El cumpleaños número 65 de Himelda Arias no le sentó muy bien. Es como si el aire le alcanzara solo para mantenerse en pie, pero no para moverse. De hecho, dice, sus últimos siete aniversarios le han sentado mal. Su salud se deterioró a tal punto que no puede salir de la casa, pues el oxígeno para que los pulmones marchen correctamente no es suficiente. Sentada en el sillón de mecer, mira pasar a sus vecinos y maldice al que para ella es el culpable de su situación: el relleno sanitario, que opera, desde 2015, casi al frente de su vivienda en la vereda Patio Bonito, zona rural de Barrancabermeja.

Ella no es la única con problemas respiratorios en Patio Bonito. Y tampoco es la única que los empezó a registrar desde el funcionamiento del relleno. El lamento es generalizado. Incluso, uno de sus nietos, de apenas 6 años, fue hospitalizado varios meses por asma crónica. También le pasó lo mismo al hijo del vecino y a otros niños casas abajo. Todos, afectados por enfermedades extrañas que llegaron para quedarse. Unos nacen sin cerebro y mueren a los pocos minutos, otros sobreviven, pero con constantes sarpullidos en la piel y algunas malformaciones. Nadie sabe qué pasó, pero sí apuntan a un responsable: el relleno sanitario.

Así se ve desde el aire el relleno sanitario en medio de un área ambiental protegida. Las piscinas de lixiviados son uno de los grandes retos del lugar.

“Cuando sale ese olor fuerte, a nosotros la piel se nos brota con unas ronchas que pican mucho y luego se forman unas vejigas de agua amarilla”, cuenta Himelda desde su silla mecedora. A este punto no quiere luchar más en una batalla de la que se sabe perdedora, ahora solo quiere irse. Abandonar las tierras que adquirió hace 40 años cuando fundó esta vereda. Sueña, como una niña pequeña, que le compren sus predios para partir hacia otro lugar donde los olores a basura no la ahoguen, donde el agua no esté contaminada por químicos y donde sus nietos puedan hacer la siesta plácidamente sin ser acosados por un ejército de moscas y ratas que se tomaron la región.

Tener de vecino un relleno sanitario es un reto mayúsculo. No solo porque en este caso la disposición de basuras en ese lugar, que además está ubicado en una área de protección ambiental, huele mal, sino porque acabó con las seis fuentes de agua que nutrían a Patio Bonito.

SEMANA visitó la zona y pudo constatar que el agua no es apta para el consumo humano. Los habitantes de esa vereda pasaron de tenerlo todo (fuentes de ingreso y consumo) en los caños, a recibir el agua cada tres días en camiones cisterna que envía la Alcaldía de Barrancabermeja. “Lo que más nos afecta es el agua; la fuente de carne para nosotros eran los caños, porque sacábamos los pescados, pero ahora ya no se puede. Yo pedí un acueducto y nos trajeron un basurero”, dice Himelda, quien por años fue la lideresa de Patio Bonito. Eran otros tiempos, cuando aún se podía mover sin problemas.

Los dueños de este restaurante, ubicado frente al relleno, decidieron cerrar el negocio y marcharse de la zona. Los ríos del lugar se secaron.

Íngrid Lorena Velásquez tiene 18 años y desde hace siete vive con el relleno a menos de 100 metros. Su generación fue la última que disfrutó de las correrías en los ríos y la pesca por deporte. “Patio Bonito cuando yo tenía 10 años era un ambiente diferente de olores, donde no se veía gallinazos ni moscas, no había tanta enfermedad como ahora ni tantos niños con neumonía. No se puede respirar en paz porque es un constante olor a basura. Ya no se puede ir a pescar, algo que hacíamos mucho los niños de aquí; pero ahora ya no se puede por miedo a que el pescado esté contaminado de químicos que salen de ese relleno”, cuenta.

En la primera entrega de este reportaje, SEMANA documentó cómo alrededor de 27 niños nacieron en Patio Bonito –en un periodo de dos años– con la extraña enfermedad de Job, una patología que solo ataca a uno de cada 300.000 nacidos en el mundo y que ocasiona serias heridas en la piel. Todo esto estaría relacionado con el vertimiento de lixiviados a las fuentes hídricas y el elevado porcentaje de metales pesados en el agua.

Magaly González es la abuela de uno de los niños reseñados en la primera entrega del reportaje. Su nieto, ahora de 4 años, sufre episodios de erupción en la piel. Por días padece una extraña transformación cutánea, y luego, gracias a fuertes medicamentos, todo vuelve a la normalidad. En la casa ya se acostumbraron a oír su llanto en las noches cuando la enfermedad lo ataca. “No podemos hacer nada más que esperar”, dice.

