En los últimos cinco años, mientras que varias familias esmeralderas se han visto enfrascadas en una nueva guerra verde que ha dejado decenas de muertos, este negocio empezó a sufrir una revolución silenciosa. A la vez que el zar de las esmeraldas, Víctor Carranza, luchaba para no ser asesinado se dio a la tarea de cambiar la forma tradicional como se explotaban sus minas. Un grupo de inversionistas de Estados Unidos empezó a trabajar en 2009 en los socavones de las ricas montañas del occidente de Boyacá y ha ido cambiando, poco a poco, la forma de explotar y comercializar uno de los productos insignes de Colombia. La cara visible de lo que allí está pasando es Charles Burgess, un hombre que llegó a Colombia a mediados de los años ochenta como funcionario de la embajada de Estados Unidos y, sin pensarlo, terminó involucrado en el complejo y difícil mundo de las esmeraldas. En 1987 se casó con una colombiana. La misa fue oficiada por Héctor Gutiérrez Pabón, el obispo de Chiquinquirá, quien le empezó a mostrar cómo funcionaba el tema. Sin embargo, pese a conocer a muchas personas involucradas en este negocio, solo conocería a Carranza en 2006. Ese año, Burgess estaba en la embajada en Quito y un amigo colombiano lo llamó y le dijo que Víctor Carranza quería hablar con él. “Semanas después viajé a Bogotá, y en medio del encuentro me dijo que él quería modernizar la explotación de sus minas, y que como sabía que yo tenía muchos amigos en Estados Unidos con capital y tecnología, me preguntó si podía ayudarlo”. Charles le dijo que él estaba en servicio y que no podía hacer nada. Dos años después, se pensionó y regresó a Houston. Allí, al hablar del inmenso potencial que tenían las esmeraldas, un importante grupo de inversionistas que tiene más de 30 empresas de petróleo y gas se interesó y le pidió que trabajara para ellos y tratara de buscar proyectos en las minas “Me acordé de la propuesta de Carranza y lo busqué, pero él me dijo que no tenía intención de vender, además porque tenía otros socios que debía consultar. Sin embargo, este fue el comienzo de una negociación de varios meses en la que finalmente se llegó a un acuerdo en el que Texma Group se encargaba de modernizar y operar la mina Puerto Arturo, la de mayor producción y de donde han salido algunas de las esmeraldas más valiosas del mundo. A cambio, recibirían una parte de la producción, mientras que la otra iba para los dueños de la mina: Carranza, junto con sus socios, las familias Molina y Vitar”. Fue así como en 2009 nació la empresa Minería Texas Colombia (MTC), subsidiaria de Texma en Estados Unidos. Gracias a la inyección de tecnología y capital, la producción en la mina empezó a tecnificarse y los mineros y empleados fueron vinculados con todas las garantías salariales y sociales a la nueva empresa. Para dirigir la explotación fue contratado un grupo chileno , pero meses después los resultados no fueron los esperados y fueron retirados. Antes de su muerte, ocurrida en abril de 2013, Carranza decidió avanzar en un nuevo acuerdo con los gringos, en parte, porque sabía que una vez él no estuviera su familia y su participación en varios yacimientos corrían peligro. Fue así como decidió venderle Puerto Arturo, la misma donde había sacado a Fura y Tena, las esmeraldas más grandes del mundo, a los gringos. Al acuerdo también se sumaron las familias Molina y Vitar. La cifra con la que se cerró el negocio se ha mantenido en secreto. Al tener bajo su control la totalidad del yacimiento, la MTC ha acelerado el proceso de modernización para la extracción de las esmeraldas. Las operaciones están bajo la dirección de un grupo de ingenieros y mineros mexicanos, que junto con más de 800 mineros de la región, están cambiando la forma de explotar las montañas de Boyacá. En los socavones hay estrictas medidas de seguridad. Todos los túneles han sido reforzados o cambiado todo su recubrimiento, y ya no se trabaja en uno sino en varios frentes. Para