Antes de la madrugada, Jessica Paola Soriano se levanta, se arregla y toma el transporte público desde su vivienda en el suroccidente de Bogotá. Su destino: llegar a Chapinero a las seis de la mañana, al Centro de Atención Prioritaria en Salud (CAPS). Allí, día de por medio cumple con una jornada de vacunación que va hasta las siete de la noche.

Más de 2 millones de personas de la capital del país han recibido la vacuna contra la covid-19. Por el tamaño de la población de la ciudad, el peso que tiene sobre el avance en la inmunización de la nación es enorme. Detrás de cada cifra hay una persona como Jessica, auxiliar de enfermería de 19 años que se dedica al Plan Nacional de Vacunación sin importar los domingos o festivos.

A veces termina su turno agotada; el trabajo es arduo, y quizás no es lo suficientemente valorado. Sin embargo, para Jessica la motivación más grande es servir, y reconoce que por su labor ha dejado de lado momentos con su familia, o incluso, a su propia salud. En su calendario han quedado anotadas citas médicas, encuentros o compromisos que no atendió por cumplir con los turnos que le asignan semana tras semana. Para ella su misión en este momento es más importante que cualquier asunto personal.

“Llegué a ser vacunadora de covid porque me llama mucho la atención ayudar a las personas. Sé que vacunándonos podemos salir más fácil de todo esto del virus”, dice Soriano.

En Bogotá, más de 2.500 personas están entrenadas para aplicar los biológicos anticovid, y el ritmo varía, según la Secretaría de Salud, dependiendo de la disponibilidad de vacunas con la que cuente la ciudad. En su mejor día, 56.000 capitalinos pudieron inocularse con la primera o segunda dosis.

Durante las jornadas más intensas, Jessica ha llegado a poner más de 100 dosis, al igual que sus compañeros, con los que se reparte las tareas siguiendo las indicaciones que la enfermera jefe les da cuando llegan al puesto en las mañanas. Entre todos deben encargarse del ingreso de los pacientes, de la inyección, del carnet que certifica la vacunación, del lugar de reposo y de la salida, una vez hayan pasado los minutos indicados de observación después de recibir el pinchazo.

En este proceso, de vez en cuando se encuentra con personas que no creen en la efectividad de las vacunas o que no están dispuestas a recibir la de una farmacéutica específica. “Algunos vienen con actitudes negativas y uno tiene que tratar de sacarles eso de la cabeza. Nosotros no tenemos la culpa y queremos que confíen en nuestro trabajo”, explica la enfermera auxiliar, quien suele requerir una buena dosis de paciencia para sobrepasar el estrés de los días más concurridos, pero también de esos en los que van menos personas de las esperadas.

Cuando oscurece y es momento de regresar a su hogar en Patio Bonito, a una hora de trayecto, se siente orgullosa y feliz. Recuerda esos días de la pandemia en los que tomaba muestras de covid a pacientes sospechosos o apoyó en una unidad de cuidados intensivos de Bogotá, por lo que ahora tiene más esperanza que nunca. Sabe que la tercera ola será larga y siente que falta saltar varias barreras antes de que Colombia pueda superar la crisis sanitaria.

Esta semana, millones de colombianos recibieron una buena noticia. El esquema nacional de vacunación se amplió en la etapa tres a nuevas morbilidades y nuevos grupos poblacionales. Así, Colombia autorizó, por ejemplo, algo que muchos esperaban: a los niños mayores de 12 años y a las mujeres gestantes. El país tiene en este momento 16 millones de dosis asignadas y recibirá más en los próximos días. La alcaldesa Claudia López calcula que con el ritmo al que va la capital, podría tener en 50 días al 70 por ciento de la ciudadanía vacunada, y en máximo 100 días estaría inmunizada.