Pocas veces, en la historia reciente del país, el abanico de precandidatos presidenciales había sido tan amplio a escasos nueve meses de las elecciones. En la actual contienda, 30 perfiles intentan llegar a la Casa de Nariño en 2022 y convertirse en los sucesores de Iván Duque. La cuestión es que la inmensa mayoría no cuenta con caudal electoral, no registra en las encuestas y, en algunos casos, no tiene cómo llegar al palacio presidencial. En otras palabras, más de la mitad de los actuales aspirantes no posee la más remota opción de terciarse la banda presidencial.
Es sano para la democracia que los colombianos tengan una mayor opción de escoger a quién apoyar, pero el exceso de precandidaturas, en su mayoría de perfiles que ni siquiera se han medido en las urnas y sin una carrera política completa, le resta calidad al proceso. E, incluso, después de las inscripciones, dificultará la realización de los debates.
La presidencia de Iván Duque, a juicio del analista político Carlos Suárez, es una de las razones. El mandatario se convirtió en jefe de Estado a los 41 años, el más joven en la historia presidencial, y, aunque ocupó escaños legislativos por dos periodos consecutivos en el Senado, su trayectoria política no era la más abonada. Aun así, conquistó al electorado y coronó la Casa de Nariño, por encima de Gustavo Petro, Sergio Fajardo y Germán Vargas Lleras.
El salto a la presidencia de un Duque desconocido, a ocho meses de las elecciones de 2018, animó a varias figuras de la política a creer que el escenario podría ser igual en 2022. No obstante, los tiempos y las necesidades cambiaron. La pandemia por la covid-19 llegó para quedarse, la crisis económica, el desempleo y la protesta social en las calles desde el 28 de abril pasado obligan a la escogencia de un perfil con amplia trayectoria, clave en la pospandemia. Otra de las razones para la proliferación de precandidatos es que esta es la primera votación del siglo XXI en la que la reelección no existirá. Duque gobernará hasta el 7 de agosto de 2022, y, como están las cosas, también será la primera vez en los últimos años que se elige a un precandidato sin la sombra del uribismo y el santismo, según lo indican, hasta el momento, las encuestas.
Además, una precandidatura presidencial se convirtió en el trampolín perfecto para terminar en el Gobierno, en una candidatura al Senado o en la vicepresidencia. Si se lucen en la campaña, los precandidatos tendrán puertas abiertas en ministerios, embajadas, gobernaciones y alcaldías.Aunque no se puede hacer política hasta el día de la inscripción, los aspirantes adelantan reuniones, acaparan la atención de la prensa, participan en debates y hasta los miden en las encuestas. Eso, para una figura que aspirará finalmente al Congreso, es ganancia.
Esta semana, la senadora Paola Holguín, consciente del mapa político, dio un paso al costado a su precandidatura presidencial por el Centro Democrático para apoyar a Óscar Iván Zuluaga. Aun cuando inicialmente la antioqueña insistió en reemplazar a Duque, se la vio más tendiendo puentes entre la derecha y buscando una posible aspiración a la Gobernación de Antioquia, o lo más viable: una cabeza de lista al Senado en 2022.
Historias como la de ella podrían repetirse en el uribismo con la senadora María Fernanda Cabal y el congresista Edward Rodríguez, quien, aunque mediático, no ha logrado acaparar las preferencias en las encuestas. En muchos sectores, como el empresarial, desconocen su precandidatura. Rafael Nieto, quien lleva más de seis meses en campaña, no registra en los sondeos de opinión, y Paloma Valencia está hoy más interesada en la conformación de las listas legislativas para repetir curul.
Por los lados del Partido Conservador, aspira Mauricio Cárdenas, el exministro de Hacienda de Santos, un alto perfil que se ha dedicado a explicarle a la academia cómo salir de la crisis. No obstante, no tiene maquinaria política y es desconocido en muchos sectores de la opinión. Mientras tanto, Efraín Cepeda y David Barguil siguen definiendo su aspiración. El general (r) Gustavo Rincón, otro de los precandidatos, afianza su campaña entre los militares retirados, pero le falta mucho camino por recorrer.
