El santo y seña ese dia era "Sálvese quien pueda". El Ejército había matado el día anterior a sus dos jefes y a otros nueve guerrilleros. Otra de sus compañeras cayó en una mina cazabobos puesta por las mismas Farc para detener la avanzada militar y otros cinco habían desertado, incluido el que operaba el radioteléfono. "El frente estaba derrotado, los mandos muertos y los compañeros fugados. El mejor camino era correr", dice Mayerli, una niña de 17 años, de Caparrapí, que ingresó a las Farc hace ocho meses. Y eso fue lo que hizo el pasado 31 de octubre cuando escuchó el tiroteo del Ejército.Mayerli, una mujer bajita y robusta con ojos vivaces, corrió desaforada por entre la montaña, rompiendo el monte con sus manos. Caminó, sola y mojada, durante tres días atravesando la maleza. De pronto vio huellas de botas y una lata de atún. Sabía que tenía las horas contadas. Cuando atravesaba un caño un tiro la rozó. Un soldado le gritó que no corriera, que no le iban a hacer nada.Mayerli había sufrido tanto en los últimos meses que escuchar la voz de su enemigo la alivió. Que la torturaran o la mataran, como le habían advertido en la guerrilla, le daba igual. Llevaba seis días sin comer, tenía un brazo infectado y cortadas y rasguños por todo el cuerpo. Dando tumbos dio unos pasos y se dejó caer en los brazos de sus adversarios.El comandante de la escuadra de la Fuerza de Despliegue Rápido (Fudra) le dio agua pura y le curó el brazo. Le dio comida, champú y jabón para que se bañara. Y ordenó que le pusieran suero durante dos días. Mayerli se moría de inanición.Desde el 29 de octubre, cuando su escuadra se había separado de la del comandante del frente, 'Marco Aurelio Buendía', no había vuelto a probar alimento. El mes anterior sólo había comido panela y pan pues el Ejército les arrebató las estufas cuando descubrió el primer campamento. El asedio de los soldados era tal que en la última semana ya no cargaban ni el equipo y Mayerli estaba convencida de que si no moría atravesada por una bala lo haría muy pronto de hambre.Ella era una de las últimas guerrilleras del comando de occidente de las Farc que faltaba por caer. El 30 de octubre el Fudra había dado de baja a 'Buendía', el guerrillero que comandó la avanzada de las Farc sobre Cundinamarca. La misma semana otra brigada móvil de la misma fuerza de combate del Ejército había matado a Luis Alexis Castellanos, 'Manguera', el hermano de 'Romaña' que dirigía la columna Manuela Beltrán por el oriente del departamento, y a alias 'Rumba', que manejaba la Reynaldo Cuéllar. Y también mataron a 'Javier', jefe del frente Esteban Ramírez, autor del cruel asesinato de los esposos Bickenbach. Con la muerte de estos jefes guerrilleros las Farc quedaron casi acéfalas y muy debilitadas en Cundinamarca.Estos éxitos, quizá los más contundentes que ha tenido el Ejército contra la guerrilla en varios años, son el fruto de una minuciosa operación que arrancó hace cinco meses. Esta se ha sostenido sobre dos ejes de la política de seguridad democrática del Ministerio de Defensa. Primero, recuperar el control territorial y, segundo, planear las acciones militares de manera escalonada, protegiendo primero los puntos más sensibles para el país. Por eso se decidió que la primera prioridad era liberar a Bogotá del cinturón de frentes guerrilleros que se acercaban cada vez más a la capital.El plan de las FarcHace cinco años las Farc dispusieron como su objetivo central controlar la cordillera Oriental. Su idea era acercarse por allí a Bogotá con el fin de tomarse el poder. Aprovecharon la zona de distensión para enviar por el Cañón del Duda grupos de guerrilleros que subieron por el piedemonte hacia San Juanito y El Calvario. De esta forma conformaron el comando de Oriente con los frentes 52, 53 y 54 y las columnas móviles Manuela Beltrán y Vladimir Estível. Desde el 2000 también comenzaron a mandar grupos pequeños y con las armas escondidas por el Tolima y Boyacá para controlar el occidente. Así aparecieron en la zona el frente 22, la columna Reynaldo Cuéllar y la Esteban Ramírez al sur del municipio de La Palma por el Cañón del Sumbe (ver mapa).A 'Buendía', un guerrillero introvertido, bien preparado y con una formación intelectual muy por encima del promedio de la tropa, la primera vez que se le vio fue en Quipile. Y desde ese día, hace un año, el Ejército comenzó a combatir a este hombre, que lideró las tomas de Mitú y de Miraflores y había sido el cerebro de las extorsiones y los secuestros en el occidente de Cundinamarca. "Me empeciné en dar de baja a ese tipo", dice el general Reynaldo Castellanos, comandante de la 5ª División del Ejército, quien con 30.000 hombres bajo su mando y con