Niños y animales afectados por, presuntamente, lixiviados de relleno sanitario en Santander | Foto: Cortesía

El relleno sanitario está ubicado en la ciénaga San Silvestre, un área ambiental protegida y, sin embargo, la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) dio el aval en 2015 para que allí se depositaran todas las basuras de Barrancabermeja, la segunda ciudad más importante de Santander. De nada valieron las advertencias de que se estaba violando la norma presidencial que impide la construcción de rellenos sanitarios a menos de 1.000 metros de áreas pobladas. En Patio Bonito, el relleno está en las narices de sus habitantes.

El ambientalista Óscar Sampayo ha documentado juiciosamente los cambios en la ciénaga desde que empezó a operar el relleno. En su poder hay fotografías de mutaciones de animales, mortandad de miles de peces en el caño Moncholo, estudios sobre afectaciones en el agua y daños en todo el ecosistema. “Nosotros seguimos sin entender cómo después del 1 de enero de 2015, cuando inició a operar este basurero a cielo abierto, tras una serie de tutelas y de que el Tribunal Administrativo de Santander nos diera la razón, al tiempo que la Corte Constitucional estableciera unos condicionamientos para la operación del relleno, este sigue operando (...) El agua ha sido la más afectada, porque en el predio donde ahora está ubicado el relleno existían fuentes hídricas y fueron vulnerados por este basurero”, denuncia Sampayo.

En el Caño Moncholo hubo una mortandad de miles de peces por la contaminación de las aguas. | Foto: .

Esa misma agua es la que desfilaba por diferentes caminos de Patio Bonito. Hoy muchos acuíferos se secaron, otros solo arrastran la ruina de la desdicha. Luis Fernando Naranjo, gerente seccional de Veolia en Barrancabermeja, empresa que administra el relleno desde hace dos años, asegura que “en ningún momento se vierten lixiviados a las fuentes hídricas. Nosotros no tenemos permiso de vertimiento, no hacemos uso de esa mala práctica. No sé si otras empresas lo harán, pero es un tema que no nos corresponde a nosotros”.

Para ser honestos, en la pirámide de responsabilidades, Veolia está en el último lugar. Cuando adquirieron el relleno, este presentaba unos problemas agudos en cuanto a funcionamiento y tratamiento de los residuos, así como de los lixiviados. Antes ese botadero a cielo abierto estaba en manos de Rediba, otro operador de aseo y de recolección de residuos sólidos.

Los hijos de la basura

Es difícil encontrar en Patio Bonito a un niño que haya nacido después de 2015 y no presente problemas respiratorios y afecciones en la piel. Son la generación apodada “los hijos de la basura”.

El médico pediatra Yesid Blanco, quien tuvo que salir del país por amenazas, realizó varios estudios que ahora reposan en el Instituto Nacional de Salud. Básicamente, en esas indagaciones científicas se demostró que los niños de Patio Bonito estaban naciendo con un elevado número del anticuerpo llamado inmunoglobulina E. En circunstancias normales, un bebé debería presentar entre 60 y 80 unidades de este anticuerpo, pero en esa zona las medidas llegan a las 2.000 y en ocasiones hasta 8.000, según muestra un documento en poder de SEMANA.

Una de las imágenes más impactantes es la de este bebé nacido muerto en la vereda Patio Bonito. | Foto: .

Por eso, nadie quiere tener hijos en Patio Bonito. Para hablar con claridad, nadie quiere vivir en Patio Bonito. “A nosotros nos indemnizan, nos compran nuestros predios y con mucho gusto nos vamos, porque es preferiblemente eso a vivir en medio de un moridero como este”, reflexiona Himelda.

La Alcaldía de Barrancabermeja dice ser consciente de lo que pasa en Patio Bonito, pero –más allá de mandar agua con el carro de bomberos– no pueden hacer más. Por ser una zona ambiental protegida, la competencia está en manos de la CAS, que, a la vez, fue la que otorgó el permiso para el funcionamiento del relleno.

“Los sectores donde hoy se encuentran estos rellenos no cumplen con el uso del suelo requerido y tampoco fueron considerados como áreas potenciales dentro del POT vigente. Debido a lo anterior, se han implementado por parte de organizaciones ambientalistas y la Alcaldía de Barrancabermeja acciones legales con el fin de frenar el impacto ambiental que ocasionan estos rellenos dentro del área protegida”, le contó a SEMANA el alcalde, Alfonso Manrique.

El lamento de Patio Bonito ahora es una tragedia, no solo por las enfermedades y muertes de recién nacidos, sino porque en la zona no hay agua ni animales. La vereda lo perdió todo, hasta el nombre, porque ya no es patio (sino un basurero) y tampoco es bonito.