La ola del narcoterrorismo y la violencia de finales de los años ochenta y principios de los noventa conmovió al país. Se han publicado gran cantidad de documentos y de libros sobre lo que significó ese oscuro periodo para Colombia que tuvo como uno de sus principales protagonistas a Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín.  Pero si bien su macabro recorrido criminal ha sido muy público, se sabe muy poco sobre su faceta más íntima. Y ese aspecto quedará al descubierto gracias al libro Los días del dragón, de la comunicadora Silvia María Hoyos. Como periodista en ejercicio, Hoyos tuvo que cubrir los horrores de la guerra mafiosa que Escobar desató especialmente en Medellín. La muerte de sus colegas, amigos y conocidos marcaron a la periodista que también terminó convertida en una víctima cercana del delirio criminal del cartel de Medellín. El tío de la comunicadora era nada más y nada menos que el procurador general Carlos Mauro Hoyos, asesinado en 1988 por órdenes del capo. Esa tragedia, sumada al drama de vivir y ver diariamente las consecuencias de los carros bomba y sicarios sin control, motivó a Hoyos a atreverse a buscar respuestas de Escobar, su verdugo y el de toda una sociedad atemorizada. “Me moría de las ganas de preguntarle si realmente sabía qué clase de ser humano era mi tío Carlos Mauro Hoyos, uno de mis muertos”, cuenta la autora, al explicar el origen de lo que se transformó en un particular y secreto cruce de cartas con el hombre más peligroso del mundo en ese momento. Cuando Escobar se entregó y fue recluido en la cárcel La Catedral, Hoyos vio la oportunidad para despejar sus dudas. “La entrega de Pablo Escobar Gaviria, para mí, fue además la posibilidad de saber dónde estaba para enfrentarlo y preguntarle por qué… Ese fue el camino que me condujo a las cartas en las cuales esperaba alguna explicación sobre mis muertos y tantos horrores”, afirma la periodista. Por varios medios Hoyos comenzó a enviarle cartas al capo en la cárcel con una serie de interrogantes. Para su sorpresa Escobar le contestó y aceptó mantener una comunicación por ese medio bajo la condición de que las misivas fueran reservadas. De ese modo comenzó un interesante cruce de correspondencia entre el capo y la periodista. Escobar respondía de su puño y letra y estampaba su huella. Algunas de esas comunicaciones dejan al descubierto facetas inéditas del mayor narcotraficante del país. Sorprende, por ejemplo, que le cuenta a la periodista detalles íntimos sobre cómo es la relación con sus hijos, Juan Pablo y Manuela, entre muchos otros aspectos.

“(…)Ya sabe que tengo dos hijos, uno que se llama Juan Pablo que tiene 14 años y Manuela que acaba de cumplir 7 años. A mi hijo le he ofrecido esencialmente amistad y como amigo lo trato. A veces hacemos un poco de boxeo deportivo y ahora se ha estado interesando mucho en el sexo y bastante le hablo de ello porque pienso que una sabia relación sexual es el pilar fundamental en la vida de toda persona”, dice uno de los apartes de una carta que Escobar le envió a Hoyos en 1991. “También le hablo a mi hijo de la droga y le comento cuales son las mortales y peligrosas que ni siquiera permiten la primera prueba porque te quedas en ellas y todo se convierte en un infierno (…) Hay drogas que no admiten control personal ni disciplina y uno debe saber muy bien cuáles son esas drogas (educación). Hay drogas que sin que uno se dé cuenta, lo van llevando lentamente hacia el abismo si no se les pone freno en el momento oportuno”, dice en otro.

En el libro la periodista no se limita a reproducir el contenido de esa correspondencia inédita. A lo largo de las páginas cuenta desde su experiencia personal, usando el contexto de la época, todo lo que ocurrió durante uno de los capítulos más macabros que vivió el país. El libro se puede encontrar aquí.