Las explosivas revelaciones hechas por SEMANA de reuniones de líderes y estrategas del Pacto Histórico, en las que hablan de “destrucción” de sus rivales e incluso discuten asuntos que tocan los linderos de lo penal, seguramente tendrán consecuencias políticas y judiciales, pero también dejan profundas reflexiones sobre el punto al que ha llegado la contienda presidencial.
El primer elemento que queda claro es el nivel de degradación al que ha llegado la política. Quedó confirmado que se está haciendo por lo bajo, a partir del ataque y el desprestigio del rival. En lugar de posicionar a su candidato, la campaña parece estar más preocupada por la “destrucción” del contendor.
“Alguien tiene que decidir a quién confronta, yo sigo en la destrucción del uribismo o cambio y me voy a la destrucción del centro verde, eso implica un mensaje diferente”, confiesa Roy Barreras, alfil del Pacto Histórico en uno de los videos.
Incluso, en otra grabación, Sebastián Guanumen, asesor de Petro, habla de difundir mensajes en los que buscan “ponerle cara de depravado” a Federico Gutiérrez para generar miedo en los ciudadanos.
Esto ya se había visto hace apenas unas semanas, cuando Isabel Zuleta, senadora electa del Pacto Histórico, confesó que a Sergio Fajardo ya lo habían “quemado” al haberle montado denuncias por Hidroituango ante los órganos de control.
Queda claro también que la agresividad en redes sociales de algunos influenciadores del petrismo no se da por generación espontánea, sino que hay toda una estrategia interna que genera y distribuye contenido para atacar a sus opositores.
Con estas revelaciones, está demostrado que la política se hace por dos caras: una democrática a partir del llamado a la transparencia y otra de campaña sucia.
Hace menos de dos meses, Petro había publicado un manifiesto “por una campaña limpia”, en el que hablaba de “rechazo a la campaña sucia y negativa” y no “descalificaciones ni agresiones a nuestros adversarios”. Pero mientras tanto, su equipo planeaba ataques contra Federico Gutiérrez y sectores del centro a partir de agresiones individuales y difundir exageraciones.
El discurso del cambio
Los videos dejan mal parado a Petro por lo que se dice y por lo que se ve. En las imágenes se evidencia la presencia e influencia de líderes de la política tradicional en la campaña, que no están solo para la foto, sino, al parecer, para tomar decisiones.
El mayor protagonista es el senador Roy Barreras, quien primero perteneció al uribismo, luego al santismo y ahora saltó al Pacto Histórico. También aparecen en los cuadros de decisión Luis Fernando Velasco, un experimentado congresista liberal, y Temístocles Ortega, quien se eligió al Congreso en 2018 por Cambio Radical.
Esa percepción impacta el discurso de Petro de ser el candidato del cambio. “Con estos videos queda más que demostrado que el establecimiento está con Petro. ¿Cambio de qué hay ahí? Si son las mismas con los mismos”, dijo la representante Catalina Ortiz, cercana a Sergio Fajardo.
Indignados
Las imágenes confirman que buena parte de la estrategia en el Pacto Histórico ha sido revivir el libreto de que el ciudadano vaya a votar indignado. Tal parece que la preocupación no es, por ejemplo, cómo solucionar problemas de seguridad, sino que, como lo aseguró uno de los asesores de Petro, “que la gente que salga a la calle, y la roben, y piensen: hijueputa, esto es Fico”.
Esta narrativa genera réditos políticos porque alimenta la desconfianza del ciudadano, pero tiene consecuencias a mediano plazo. Primero, porque, si gana, Petro tendrá que llegar a acuerdos con aquellos a los que destruyó, y segundo, porque esta indignación no se apaga el 19 de junio cuando se elija presidente y el estallido social podría ser de grandes magnitudes.
Incluso, como lo expresó el exembajador de Colombia en Estados Unidos Francisco Santos, aunque por ahora es un escenario lejano, “este odio se va a transmitir, y lo digo con dolor en el alma, va a llevar a Colombia a una guerra civil”.
Más allá de quién gane las elecciones, este tipo de estrategias dejan un daño enorme en las instituciones democráticas, en la honra de quienes han participado en la contienda electoral y afectan al ciudadano, pues mientras las energías se concentran en estas discusiones políticas, quedan en un segundo plano las propuestas para solucionar los problemas a los que se enfrentan los colombianos día a día.