Claudia Visbal recuerda que, cuando tenía 4 años, subía a un avión con un funcionario de una casa de adopción rumbo a Holanda. Antes y durante el viaje, ella no se cansaba de decir repetidamente: “No me quiero ir, tengo familia”. Nadie la escuchó. El hombre que la acompañaba no le prestó atención y atribuyó sus palabras a una pataleta de niña malcriada.
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En el aeropuerto de Ámsterdam, su estado de ánimo no cambió. Ella pateó a su padre adoptivo cuando la recibió, al tiempo que decía “no me quiero quedar, tengo familia”. Su caso representa uno de los capítulos más dolorosos de la historia de los Países Bajos, que esta semana conmovió al mundo con una decisión: prohibir las adopciones en el exterior.
La nación que le ha dado una familia a más de 80.000 niños en los últimos años hoy revisa su pasado y se avergüenza. En vez de darles a los pequeños una segunda oportunidad, se presentaron serios abusos y casos de tráfico irregular. Uno de esos países es Colombia, en donde los holandeses han adoptado a más de 5.300 niños desde 1973. Los otros son Bangladés, Brasil, Indonesia y Sri Lanka. Solo una minoría de los menores adoptados por holandeses vivieron este calvario, pero la sola sospecha de que algunos lo padecieran, encendió las alarmas de esa nación. En muchos de esos casos las irregularidades han empezado a salir a la luz, e incluso se han producido los reencuentros familiares.
En el caso de Claudia Visbal, por ejemplo, ya se sabe la verdad. Su mamá biológica le pidió ayuda a un amigo abogado para conseguir un trabajo. Un día, él le dio una excelente noticia: que tenía una entrevista. Ella dejó a Claudia y a su hermano solos, y el supuesto amigo aprovechó para robárselos. Era el año de 1974. Los recuerdos de Claudia son vagos, sin embargo, tiene imágenes de estar lavando y limpiando en la casa del abogado y de llegar a un orfanato con hematomas en el cuerpo.
Al poco tiempo fue adoptada y enviada a Holanda. Allí la situación empeoró. Su padre adoptivo abusó sexualmente de ella y vivió años de maltratos. Cuando logró salir de ese infierno, comenzó a buscar a su madre biológica. Y lo logró. Hace dos años, en 2019, la localizó, pero desafortunadamente no se ha podido encontrar con ella. Sabe que está enferma y que carga con un complejo de culpa por haberlos dejado solos ese día.
Con la distancia de los años, Claudia piensa que lo sucedido con ella y con su hermanito no solo es culpa del criminal que los robó, sino también de los Estados de Colombia y Holanda, que permitieron una adopción a todas luces ilegal y nunca la escucharon. Al episodio de Claudia podrían sumarse otros casos de pequeños que entre 1967 y 1998 fueron adoptados irregularmente.
Se sospecha que podría existir conocimiento tanto de funcionarios del país europeo como colombianos. Muchos de ellos sufrieron terribles momentos como los vividos por Claudia; otros llegaron a familias que los amaron y trataron bien. En total, entre 1973 y 1997, 3.847 niños colombianos llegaron a los Países Bajos. SEMANA conoció el informe elaborado por la Comisión para la Adopción Internacional. Allí se relata que existieron presiones a las mujeres para que entregaran a sus hijos, pagos por los pequeños a embarazadas, gestiones inescrupulosas por parte de intermediarios, raptos de menores y elaboración de documentos falsos.
El documento es escalofriante. Relata cómo en los hospitales colombianos los recién nacidos les eran robados a sus madres. El bebé era negociado en el exterior mientras que médicos o enfermeras les informaban a la mamá que su hijo había muerto. Para evitar que la madre lo reclamara, le decían que habían nacido mutilado o con malformaciones, y que por el bien de ella era mejor no verlo.
Otra modalidad era la de los denominados cazadores de niños, que visitaban las clínicas de aborto ilegal en Bogotá y persuadían a las mujeres para que no abortaran y tuvieran los bebés a cambio de una suma de dinero.
