Yolanda Gonzalez descubrió su destino cuando padeció la mayor tragedia de su vida: la muerte de su hermano menor. Cuando una mina antipersonal acabó con la vida del joven para ella empezó un sufrimiento que aún no ha terminado, pero al mismo tiempo fue el principio de la obra que la semana pasada la llevó a ser escogida como la Mujer Cafam 2003: el Hogar Jesús de Nazareth, que creó hace siete años en Bucaramanga. Su fundación nació de una promesa que en medio del dolor le hizo a Dios: dedicarse a servir a las personas que por caprichos de la vida y la inconsciencia de los violentos son víctimas de las minas "quiebravida", como ella las llama por las huellas que dejan, no sólo en el cuerpo sino también en el alma. Y con las uñas lo ha cumplido. Hoy invierte todo su tiempo en atender a las 39 personas, entre niños, jóvenes y adultos, que viven en su institución. Tanto es así que a pesar de vivir de su sueldo no dudó en dejar su trabajo de diseñadora de calzado. La recompensa, sentir cómo las personas que reciben su ayuda se vuelven parte de su familia, incluso los más jóvenes la llaman "tía Yolanda".Lo primero que hizo fue visitar a los heridos en los hospitales. Lo segundo, convertir su propia casa en un albergue para ellos. "La mayoría de las víctimas son campesinos que por sus heridas deben ser atendidos constantemente en los hospitales de la ciudad durante un largo tiempo y no tienen dónde quedarse", cuenta Yolanda. Lo siguiente, convencer a su esposo y a sus dos hijos de ayudarla. Esto no fue muy difícil luego de conocer a Euclides, uno de los primeros huéspedes de la casa. Era un anciano de 60 años de Ocaña que perdió una pierna. Al no tener familia, Yolanda, su esposo y sus hijos lo acogieron como un abuelo.Ante la falta de recursos Yolanda utilizó el agua aromática, las oraciones y la lectura en voz alta como la mejor terapia para aliviar los males de Euclides, quien gracias a sus cuidados en menos de un año regresó a su pueblo.Aunque la situación no ha mejorado mucho Yolanda se las ha ingeniado para mantener su proyecto a flote. Con los aportes hechos por algunas personas consiguió una casa más amplia en arriendo. De la misma manera consigue la comida diaria y no ha dudado en ir de puerta en puerta para lograrlo. Lo más difícil sigue siendo conseguir las prótesis. Su labor la ha hecho conocida en la región a tal punto que médicos, enfermeras, fisioterapeutas y sicólogos se vinculan como voluntarios a la obra. Además, estudiantes del área de la salud hacen sus prácticas profesionales en el hogar. Pero su preocupación no termina con la curación de las heridas físicas: "Mi meta es ayudarlos a ser autosuficientes para que cuando se recuperen no recurran a la mendicidad", asegura. Para ello cuenta con un convenio con el Sena para capacitarlos en panadería y confección de calzado. También ha logrado conseguir becas en colegios públicos para que los más jóvenes no se queden sin estudiar. Por ahora cuenta con los 13,5 millones de pesos que recibió como premio por ser la Mujer Cafam. Además la Caja Santandereana de Subsidio Familiar (Cajasan), entidad que la postuló, planea realizar proyectos para capacitar a los voluntarios del hogar en manejo empresarial, así como desarrollar planes en el área de la recreación y conseguir una nueva sede.