unir los cientos de socavones y túneles que han convertido el interior de la montaña en un hormiguero, se está haciendo un túnel central circular que descenderá mucho más de hasta donde hoy se ha explotado. Ya van más de 80 metros, y en su interior de más de 3 metros de alto, entran y salen maquinarias y operarios las 24 horas del día. Ese será, sin dudas, el túnel más rentable de Colombia. La empresa ha invertido más de 50 millones de dólares solo en modernizar la mina. Hoy, Charles Burgess es el director de MTC, pero contrario a lo que se dice en la región no es el dueño ni tiene acciones. Sigue trabajando para el grupo de inversionistas y es la bisagra que une lo que pasa en la mina con los planes de Houston. Y no es una tarea fácil. Además de estar al tanto de lo que se hace, Burgess y su equipo trabajan para evitar el mayor riesgo que hay en este negocio: el robo. La mina es como la bóveda de un banco, pero en la que no se sabe cuánto hay. Un descuido, en el que un minero o un operario se meta una o varias piedras en una bota o en la boca, le puede costar a la empresa miles o millones de dólares. Además de tener a los empleados en nómina y de tener un programa social en la zona, hay un seguimiento, a través de cámaras e inspectores, de todo lo que se hace. Pese a esto, algunos han logrado ‘enguarcarse’, pero detrás del robo de una buena piedra hay una cadena en la que todo termina por saberse. Eso explica en parte por qué algunos empleados han sido despedidos. “En este negocio no hay 99 por ciento de confianza, o la hay totalmente o no existe”, dice uno de los encargados de la mina. “Hay muchos rumores de que Carranza le entregó la mina a canadienses, españoles o israelíes. Somos una empresa colombiana, filial de un grupo estadounidense, que hacemos todo de acuerdo con la ley. Tenemos una cultura basada en el respeto de nuestros trabajadores y del buen trato. Somos tan legales, que hasta tenemos sindicato”, señaló Burgess. Mientras que MTC se encarga de la minería, otra empresa, también del mismo grupo llamada CTT es la responsable de tallar, pagar regalías y manejar todos los títulos mineros. Las dos empresas tienen más de 800 empleados. Y para comercializar internacionalmente las gemas, desde 2009 existe Muzo International, un brazo de Texma. La oficina principal está en Ginebra (Suiza), en donde han vendido piedras cercanas al millón de dólares o buscan su promoción, prestándole joyas a varias estrellas, tal y como ocurrió con Julianne Moore, y la francesa Léa Seydoux, en el Festival de Cannes de 2014. Charles dice que “en la mina y en la zona queremos relaciones formales, legales con todo el mundo, que nos permitan cambiar las reglas arcaicas y violentas que han imperado en esta zona”. Sin embargo, la mina ha sido invadida dos veces: una el año pasado, cuando un grupo se metió a ‘guaquear’ la ladera de una montaña y solo fue posible desalojar con el trabajo de las autoridades, y la segunda ocurrió la semana pasada. El miércoles se regó el rumor, cierto, de que en la mina se había encontrado un yacimiento muy grande del que estaban sacando muchas piedras. Con el patrocinio de algunos patrones de la zona, más de 1.000 personas rompieron las mallas, volaron las puertas y se metieron a los socavones a la fuerza. “La integridad de nuestros empleados, así como la millonaria inversión, quedaron en peligro, a pesar de que allí hay presencia permanente de la Policía y el Ejército. Durante más de una semana la mina fue saqueada y se llevaron muchos millones de dólares en piedras. Es increíble que esto pase, se pierdan regalías, impuestos, se afecte la propiedad privada y la inversión extranjera”, dijo Burgess. A pesar de lo ocurrido, es claro que MTC seguirá adelante. Incluso el que ahora se conoce como el gringo esmeraldero no descarta que el día de mañana puedan extender sus operaciones a otras minas, así tengan trabajo para muchos años en Puerto Arturo, la mina más rica de esmeraldas del mundo.