La cárcel La Picota, en el sur de Bogotá, es en criterio del mismo Instituto Nacional Penitenciario, la más importante del país, por la cantidad y “calidad” de los privados de la libertad, también por el nivel de riesgo, los buenos resultados, pero particularmente por los malos.
De esta cárcel fue donde se fugó alias Matamba, en un plan regalado por la misma guardia del Inpec. También era donde estaba el corrupto empresario Carlos Mattos cuando salió de paseo en carros del Inpec y hasta fue el escenario de una parranda de tres días con artistas en vivo y en el pabellón de extraditables.
La cárcel ha pasado por una interinidad desde que salió de la dirección un reconocido sindicalista. Por eso el Inpec se lanzó un plan para ubicar su mejor reemplazo y ahora, cuando las apuestas estaban hechas al mérito, al trabajo honesto y a reconocer a los funcionarios que por años sacan la cara por el instituto, nuevamente aparecen los políticos reclamando espacio.
Fuentes del Inpec le confirmaron a SEMANA que la hoja de vida de un funcionario de amplia experiencia, sin una anotación en su trayectoria profesional y que logró apaciguar la tormenta en distintas cárceles, estaba en la lista de elegidos para la dirección de La Picota, sin embargo, algunos sindicalistas, reclamaron el trono.
El problema es que durante este gobierno los sindicatos le pasaron factura al Ministerio de Justicia por los apoyos en la campaña y buena parte de las cárceles quedaron bajo el control de los sindicalistas. En el caso de La Picota fue igual, y es allí donde el mérito pierde valor frente a la burocracia sindicalista que quiere meter presa a la experiencia y la honestidad.
El reto y la responsabilidad es enorme, no se trata de cualquier grupo de celdas en una URI, es La Picota, la cárcel que se ha convertido en el ejemplo de lo bueno y lo malo del sistema penitenciario en Colombia, el hogar de presos de alto calibre y el escenario que ha destacado y cobrado la cabeza de los directores del Inpec.