Luis Carlos Vélez: ¿Cuándo empezó esta pesadilla? Carolina Guerrero: Los primeros síntomas los sentí el 26 de febrero. Desde ese día estuve tres veces en urgencias, ya que mi salud cada día empeoraba.
L.C.V.: ¿Cómo fueron los primeros síntomas? C.G.: Tuve mucha fiebre. Llegué a estar en 39,5, dolor de huesos, escalofrío, falta de apetito al comer. Poco a poco fui teniendo tos hasta el momento en que se volvió incontrolable y no podía respirar. L.C.V.: ¿Por qué terminó en cuidados intensivos? C.G.: Porque no podía respirar y ya no aguantaba la tos. No estaba saturando lo que debía, y en las placas de rayos X que me tomaron se veía una mancha en los pulmones completamente anormal, y eso alertó a los médicos. L.C.V.: ¿Cuánto tiempo pasó desde que tuvo los primeros síntomas hasta que se internó en la unidad de urgencias? C.G.: La tercera vez que fui a urgencias ya me ingresaron. Eso fue a los nueve días de presentar los primeros síntomas, y en la UCI, luego de tres veces de asistir a urgencias, me hicieron la prueba del coronavirus, la cual dio positivo. En ese momento me cambió un poco la vida.
L.C.V.: ¿Cómo fueron esos días? C.G.: Fueron muy muy duros, sin poder dormir por la cantidad de cables en el cuerpo y las molestias que me causaban. El impacto en la salud mental también es importante. Tuve temor de que pasara cualquier cosa. Todo el tiempo estuve sin poder moverme de la cama, en una sola posición, con mucha angustia, incertidumbre, preocupación y soledad. La incomodidad física era intensa porque tenía cuatro venas por las que me estaban pasando los medicamentos, una arteria de la cual me sacaban sangre dos veces al día, el oxígeno a tope que sonaba durísimo debido a la fuerza con que salía. Todo eso hizo que sintiera ardor en los ojos constantemente. L.C.V.: Cuando hablamos por primera vez, ¿usted estaba muy asustada? C.G.: Sí, por supuesto, acababa de salir de la UCI y aún no podía respirar bien, me ahogaba demasiado. Incluso, al momento de hablar con ustedes, acababa de salir de la ducha en el hospital, y varias veces durante el baño tuve que sentarme a descansar, coger aire y hacer pausas para seguir bañándome. No podía respirar bien, mis pulmones estaban muy débiles. L.C.V.: ¿Qué le decían los médicos? C.G.: Que no sabían el tiempo de recuperación. Podían ser 15 o 20 días más que debía permanecer aislada totalmente de mi familia. No pude recibir visitas durante mi ingreso, y el tiempo que estuve en la UCI estaba en un cubículo de cristal en el que lo único que veía eran aparatos y un letrero de la calle muy grande que me recordaba todo el tiempo que estaba en urgencias.
L.C.V.: En el peor momento de la enfermedad, ¿qué fue lo más grave que llegó a sentir? C.G.: No podía creer que me estuviera pasando esto, no sabía en qué momento había terminado en la UCI. Soy una mujer sana de 40 años, trabajo desde mi casa y no entendía cómo ni cuándo había terminado conectada a tantos cables y aparatos para poder respirar. Sentí miedo, angustia, y el pensar que mis hijos se quedaran solos me desmoronaba por completo. No podía estar con ellos, abrazarlos ni sentir su aroma ni darles el beso de las buenas noches. Eso fue muy doloroso. L.C.V.: ¿Llegó a pensar que de esta no salía? C.G.: No. Siempre tuve la fe en que Dios estaba conmigo, oraba mucho y nunca perdí las convicciones en él. Mi familia desde Colombia me escribía muchísimo y estaban todos muy pendientes. Tanto fue así que mi madre viajó desde Colombia para poder quedarse con mis hijos y ayudarle a mi marido. L.C.V.: Usted fue la primera colombiana que habló estando enferma. ¿Por qué quiso contar su testimonio? C.G.: Lo hice para alertar a los demás y darles herramientas de prevención. Nunca imaginé que adquiriría el coronavirus, y pensaba que, si yo me había contagiado, cualquier persona podría hacerlo también. Somos tan vulnerables y, desafortunadamente, pensamos que solo a las personas mayores les puede dar, pero no. Es algo de lo que cualquier ser humano se puede contagiar.
L.C.V.: ¿Qué sentía al ver que cada vez había más enfermos? C.G.: Cuando yo ingresé en la UCI, era la primera paciente que tenía el coronavirus. Al salir, ya la planta estaba llena de personas contagiadas. Sentí mucho temor, desolación y preocupación. L.C.V.: ¿Con qué medicamentos la trataron? C.G.: Con antibióticos y paracetamol. Pero no tengo claridad de cuáles porque nunca me lo dijeron. De hecho, me aplicaron algo en el brazo y me dijeron que era un experimento para ver si eso nos ayudaba con los pulmones. No supe de qué se trataba. L.C.V.: Y después de la UCI la mandaron a casa en cuarentena… C.G.: No. Seguí hospitalizada por tres días más. Ya, al tercer día, me enviaron a casa con muchas medidas de protección, tapabocas, guantes, y me ordenaron que fuera en la parte de atrás del vehículo.