En la legalización de los papeles que debían presentarse a las autoridades holandesas participaban, según varios entrevistados por la Comisión, abogados, médicos y policías. Incluso algunos padres biológicos que dieron su testimonio acusan al “ICBF de ofrecer a sus hijos en adopción sin su consentimiento”. Para los investigadores, este tipo de adopciones fueron posibles porque “la Embajada de los Países Bajos en Colombia se limitó a comprobar que los documentos estuvieran completos, pero nunca verificó si el contenido era falso o verdadero”.
Afirma que, ante las denuncias de la prensa holandesa y de otros países, “el Ministerio de Justicia holandés declaró repetidamente que no podía hacer nada porque estos casos tuvieron lugar en otro país y estaban sujetos a leyes extranjeras”. E incluso, el informe da cuenta de un escándalo protagonizado en 1981 por un exministro que participó en la adopción ilegal de un niño colombiano para su socio de negocios. Sin embargo, no se le abrió investigación. A raíz de otros casos en el pasado, la Corte Constitucional endureció los requisitos para entregar a los menores en adopción.
En 2011 obligó a buscar el consentimiento de la “familia extensa” hasta el sexto grado de consanguinidad. Eso produjo un remezón en el sistema de adopciones y abrió el debate, pues en la práctica, casi ningún niño podría tener la oportunidad de tener una familia. Desde ahí, en el país se ha debatido cómo encontrar el punto medio en este espinoso asunto.
Debido a la polémica actual, el ICBF afirmó que recibió en sus instalaciones a los investigadores del Gobierno holandés, pero que a la fecha no conoce “el informe con las conclusiones de la citada investigación ni notificación oficial sobre decisiones de la autoridad central holandesa”. Y aseguró: “El Programa de Adopción de Colombia ha sido reconocido internacionalmente como un esquema riguroso que brinda toda la seguridad jurídica a quienes participan en él”.
Agregó que en los últimos cinco años, solo 11 niños han sido adoptados por personas de ese país, y hoy cinco familias se encuentran en proceso. SEMANA habló con Marcia Éngel, una colombiana adoptada a los 3 años por una familia holandesa y que en 2008 fundó el Plan Ángel, organización que busca juntar a personas adoptadas con sus familiares biológicos en Colombia. Ella también forma parte de los casos de pequeños en los que hubo irregularidades. Cuenta que su tragedia comenzó cuando una amiga de la mamá, quien la cuidaba, la entregó al ICBF por supuesto abandono. Al ir a reclamarla, los funcionarios la obligaron a firmar un papel sin que supiera que estaba entregando a Marcia en adopción.
En Holanda, ella padeció los abusos sexuales de su hermanastro y las humillaciones de una familia disfuncional. Después de abandonar su hogar adoptivo vivió en varias casas de paso. Esa situación le causó problemas psicológicos y la llevó a desear la muerte. Marcia dice que fundó Plan Ángel porque poco a poco conoció casos de personas adoptadas que sospechaban que su adopción había sido irregular y querían conocer a sus familiares biológicos.
“La adopción internacional es la industria de miles de millones de dólares, que no tiene escrúpulos y no respeta los derechos de los bebés que buscan una familia”, afirma Marcia. Otro colombiano adoptado por una familia holandesa, que prefirió guardar su nombre, aseguró que le parece lamentable la decisión del Gobierno holandés. Para él, lejos de resolver los problemas del pasado, lo que hacen es negarles a los niños la posibilidad de tener una familia, y perjudicar a aquellos que se han ceñido a la ley para llevar a cabo ese proceso.
“No todas las adopciones estuvieron mal hechas; muchas de estas historias tienen un final feliz. Debemos garantizar que todos los adoptados puedan acceder al derecho a conocer a su familia biológica”, afirmó. SEMANA consultó con la Embajada de los Países Bajos el tema. Además de respaldar las declaraciones oficiales, ellos afirmaron: “En muchos casos las familias holandesas que han adoptado a niños también son víctimas del procedimiento irregular. Ellos realmente pensaban que estos niños no tenían una familia”. El informe de Holanda seguramente abrirá investigaciones en Colombia, que debería conocer también la verdad sobre este triste capítulo de su pasado.