¿Y quién puede detener el vuelo de un alma libre, de un alma convencida? Nadie. Ni los ruegos, ni el llanto, ni el dolor, ni siquiera la muerte. Son las palabras que repiten como un mantra los familiares de Cristian Camilo Márquez Ramos, un colombiano de 32 años que decidió armar maletas e irse a pelear con el Ejército de Ucrania, en la guerra contra las tropas rusas de Vladimir Putin, a su juicio, porque se trataba de una injusticia. Esa fue su última pelea y nadie en su familia pudo evitar que se fuera a darla, fue su decisión.

La muerte sorprendió a Márquez Ramos a más de 10 mil kilómetros de distancia de su casa en Bogotá, peleando una guerra ajena y desigual que asumió como propia, enfrentándo al poderoso ejército ruso. Murió como un héroe, y no se trata del estatus general que les dan a los caídos en combate. Él realmente se comportó como tal, entregó su vida, pero salvó la de muchos de sus compañeros.

“Estaba en una trinchera con sus compañeros cuando vieron dos tanques rusos que se dirigían hacia ellos, ya lo sabía, estaban en la mira, tenía claro que los iban a matar. Sin pensarlo, saltó a enfrentar los tanques, se paró a pocos metros de la poderosa máquina y disparó su lanzacohetes. La explosión dejó en el piso a los soldados rusos que caminaban al lado del tanque, tomó una de sus armas y empezó a disparar, en ese momento cayó al piso, sin vida, junto con un compañero de República Checa que, al igual que él, se la jugaron aún con pocas posibilidades de salvarse”, fue el reporte que le dio el superior de Cristian Camilo a su familia.

“Estaban en una trinchera cuando vieron dos tanques rusos que se dirigían hacia ellos, tenían claro que los iban a matar. Cristian Camilo, sin pensarlo, saltó, se paró a pocos metros de la poderosa máquina y disparó su lanzacohetes. Su cuerpo terminó con esquirlas de la explosión; también le dispararon, la primera bala le perforó el hígado; el segundo impacto le atravesó la cabeza”, fue el reporte que le dio el superior de Cristian Camilo a su familia, quien informó que con esta acción salvó a su unidad: “Su hijo es un héroe”.

Policia Christian Camilo Márquez falleció en Ucrania | Foto: Cortesia Archivo Particular

Después de esta acción, el contingente ruso se retiró y los compañeros de Cristian Camilo Márquez pudieron recuperar los cuerpos y, sobre todo, salir de una emboscada cuyo único camino posible era la muerte. Se trataba de un héroe en tierra ajena.

En su casa se respira tristeza, el menor, el cubita, se fue antes de tiempo. Recuerdan cuando tomó maletas para irse a “guerrear”. Nadie lo sabía, el 3 de abril de este año llegó a su casa a las cuatro de la tarde, habló con sus papás y les dijo que se iba a Ucrania. Lo trataron de persuadir, pero el plan estaba hecho, y el vuelo era ese mismo día. A las 11 de la noche fue la última vez que lo vieron físicamente con vida.

Todos recuerdan en su casa que el último mes estuvo más silencioso, incluso con aparente mal humor. Hablaba del Donbáss, zona fronteriza con Rusia, en guerra desde 2014; de Kiev, la capital ucraniana. Pero, sobre todo, repetía que lo que allá pasaba era una injusticia.

Eso era algo que no toleraba. Lo describen como un hombre fuerte, de temperamento, rebelde, si se quiere, indomable. Pero también era una persona noble. Una anécdota puede ser su mejor descripción: siendo apenas un niño, se le acercaron dos personas a pedirle plata, inocente, les dijo que le cuidaran la bicicleta mientras sacaba mil pesos de casa, al regresar no estaban ni las personas, ni su cicla. Entre sollozos, propios de un niño, reprochaba que lo hubieran robado por querer ayudar, no le importaba su juguete, simplemente, le parecía una injusticia.

Los cuatro meses que estuvo en Ucrania tuvo contacto permanente con su familia, se le veía feliz, irónicamente, en medio de la guerra, rodeado de comandos entrenados, cuando él apenas había prestado servicio como policía.

La milicia la tenía en sus venas, quería irse al Ejército, pero su mamá no se lo permitió, le tenía miedo a la guerra, le dijo que le compraba la libreta militar, pero, finalmente, terminó como auxiliar de Policía. Cumplido su servicio se presentó en dos ocasiones a la Escuela de Cadetes de Policía General Santander para hacer carrera, pero no pasó.