Como independiente –una figura que se puso de moda por la apatía de los colombianos a los partidos políticos tradicionales– se inscribirá el exalcalde Federico Gutiérrez, de Medellín, quien registró 8,9 por ciento de favorabilidad, según la encuesta Percepción País, una cifra que lo dejó casi en empate con Sergio Fajardo, exgobernador de Antioquia. También como independiente Enrique Peñalosa, dedicado a recorrer Cundinamarca y otras regiones mostrando sus obras en Bogotá, la ciudad que gobernó en dos oportunidades. Según Invamer, el líder de la Bogotá Mejor para Todos registra 3,5 por ciento de preferencia electoral.
En el abanico figura Juan Carlos Echeverry, expresidente de Ecopetrol, quien recorre zonas apartadas para que la Colombia lejana lo conozca. Él se matriculó como independiente, pero pretende aglutinar al conservatismo, que ya le tendió los brazos. Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga, avanza en su campaña entre polémicas, denuncias contra la corrupción y retractaciones, una estrategia que parece darle resultado, pues, según Invamer, es el tercero de los preferidos con 11 por ciento de aceptación después de Petro y Fajardo.
Por su parte, Miguel Ceballos, ex comisionado de paz, sigue en el intento de estructurar su precandidatura, pero hay quienes piensan que busca otros intereses políticos.En el Pacto Histórico todo está dicho.
El candidato es Gustavo Petro, así precandidatos como Roy Barreras, Francia Márquez y Alexánder López insistan en derrotarlo en una consulta interna. Entre alguno de los tres podría quedar la vicepresidencia de la izquierda.
Lo mismo ocurre en la Coalición de la Esperanza, en la que Sergio Fajardo, según Invamer y Percepción País, es el preferido, aunque, tras la resurrección del Nuevo Liberalismo, Juan Manuel Galán se convirtió en una de las sorpresas entre los electores que lo ubican dentro de los cinco primeros lugares. Juan Fernando Cristo no tiene mayor chance, y Jorge Enrique Robledo, quien no quiere regresar al Congreso, podría repetir curul por Dignidad, su partido, una estrategia que le permitiría a la colectividad no perder la personería jurídica por la falta de perfiles con posicionamiento.
Por los lados de los exgobernadores, Dilian Francisca Toro insiste en su precandidatura, aunque está dedicada a recomponer La U, su partido, que luchará electoralmente para alcanzar el umbral tras las bajas sensibles de Roy Barreras, Armando Benedetti y el Ñoño Elías. Luis Pérez sigue convocando a los exgobernadores y promoviendo su nombre, pero las encuestas no le sonríen, mientras la precandidatura de Eduardo Verano de la Rosa intenta cuajar. En la Alianza Verde, la pelea está para alquilar balcón, pero, de los seis precandidatos, solo dos tienen chance electoral: los exgobernadores Camilo Romero y Carlos Andrés Amaya. Los senadores Antonio Sanguino, Iván Marulanda, Sandra Ortiz y Jorge Londoño repetirían curul.
Como faltan nueve meses para las elecciones presidenciales y siete para las consultas, no se descarta la participación del rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, quien postularía su nombre a comienzos de septiembre. Lo mismo que Álex Char, exalcalde de Barranquilla, y Germán Vargas Lleras, así hoy prefiera seguir de columnista de opinión.Este amplio ramillete demuestra la ausencia de mujeres. A excepción de Dilian Francisca Toro, María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Francia Márquez, los demás son hombres que deberán decidir si tendrán como fórmula vicepresidencial a una mujer, como ocurrió en 2018, o a un hombre, como lo hizo Vargas Lleras.
En definitiva, cualquiera pensaría que buscar la presidencia es menos atractivo que nunca por la pandemia, la crisis económica y los grandes desafíos, pero parece que ocurre lo contrario. Al fin y al cabo, en una contienda presidencial, como dijo Francisco Maturana, perder es ganar un poco.