L.C.V.: Ya en casa, ¿cómo fueron esos días? C.G.: Fueron días más tranquilos. El hecho de no encontrarme en una clínica ya era reconfortante. Estar en un hospital es muy deprimente. En mi habitación los días eran largos, pero sabía que a pocos metros tenía a mis hijos, mi madre, mi esposo. Y escucharlos a través de la puerta me hacía muy feliz. Mi hijo de 6 años me escribía notas, que las pasaba por debajo de la puerta, en las que me decía: “Mami, sé que no podemos abrazarnos ni podemos abrir la puerta, pero quiero que sepas que te quiero mucho”. Eso alegra el alma y el corazón. L.C.V.: ¿Cuánto tiempo duró ‘cuarentenada’ en casa? C.G.: Fueron 16 largos y eternos días. Llevo tres días fuera de mi habitación. Estoy ya en contacto con mi familia, conservando la distancia, pero aún sigo usando tapabocas y guantes, ya que debo proteger a mi madre, que es adulta mayor y población vulnerable. L.C.V.: ¿Cómo la cuidaron en casa? ¿Cómo fue su aislamiento? C.G.: Me cuidaron con las recomendaciones que me mandó el hospital. Tuve que estar encerrada en mi habitación, la comida me la dejaban en la puerta con una bandeja tapada, y salía con tapabocas y la recogía. Mis platos y cubiertos los limpiaban con lejía aparte de los demás platos, mi ropa la lavaban a 60 grados. Cambiaba de sábanas cada tercer día y aseaba el baño también con lejía a diario, ventilaba mucho la habitación y utilizaba un baño solo para mí.
L.C.V.: Después de todo esto, ¿ya tiene idea de quién la infectó? C.G.: La persona como tal no, pero sí sé que fue en una reunión que tuvimos el día 23 de febrero con varios amigos colombianos. Ocho días después de los síntomas lo supe porque, después de salir del hospital, me enteré de que todos los que estuvimos compartiendo ese día estaban también infectados; unos muy graves de salud y otros con síntomas leves, pero ninguno se había librado del virus. L.C.V.: ¿Qué les dice a todos en Colombia sobre su experiencia? C.G.: Que no perdamos la fe, todo esto pasará, y la forma de frenar este virus es quedándonos en casa, cuidándonos y cuidando a nuestros familiares. Esto es muy serio y aún hay muchas personas que piensan que las medidas son exageradas o que a ellos no les va a tocar. Desafortunadamente, para nadie es un secreto que nuestro sistema de salud es precario y no sabemos hasta dónde puede llegar el contagio. L.C.V.: A la distancia, y como alguien que sobrevivió el coronavirus después de estar en la UCI, ¿cuál es su mensaje para los que puedan enfermarse o los que ya lo están? C.G.: Amo a mi país con todo mi corazón y no quiero que vivan esta crisis sanitaria por la que estamos atravesando acá en España. No nos tomamos esto en serio desde el primer día y ahora estamos asumiendo las consecuencias: miles de muertos y de infectados. Les ruego, les suplico que, por favor, acaten todas las medidas que el Gobierno está indicando. Nadie está libre de contagiarse, debemos ser responsables y solidarios.
L.C.V.: ¿Cómo cree que estamos manejando la crisis en el país? C.G.: El Gobierno ha tomado medidas muy oportunas, han sido precavidos y se están preparando para esta crisis sanitaria. De hecho, acá en España, cuando empezó la crisis, en un noticiero del canal La Sexta pusieron de ejemplo a Colombia y decían que habían triplicado sus medidas de seguridad para evitar que el virus entrara tan desmedidamente allí. L.C.V.: ¿Qué aprendió de todo esto? C.G.: Aprendí a ser paciente. Entendí que como ser humano tengo derecho a ciertas cosas que la vida me da, pero también hice un examen sobre cuáles merezco tener. Aprendí a valorar más a quienes tengo a mi lado, cada día que vivimos, el frío la lluvia, el sol, la nieve. En general, cada día es un regalo de Dios. L.C.V.: Sobre esa última afirmación, es evidente su fe profunda. ¿Cree que Dios fue quien la salvó? C.G.: Por supuesto que soy creyente y Dios fue quien me salvó. Estuvo conmigo cada segundo que permanecí en la UCI. Sin él no habría salido victoriosa de esto, y hoy más que nunca no dejo de agradecerle por una segunda oportunidad y porque en medio de esta situación fui privilegiada. Fui de las primeras personas que se contagió, lo que me permitió tener todo el personal médico y la atención pertinente. Dios no nos abandona. Ha sido una tragedia para miles de personas, pero no se debe perder la fe por eso. Hay que seguir adelante y perseverar.