Estudió psicología y estuvo a punto de graduarse, pero su terquedad le hizo desistir de la carrera. No entendía que para ayudar a la gente tuviera que basarse en teorías, formatos o guiones académicos. Le pidieron que la terminara, pero, nuevamente, era una decisión tomada.

No sufría de pena y se le medía a lo que fuera, así lo recuerdan. Fue empacador de papayas, armaba camarotes para guarniciones militares, ponía banderines de publicidad, se metió de “ruso”, incluso al ser un hombre grande y templado como el acero, también prestó sus servicios como “saca borrachos” o portero en bares de la ciudad. El que se podría considerar su último amor, lo vendió para alzar el vuelo: una moto Yamaha XLR, que consentía como a una niña.

En Ucrania llegó dispuesto a pelear, pero al no tener experiencia militar tuvo que recibir entrenamiento. Aprendió a patrullar, a escoltar, fue francotirador, experto en manejo de fusil AK-47 y, finalmente, se convirtió en el portador de un poderoso lanzacohetes que lo acompañó hasta que cayó muerto. Su primer uniforme tenía cosida la bandera de Colombia, era un legionario, pero justamente por su desempeño fue acogido como uno más del Ejército ucraniano.

En todos los videos que le enviaba a su familia se veía feliz. Cuando le pedían que se cuidara decía que no estaba solo, que tenía a su compañero y les mostraba el lanzacohetes que lo acompañaba día y noche. Muchos legionarios llegaron con él y fueron desertando, la guerra es cruda, da temor, hay muerte y huele a muerte.

En los combates asimétricos contra las fuerzas rusas, contaba, era habitual el olor a carne quemada, los cuerpos de sus compañeros caídos se chamuscaban en medio de las explosiones. Luego, cuando llegaban al refugio no podían comer, sus amigos se vomitaban, la pasaban mal y muchos iban abandonando las filas. Cristian Camilo solo les decía que había que pensar en otra cosa.

Policia Christian Camilo Márquez falleció en Ucrania | Foto: Cortesia Archivo Particular

Sabía porqué luchaba, por eso entre sus pertenencias cargaba siempre pequeños detalles muy simbólicos que le entregaron las personas en medio de las marchas en defensa de Ucrania. No se despegaba de un pajarito en origami que le había dado una niña, y de una carta pintada por otra menor de edad en la que estaban las banderas de Colombia y de Ucrania.

A su mamá le repetía que no se apegara, que los hijos son prestados, que él se había ido a hacer lo que tenía que hacer. Sin embargo, siempre quiso mantenerla lejos del dolor que significaba cargar con la muerte a cuestas. Cuando iba al combate decía que no iba a tener internet y luego volvía a aparecer.

Dio órdenes precisas de que si llegaba a morir la primera en enterarse no fuera su mamá. Pidió que le avisaran a Pedro Julio Márquez, su papá, pero cometió un error y dio el teléfono mal, así que la noticia de su muerte resultó tan sorpresiva como su decisión de irse a guerrear a Ucrania.

Al no encontrar contacto, sus compañeros se metieron a Facebook para mirar quién comentaba sus fotos, había una exnovia que siempre le escribía. Ella dio el teléfono de Jessica, su prima, de la misma edad y con quien creció como si fueran hermanos. Ella no necesito mucho tiempo para darse cuenta de lo que pasaba, preguntó por Cristian con la certeza de que la respuesta iba a ser que había muerto.

Policia Christian Camilo Márquez falleció en Ucrania | Foto: Cortesia Archivo Particular

Su hermana, Johanna Murcia, a quien de cariño le decía Chili, de inmediato se empezó a comunicar por correo electrónico con el consulado en Varsovia (Polonia). Al segundo correo le respondieron que no se habían podido comunicar con el papá como era su instrucción. Fue la confirmación, Cristian Camilo había muerto.

Su cuerpo no volverá a Colombia, así lo pidió. Desde que alzó el vuelo sabía que no iba a regresar y dio instrucciones precisas. Llegarán algunas de sus pertenencias y a contracorriente porque no lo deseaba, sus cenizas, porque para el Ejército ucraniano se trata de un héroe. Para Álvaro, su hermano, también lo es, pero no solo por su hazaña, sino porque era libre, lo que se le metía en su cabeza lo hacía y, esta vez, no fue diferente.

En su casa, hay un pequeño altar con flores, velas y una foto suya con uniforme de soldado ucraniano. Sus familiares y amigos se han reunido en los últimos días a rezar la novena para despedirlo, dicen que si los viera los regañaría porque él no era creyente. Aunque se fue hace cuatro meses, ahora su ausencia es permanente. Se fue el hijo, el hermano, un alma terca, libre, cuya última pelea fue, aseguran, contra la injusticia.