jurisdicción sobre 70.000 kilómetros cuadrados, una extensión que equivale a tres veces El Salvador, es uno de los artífices de la Operación Libertad I.El objetivo del Ejército era llegar al corazón de las Farc en Cundinamarca, atacar sus campamentos base, sus redes de apoyo y eliminar a los jefes con el fin de partirle el espinazo a la estrategia guerrillera.El desafío de los generales era grande. Cundinamarca está atravesada por una cadena de montañas escarpadas y después del Chocó, los Farallones de Medina, donde estaban escondidos varios frentes, es el lugar donde más llueve en Colombia. El apoyo aéreo estaba descartado. La batalla se libraría en tierra a 3.800 metros de altura, entre peñascos, abismos y cañones. Y no sería como las que se ven en las películas. En esta guerra el combate es lo de menos, aunque han sostenido 70. Lo difícil es encontrarlos para obligarlos a pelear. "Es como buscar una aguja en un pajar", afirma el general Hernando Ortiz, comandante nacional de la Fudra, que dio de baja a los guerrilleros. Los generales sabían que las Farc intentarían replegarse en lo más alto de la montaña a esperar a que el Ejército se retirara de nuevo, que es lo que solía suceder. En el primer semestre, por ejemplo, la Fudra había estado mes y medio en Montes de María pero le había tocado retirarse para ir a la Sierra Nevada de Santa Marta otro mes, hasta que mataron unos soldados en Tibú y los desplazaron al Catatumbo. Esta vez sería diferente. El Ejército no sólo estaría a la ofensiva sino que estaba dispuesto a quedarse el tiempo que fuera necesario para derrotar a las Farc en Cundinamarca. La operación comenzó el 8 de junio. La Fudra, con cerca de 3.000 hombres, se diseminó por el área. La mitad al oriente y la otra mitad al occidente. La gente de las veredas, que al principio ni saludaba a los soldados, con el paso de los meses empezó a darles información útil que completaron con la inteligencia electrónica. Una vez tuvieron ubicado el sitio preciso donde se encontraba 'Buendía' coparon un área de unos cinco kilómetros cuadrados alrededor de La Palma. La Fudra por lo general actuaba en bloque, lo que alertaba a los guerrilleros, que corrían a esconderse. Y le daba una ventaja de visibilidad a la guerrilla, que siempre se ubica en los puntos altos de las montañas. Podían así detener a 400 soldados con sólo matar a uno. Por eso el comandante del Ejército, general Carlos Alberto Ospina, corrigió la estrategia para que se adaptara más a la nueva táctica de las Farc, que regresaron a un típico esquema de guerra de guerrillas. La Fudra se dividió en unidades pequeñas y cada grupo se ubicó en sitios clave: bloqueando los caminos por donde podrían entrar comida; en las fuentes de agua; en los corredores; en los atajos; en cada rincón imaginable por donde pudieran escapar los guerrilleros. Caminaron tres y cuatro veces por la misma montaña y al principio no encontraron nada. Pero el 15 de septiembre la Brigada Móvil No. 3 del Fudra le montó una emboscada al comandante 'Rumba' en la vereda Quitasol, de Topaipí, cuando intentaba cambiar de lugar, y lo mató. Después, a mediados de octubre, ubicó a 'Buendía' y le tendió cuatro cercos. Este, un hombre hábil y muy cuidadoso, eludió los dos primeros. Pero cuando el Ejército ya tenía el sitio preciso de su ubicación infiltró en el área un grupo élite especializado: el Gruloc (Grupo de Localización de Cabecillas), del que forman parte los escogidos entre los mejores para este tipo de misiones. El cerco se estrechaba cada vez más sobre el Alto de los Micos, donde estaba 'Buendía'. Mayerli, que estaba con él, dice que se oía 'plomo' por todo lado. "Estábamos asustados y por donde mirábamos nos veíamos rodeados", dice la niña. Cuenta que 'Buendía' parecía tranquilo y creía que un campo minado de más de 600 metros lo protegería. Pero que sin embargo ordenó que se mudaran a ropa de civil y dividió al grupo en dos. El último día que lo vio 'Buendía' vestía la sudadera negra, la camisa verde y el buzo gris con el que murió.Con su muerte y la de los otros cuatro jefes guerrilleros quedaron varias lecciones: las Farc son vulnerables y el Ejército es capaz de meterse al corazón de su retaguardia; las operaciones son exitosas si los militares se quedan el tiempo suficiente para conocer el terreno y ganarse la confianza de la población; esta es una guerra que se gana más a punta de inteligencia que de bombardeos. Y quizá lo más importante, dado que esta estrategia se va a replicar, hay motivo para sentir esperanza de que algún día ninguna niña colombiana vuelva a desear con tanta fuerza como Mayerli "hacer de cuenta que no pasó nada, que estos meses de sufrimiento no sucedieron".