En la política, la traición es casi la regla y no la excepción”, dijo el expresidente Juan Manuel Santos en una entrevista con el diario El País, de Madrid. Su frase, muy comentada, sirve como punto de partida para desempolvar decenas de traiciones que se han visto en la política colombiana. Justamente, una de las más recordadas es la que protagonizó el propio Santos con Álvaro Uribe. Se trata de una herida abierta, profunda, sin cura, que ha marcado al país en los años recientes.

Santos se terció la banda presidencial sin haber pasado antes por un cargo de elección popular. Sus amigos y detractores no dudan de que el dedo de Uribe, en su época con una popularidad superior al 80 por ciento, fue el elector principal. El propio Santos declaró abiertamente en su momento que le debía el cargo a su predecesor.

Pero, el mismo día de la toma de posesión y en las jornadas posteriores, Santos sufrió una súbita metamorfosis, lo que Uribe interpretó como una verdadera traición. Su antigua mano derecha y exministro de Defensa comenzó por declararse el nuevo mejor amigo de Hugo Chávez y nombró como ministros a reconocidos contradictores de Uribe. Así se inició una permanente traición que derivó en una aguda confrontación política, que fracturó al país entre uribistas y santistas.

En el mundo de las traiciones se ha visto de todo. Muchos políticos se pasaron de un bando a otro sin sonrojarse. El senador Roy Barreras, por ejemplo, fue uno de los grandes defensores del expresidente Uribe y de su política de seguridad democrática. Su admiración por el exmandatario llegó a tal punto que lo nombró padrino de bautizo de uno de sus hijos. En 2002, en una entrevista con SEMANA, Barreras aseguró: “Tengo y seguiré teniendo la más grande admiración por el presidente Uribe, a quien creo de la talla histórica de Bolívar”.

Pero ese discurso dio un giro de 180 grados cuando Santos llegó al poder. El compadre se distanció y se convirtió en uno de los más encarnizados críticos del jefe del Centro Democrático. Traiciones hay en todos lados, sin importar las tendencias y las ideologías. Recientemente, las padece el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo. El desgaste propio del fallo en primera instancia de la Contraloría por el escándalo de Hidroituango, además de la acusación de la Fiscalía ante la Corte Suprema porque contrató créditos en dólares y la fluctuación del precio jugó en su contra, le están pasando factura, pese a su segundo lugar en las preferencias de los encuestados. Las investigaciones de la justicia le han permitido entender al antioqueño que en política no existen amigos.

Alejandro Gaviria y Sergio Fajardo | Foto: SEMANA
Alejandro Gaviria y Sergio Fajardo | Foto: NO

El expresidente Santos, por ejemplo, ya no está en su campaña presidencial. Estuvo inicialmente de frente por el noviazgo del paisa con María Ángela Holguín, su exministra de Relaciones Exteriores, pero el exmandatario se dejó contagiar por la novedad de Alejandro Gaviria, que aún no despega, y cambió de bando. Santos ya se reunió en su casa con Gaviria, su ex secretario general Alfonso Prada; su exministra de Industria y Comercio María Lorena Gutiérrez; y su exvicepresidente el general retirado Óscar Naranjo.

El salto de Alejandro Gaviria del escenario académico al político llevó a que algunos amigos traicionaran a Fajardo. La representante a la Cámara Juanita Goebertus, quien decía ser su gran defensora, lo abandonó a su suerte. Horas después de que el exrector de Los Andes anunció su aspiración, ella abiertamente se matriculó en su causa. No le importó que la Alianza Verde, su casa política, esté avanzando en la escogencia de un candidato único. Ella prefirió irse a otro lado.

La alcaldesa Claudia López y su esposa, la senadora Angélica Lozano, podrían terminar también traicionando la candidatura de Fajardo. En los mentideros políticos se dice que ambas dejaron a un lado el fajardismo para unirse a la causa de Gaviria. Lozano llegó al punto de ser una de las grandes impulsoras de la campaña del académico a la presidencia. Incluso, en varias conversaciones, le pidió que lo hiciera por la Alianza Verde.

La lista de traicionados es extensa. El exvicepresidente Germán Vargas Lleras no se salva de las deslealtades, incluso en Cambio Radical, su propia colectividad. En las elecciones presidenciales de 2018, la casa Char, sus socios políticos, decidieron a última hora no respaldarlo a la presidencia y optaron por apoyar, sin mayores anuncios, al entonces candidato Iván Duque. Lo hicieron después de analizar los resultados de las encuestas y tras un encuentro entre el expresidente Uribe y Fuad Char Abdala, el cacique político de la costa.

Germán Vargas y Arturo Char | Foto: NO

Aunque a Vargas Lleras y los Char los une Cambio Radical, ese matrimonio político está a punto de romperse. SEMANA conoció que, si bien la relación entre el exvicepresidente y la familia costeña se recompuso a finales de abril de 2021 en Miami, tras un almuerzo en el que hicieron oposición a la reforma tributaria de Duque, hoy existen grietas profundas difíciles de sanar por varias razones, entre ellas la renuncia de la ministra de las TIC, Karen Abudinen. Ella es una de las funcionarias más consentidas de la casa Char y Vargas Lleras se convirtió en su principal crítico.

Desde sus columnas dominicales en El Tiempo, lanzó fuertes acusaciones contra la funcionaria por los enredos del polémico contrato con Centros Poblados y contribuyó con su salida. Otra traición muy comentada es la del expresidente César Gaviria con el hoy precandidato Juan Manuel Galán. Tras el asesinato de Luis Carlos Galán, hace 32 años, el hijo del líder político, entonces de 17 años, le entregó las banderas del Partido Liberal y lo ungió como candidato presidencial. Las cosas cambiaron.

En 2017, cuando Galán quiso ser precandidato presidencial por el Partido Liberal, César Gaviria se le atravesó e impuso a su exministro de Gobierno Humberto de la Calle. La molestia en la casa Galán Pachón fue de tal tamaño que Juan Manuel confesó que se había arrepentido de haberle entregado las banderas del Nuevo Liberalismo a Gaviria y se retiró del movimiento rojo. Son historias de amores y desamores entre políticos, de encuentros y desencuentros, y de alianzas que ya no son. Claudia López, por ejemplo, fue alumna de Enrique Peñalosa y una de las líderes que más apoyó en su momento al exalcalde de Bogotá, con quien trabajó en su primera alcaldía.

Sin embargo, en la más reciente campaña, lo dejó a un lado y respaldó la candidatura de Rafael Pardo. Cuando Peñalosa fue alcalde, Claudia López lo criticaba con adjetivos altisonantes, como si no se tratara de su maestro. Las fotografías de López y Peñalosa abrazados, liderando campañas, quedaron en el pasado. En febrero de 2021, la alcaldesa tuvo que retractarse tras una acción judicial, porque afirmó que el exalcalde tenía un negocio con los buses de TransMilenio.

Definitivamente, como lo afirmó el propio Juan Manuel Santos, la traición en política es la regla y no la excepción. Y más allá de la amistad y las buenas intenciones, reinan los intereses y los cálculos electorales. Nadie está a salvo.