únicos. Otras personas están cerca de esta fibra porque sus viviendas están construidas con este material o porque sus vehículos lo contienen en alguna de sus partes. La conclusión de esta organización internacional es que “para eliminar con eficacia las enfermedades que provoca (el asbesto) será preciso abandonar la utilización de todas sus variedades”. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) toleraba el uso del asbesto cuando no hubiera sustitutos. La condición era que se adoptaran las medidas necesarias para eliminar los riesgos de los trabajadores. Pero luego cambió de parecer y aprobó la suspensión completa del uso de asbesto. Hace unas semanas, un tribunal de italiano condenó a 18 años de cárcel a dos exdirectivos de la multinacional Eternit. Los encontraron culpables de las muertes de 3.000 personas por haber incumplido las normas de seguridad en su fábrica en Italia entre 1976 y 1986. En Colombia no está prohibido usar asbesto, pero existen controles. Recientemente, la Superintendencia de Industria y Comercio ordenó a la empresa Eternit informar de los riesgos a quienes compran sus materiales elaborados con asbesto. Igualmente, existen normas técnicas que indican puntualmente cómo evitar los riesgos para el uso de este material. Un vocero de la empresa Bricolsa explicó a Semana.com que las prohibiciones en otros países se hicieron porque, efectivamente, hace muchos años se hacía un uso irregular. Pero, según el vocero, actualmente se tienen garantías para evitar los riesgos. Fuera de eso, explicó que existen dos tipos de asbesto. Uno se conoce como anfíboles, que son como unas lanzas microscópicas que fácilmente se adhieren a las membranas de los pulmones y son los más nocivos. Otros son las serpentinas, o crisolito, que si bien pueden entrar a los pulmones, también pueden salir fácilmente, aseguró el vocero. “Ese es el tipo de asbesto que hay en Campamento y el que se está usando actualmente en la industria”, comentó. Fuera de eso, explica que el crisolito está en el puesto 119 de la lista de sustancias peligrosas que publica la Agencia de Sustancias Tóxicas y Registro de Enfermedades de Atlanta. En el ranking está muy por debajo de otras sustancias de usos frecuentes, como el cianuro y el mercurio. El asbesto se usa industrialmente mezclado con otros elementos y separarlo es muy difícil. “Decir que el asbesto se puede desprender de una pasta de frenos o de una teja, es como decir que se le puede quitar el azúcar a una torta. Es algo imposible”, explicó. Con un argumento similar un juez de Bogotá negó hace poco una acción popular que buscaba prohibir las actividades de la empresa Eternit en Colombia. Campamento lo defiende Quienes defienden el uso del asbesto dicen que la polémica se debe a una competencia comercial. Una tonelada del sustituto del asbesto cuesta casi 4.000 dólares, mientras que una de asbesto, alrededor de 800 dólares. “Si el asbesto fuera tan dañino como dicen, créame que yo mismo me opondría a la explotación de la mina”, dijo el alcalde de Campamento, Héctor Gómez. A él le preocupa más la falta de agua potable en las 46 veredas de su municipio. En la Secretaría de Salud no hay registros de enfermedades pulmonares, pero sí muchos de malestares generados por la mala calidad del agua. El escaso presupuesto de 8.000 millones de pesos anuales es insuficiente para satisfacer las necesidades de los 10.000 habitantes del pueblo. Por las calles de Campamento es fácil encontrar jubilados de la mina que dicen gozar de buena salud. Están disfrutando su pensión y todavía son capaces de caminar por las empinadas lomas del pueblo sin asfixiarse. Aniseto Vásquez tiene 64 años y trabajó 24 en la mina. Ahora recibe su mesada y tiene un granero con su hijo. Bianor López, de 60 años, es otro pensionado y vive tranquilo. De sus compañeros, pocos han muerto en los últimos años. “Ramón, Alberto, Gerardo y Joaquín se murieron hace poco. Todos estaban ya viejos y algunos eran muy descuidados. Fumaban mucho o no les gustaba trabajar con tapabocas. Pero mire, si usted trabaja toda la vida y se muere a los 70 años, después de haber disfrutado su pensión y de haber sacado los hijos adelante, quiere decir que ya cumplió su ciclo”, indica Bianor López. Otro pensionado que vive cerca de la mina dice, en privado, que varios compañeros suyos conocían bien de los riesgos del asbesto, pero que mejor callaban porque la mina, al mismo tiempo, trae muchos beneficios. Hace unos días este jubilado estuvo en un hospital de Medellín. Un médico llamó la atención sobre algo extraño en uno de sus pulmones.